La clase estaba llevándose a cabo con tranquilidad. Los niños y las niñas escuchaban atentos lo que la maestra estaba dictando. “Vamos ahora a ver los números romanos, saquen su cuaderno de Matemáticas”, escuché decirles. Casi al iniciar la jornada, la profesora indicó que hoy todas las buenas vibras irían para el pequeño Saúl, pues a su papá le harían la prueba rápida de covid-19 en su domicilio.
En un momento de la mañana, posterior al recreo virtual, se escuchó a la maestra referirse a Saúl con mucho cuidado: “¿Qué pasa? ¿Por qué estás llorando, hijo?”. Con la voz entrecortada y con el sentimiento ahogado en la garganta, el pequeño habló sobre lo que había pasado en casa instantes previos a reanudar la clase: “Mi papá dio positivo, Miss”. El silencio fue sepulcral. Las risas que inundaban las bocinas de las computadoras de los pequeños fueron puestas en “mute”.
La confesión de Saúl disparó algo más en la clase que quizá la profesora no se esperaba: los relatos de los niños y niñas que también habían vivido la situación de su compañero de aula, pero con la diferencia de haber perdido directamente al familiar. Abuelos, abuelas, bisabuelos, bisabuelas, tíos y tías. El covid-19 ha convertido a los niños en víctimas silenciosas que también tienen un duelo que llevar. ¿Cómo ayudarlos? ¿Qué les decimos?
‘Mi abuelito se murió, maestra’
Luego de la revelación de Saúl y el silencio que invadió la clase de Matemáticas, la profesora pidió a todos un momento de calma para decirle al pequeño que todo iba a salir bien y que debía confiar en la ciencia y en los médicos para que su papá estuviera bien. “Tendrá que aislarse en su cuarto, ustedes deberán dejarle la comida en la puerta, deberán lavarse mucho las manos, cuidarse muy bien y, si pueden, usar siempre el cubrebocas incluso en casa, pero tu papá estará bien”, le dijo la maestra al pequeño antes de que se desconectara para arreglar ese asunto familiar que, a tan sólo nueve años de edad, tiene que enfrentar.
Pareció un momento que los niños y las niñas estaban esperando para hacer catarsis. No lastimar a su compañero con sus propias experiencias, solidarizándose y mostrándose empáticos con lo que estaba viviendo Saúl. “En mi familia también pasó hace poquito. Dijeron que mi abuelito era positivo y la semana pasada se murió, maestra”, refirió una pequeña que reflejaba tranquilidad en su voz, recordándonos a Isabel Calonge, especialista de Psicología Clínica de la Universidad Complutense de Madrid, quien dice que la mayoría de los niños se sobreponen razonablemente a la muerte, si cuentan con el calor de su familia y del entorno escolar.
Con la presencia del covid-19, los y las menores han tenido que enfrentarse también desde casa. El estrés que implica saber que sus familiares pueden enfermar y que la muerte los pueda alcanzar, lidiar con eso y con los problemas propios de su edad (desde las obligaciones escolares hasta las domésticas), también es un duelo con el que deben aprender a vivir y está en nosotros ayudarlos.
¿Cómo acompañar su duelo?
Mientras transcurría el momento catártico, más niños y niñas contaban sus historias. “Mi papá también fue positivo, pero con los cuidados pudimos salir adelante y ya está bien, Miss”; “Mi bisabuelito sí falleció. Ya estaba viejito, pero el coronavirus no está perdonando a nadie”. Tan certeros que rompen el corazón.
Calonge lo indica: “cada niño reacciona de una manera ante la noticia de la muerte, depende de la edad y de la personalidad. Hay menores que no se inmutan, otros que lloran y otros que piensan en sus propias necesidades”. Para ello, la especialista comparte algunas pautas de actuación en el comportamiento que como adultos debemos tener con un menor ante la muerte de alguien cercano.
‘Aquí entre todos nos ayudamos’
Calonge no está tan equivocada en sus apreciaciones. Cuando la profesora comenzó a dar ánimos a cada uno de sus estudiantes, implicó algo que para la especialista es fundamental: el apoyo del entorno escolar y, claro está, del familiar. “Nosotros aquí estamos para escucharnos, yo creo que nos podemos ayudar entre todos, Miss. Aquí entre todos nos ayudamos”, mencionó Natalia, al tiempo que cerraba su micrófono y me miraba esperando que asintiera con la cabeza. Así lo hice.
El niño debe saber que el adulto está disponible y que le escucha, que está ahí para cuando lo necesite. Ese es el principal factor para que cualquier menor pueda atreverse a dar el paso para comenzar a vivir el duelo y, por ende, superarlo con el paso del tiempo.
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Foto de portada: Efe.
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