El absurdo es posiblemente lo más aterrador que exista dentro del plano metafísico. El absurdo, de acuerdo con el existencialismo, es la idea de que no hay un significado del mundo más allá del que nosotros le demos. Eso nos hace responsables por completo del camino hacia dónde nos dirijamos, y lo plenos que nos sentiremos con esto. La idea es lo contrario de lo que ofrecían las antiguas religiones: que el significado o el propósito del hombre es vivir bajo los mandamientos de Dios, y existir plenamente a través de esa creencia.
El hombre creó la religión para explicar lo Otro, aquello que no comprendía: el paso de los días, el Sol, la Luna, las estrellas, el funcionamiento de la naturaleza, el comportamiento de los animales. Era natural que explicara nuestro lugar en la Tierra, pero cuando llegó el existencialismo (e incluso desde antes) crecieron pensamientos que se alejan de lo incomprobable de la teología, y se acercan a la lógica. Si no existe Dios, y no hay mandamientos ¿cuál es el propósito de los humanos? y ¿cómo reaccionar al darnos cuenta de que en realidad nada tiene sentido y que no hay una explicación clara de por qué estamos aquí?
Recordamos al pequeño Allan en Annie Hall, quien ya no quiere hacer nada, ni ir a la escuela, porque un día el Sol va a explotar y nada tendrá sentido. Pero más allá de ese personaje de Woody Allen, el mejor representante de esa idea es Buzz Lightyear, quien se enfrenta al absurdo después de que se da cuenta de que, efectivamente, es un juguete y no un cadete espacial, comenzando una depresión de la cual sólo logra salir una vez que Woody lo convence de que la vida sí tiene sentido, pero ¿cómo sucede? Para esto, nos centraremos sólo en la primera cinta, ya que eventualmente entran más ideas que hacen más complejo este mundo.
Buzz Lightyear existe y –a través de lo que parece una programación desde su fabricación– tiene la idea certera de que es un cadete espacial cuyo propósito es matar a Zorg y salvar al Universo. Por otra parte, los juguetes de Andy también viven programados, pero de una forma distinta. Ellos saben que son juguetes, y aunque no pueden interactuar con Andy, se sienten felices siendo parte de su mundo. Tienen organización, hay jerarquías, y cada juguete tiene un papel. Cuando entra Buzz, Woody cree que es normal, pero rápidamente se da cuenta de que tiene creencias distintas y que tiene una especie de complejo de Mesías. No ve a los demás como sus pares (aunque por alguna razón también se congela cuando lo ve Andy, quizá porque es un elemento que no comprende, así que decide ignorarlo o fingir que tiene el control sobre ello), despertando la envidia de Woody, quien decide hacerle notar que no es un Mesías, ni mejor que ellos.
Desesperado por mantener el status quo, tanto jerárquico como ideológico, Woody busca deshacerse de Buzz, comenzando su aventura de arrepentimiento, mientras que Buzz se da cuenta a través de un programa de televisión que es efectivamente un juguete, que su traje es falso y que no tiene el poder para salvar al universo. Buzz se enfrenta al absurdo, tiene problemas de identidad (la Sra. Nesbit), e incluso tiene un impulso suicida. Él sabe que no puede volar y aunque sabe que puede herirse, lo intenta, dispuesto a morir ahora que nada tiene sentido. Por otra parte, Woody sigue actuando de manera egoísta, queriendo salvarlo sólo para establecer de nuevo el orden antiguo, y no quedar como un líder débil.
Al final Woody le enseña a Buzz su propósito. Le da una misión heróica, y le afirma que no hay nada mejor que hacer feliz a Andy. No le explica su naturaleza, y quizá Woody tampoco entiende, pero lo invita a actuar de forma desinteresada por el bien de otras personas, no de ellos mismos. Reemplaza su antigua religión y le da una nueva. Andy es un Dios que actúa de forma unidireccional, no se comunica con sus súbditos y ellos sólo lo sirven, porque se sienten “vivos”.
Buzz reemplaza una religión por otra. La obra sugiriere que las personas necesitan un sistema ideológico similar a la religión para sobrevivir o mantenerse felices, pero no es así. Se puede escapar del absurdo a través de otras ideologías. Woody y los juguetes podrían simplemente actuar de manera desinteresada con ellos mismos y aceptar su naturaleza como una especie independiente y no depender de Andy o de una persona. Los juguetes de Sid se alegran de ser liberados de su propio Dios y quizá prefieren actuar de forma libre.
Lo positivo que se puede rescatar es que Buzz aprende a vivir de forma desinteresada, y en paz. Es un poco como “Hakuna Matata”, y sigue una mentalidad parecida a la budista, sin embargo, Woody fracasa en seguir esa ideología, especialmente en las siguientes cintas. En la primera secuela, él casi renuncia a su propósito para ser adorado como un Dios intocable. En la siguiente los juguetes descubren (o quizá saben) que su final será trágico. La única forma en la que pueden morir es siendo destruidos, desechados u olvidados. Woody se aferra a la religión y a la fe de que seguirá habiendo gente que juegue con él, negándose la realidad. Es su forma de lidiar con el absurdo. No lo podemos culpar, todos necesitan un propósito y la religión es lo más sencillo para mantenerse en calma.
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