Las drogas y la fama son algo que siempre va de la mano, sobre todo cuando tratamos de que ocurra todo lo contrario. Nadie las necesita, de hecho hay a quienes con sólo escuchar “cocaína” o “marihuana” prefieren salir corriendo antes que averiguar lo que viene después; sin embargo, a donde quiera que vayan la única salida lógica de este problema es entrando en él con la confianza firme de que tarde o temprano ese problema terminará por ser tan cotidiano que se desvanecerá por sí solo.
«He probado de todo en la vida, ya no hay nada que me pueda sorprender».
— Keith Richards, guitarrista de The Rolling Stones.
Aunque no pocos tienen una voluntad y un organismo de hierro como el de Richards, quienes han logrado burlar adicciones y han salido “enteros” de ellas, se han posicionado como leyendas o los iconos más adorados de la cultura popular. Habrá quienes defienden la teoría de que el éxito de estas personas no tiene nada que ver con los narcóticos, pero ni siquiera estos detractores pueden negar que entre ambos puntos hay un oscuro sendero que parece unirlos sospechosamente.
Si regresamos un par de décadas, específicamente a los noventa, nos daremos cuenta de cómo las historias de muchos famosos van casi de la mano con asuntos de drogas. Incluso hay anécdotas en las que esta sustancia es la causa de la popularidad de no pocas figuras de la farándula. Un ejemplo claro de esto es Johnny Depp, quien apenas vio su carrera como actor popularizarse, decidió darle un dramático giro al entregarse a la extravagante y nada despreciable consigna de sexo, drogas y rock and roll; pero claro que esa autodestrucción legendaria tenía que compartirla con alguien.
Después de su relación con Winona Ryder iniciada apenas se estrenó Edward Scissorhands, la verdadera tormenta de desenfreno que apenas se divisaba en el horizonte tocó violentamente la puerta de Depp en forma de la modelo Kate Moss con quien mantuvo una relación como no se veía desde Keith Richards con Anita Pallenberg… y esas son palabras mayores. Peleas de borrachos, cuartos de hotel destruidos y un intento de cumplir el sueño de todo yonqui que quiere casarse bajo la euforia etílica, la relación de estos dos tenía todo lo que buscan las cámaras de los paparazzis hollywoodenses.
«Kate y Johnny eran la pareja más drogada y chic desde Keith Richards y Anita Pallenberg. El epítome de lo cool en la cultura Trainspotting. Pero Kate Moss siempre estaba al borde, temerosa por los estados de ánimo de Johnny».
— Maureen Callahan en su libro Champagne Supernovas.
En realidad era difícil saber quién era el más intoxicado, cuando estaban juntos eran un par de ángeles de inframundo muy difíciles de distinguir. Ambos se destruían a la misma velocidad y renacían en forma de dos demacradas, pero sospechosamente hermosas, figuras que decidieron separarse en 1997 en medio del Festival de Cannes, donde Kate Moss bebía cantidades extrahumanas de vodka que ni siquiera el mismo Depp puedo soportar.
Aunque decidieron darle una nueva oportunidad a su relación en 1998, la cosa no fue precisamente la mejor reunión de la historia, pues meses después Johnny encontraría a Vanessa Paradis y Kate, bueno… ella conoció, por fin, un centro de rehabilitación. Nosotros y todos los que dedicaron su tiempo a “cazar” esta relación tenemos apenas estas imágenes que, si queremos, pueden ser pedazos de una relación que se fue destruyendo poco a poco. Una de la que sus partes sólo tienen el recuerdo y las ojeras malvas que dejó a su paso lo que pudo ser amor o una adicción como muy pocas. Eso sólo ellos y las drogas lo saben.