Los tatuajes, en cualquiera de sus formas, han estado presentes en casi todas las culturas del mundo. En la antigüedad, la mayoría de ellos tenía una relación directa con la madurez y la aptitud de una persona —sobre todo de los hombres— para realizar actividades propias de un adulto. Desde ser cazador, hasta un valeroso soldado, los tatuajes ha tenido una connotación de rudeza y fuerza que sólo se puede explicar a partir del dolor que éstos causan al ser realizados; sin embargo, los motivos de esta relación tatuaje-fuerza han ido cambiando poco a poco hasta llegar a lo que son ahora.
Desde hace aproximadamente 170 años, con el nacimiento del estilo Old school, tener tatuajes se ha relacionado con personas rebeldes y llenas de rudeza que han decidido no vivir bajo las reglas de la sociedad dominante. Sin duda, quienes más fama han tenido gracias a sus tatuajes son los marineros y los motociclistas. De hecho, gracias a estos últimos se creó una iconografía del “tatuaje rudo” prácticamente inconfundible.
Al combinar algunos elementos de la iconografía de alta mar como las águilas, cadenas, anclas e incluso algunas flores; con dibujos que los motociclistas habían adoptado como símbolos de identidad como las serpientes, espinas o alambres de púas, los “tattoos rebeldes” comenzaron a ganar mucha más fama y reputación que la que ya habían adquirido en sus inicios cuando realizarlos y portarlos era prácticamente un reconocimiento.
No obstante de la fuerza y la valentía que estos diseños transmiten, debido a que están relacionados con la rebeldía y la marginalidad en la que viven quienes los portan, también han sido dotados de una carga negativa que hasta cierto punto, no les ha permitido continuar creciendo como una expresión artística a través de la piel. No obstante, quienes conocen su historia, siguen poniendo en alto este tipo de tatuajes llevándolos orgullo y mucho estilo.
Ellos saben que ser rebelde no tiene que estar relacionado con algo malo o negativo, sino que se trata de ver la vida bajo una perspectiva mucho más amable, pero alejada de los estándares que exige el estilo de vida de quienes les rodean. De este modo, los tatuajes son precisamente esa manera de buscar, en medio de una sociedad uniforme, un poco de autonomía y autenticidad del mismo que lo hace la rebeldía: rompiendo las reglas del mundo para alcanzar un lugar mejor.
Así que no importa lo mal vistas que sean estas figuras, quienes las llevan sobre la piel saben portarlas con orgullo sabiendo que son éstas las que los definen como individuos completamente libres y fuera de cualquier preocupación impuesta por una sociedad que, después de tatuarse, los arrojó a la marginalidad.
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