Si el guión de la saga de “Star Wars” hubiese sido planeado en el Lejano Oriente y no en Estados Unidos, el “Consejo de Maestros Jedi” hubiese sabido lo que realmente significa la profecía sobre el equilibrio de la fuerza , es decir, los caballeros de la luz no serían los únicos que controlarían el universo, sino que tendría que haber una fuerza opuesta y equivalente que contrarrestara la suya.
El equilibrio se trata de fuerzas o energías en igualdad de circunstancias; no se trata de un balance moral sino de una contraposición de entidades adversas:
Bien-mal
Jedis-sith lords
Tierra-cielo
Creación-destrucción
Ausencia-presencia
Oscuro-brillante
Soleado-lunar
Caliente-frío
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La tensión marca la posibilidad del equilibrio.
La filosofía del Lejano Oriente, mucho más antigua que la de Occidente, se basa en el flujo y la indeterminación antes que en la definición y las particularidades, ya que estas últimas limitan. Para encontrar el equilibrio no busca en la esencia del ser, trata de llegar a un estado de no-ser en el que se pueda estar en el mundo como un pasajero espacial.
Durante los años 60 la filosofía de Occidente llegó a imaginar un estado donde no se le diera la máxima prioridad al “ser”, sino a las formas en las que esa entidad se construía. La deconstrucción del filósofo francés Jacques Derrida se concentra en hacer evidente estas reglas de conocimiento ontológico, las cuales explican muy bien la delgada línea que divide al Ying y al Yang.
El Ying y el Yang son las dos fuerzas primordiales del Universo y su acontecer; son la esencia del movimiento necesario para la vida, la reunión de tensión entre contrarios que forman un todo.
El emblema de esta fuerza vital de opuestos fue conceptualizado alrededor de 1700 años a. C. Muchas personas se tatúan el símbolo del Ying y el Yang con la intención de sentir la fuerza que éste implica. Además este tatuaje los ayuda a recordar que los antagónicos se atraen y al mismo tiempo se rechazan, es decir, se complementan. Los mismo sucede con diferentes aspectos de la vida, que se pueden asumir y comprender a través de esta filosofía.
El taijitu, como es conocido en Occidente el símbolo del Ying y el Yang o el signo taoísta, se representa rodeado de los ocho trigramas del “I-Ching”. Éste es un libro oracular chino sobre las mutaciones y lo cosmogónico. Por otro lado, el círculo formado por dos elementos genera una especie de movimiento sin fin. El Ying y el Yang contrarrestan sus fuerzas logrando un equilibrio de contrarios.
Cada parte de este emblema provoca que la energía se consuma y genere de manera reciproca, así se crea un ciclo dinámico. Si una de las partes decrece es porque la presencia del otro aumenta y viceversa. Estas reacciones generan un cambio y una mutación posterior. Así es como cada parte puede convertirse en la antítesis del otro; esta dualidad es parecida a la característica que domina nuestra personalidad o al rasgo que nos hace diferentes del resto.
Ponerlo de manera permanente en el cuerpo ayuda a recordar que siempre son necesarias las dos caras de la moneda. Los contrarios evitan que la vida se estanque en la contemplación y anulan el deterioro que implica el estatismo.
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