Ser estudiante y tener la edad o los medios suficientes para dedicarte exclusivamente a tu educación, es vivir un idilio. Es como estar enamorado durante los primeros meses de una relación apasionante; no ver más allá de tu nariz y confundir todo panorama con dulzura. Es admirar con nubosidad el horizonte sin saber que allá se esconde el porvenir y que éste difiere con frialdad de lo que esperamos. Entras a clases, no entras a clases, platicas con profesores, investigas en la biblioteca, vas de fiesta y fantaseas con tu vida profesional. Lamentablemente, como en cualquier infatuación, llega el momento de la verdad: egresas, obtienes un título y sales a buscar trabajo. Sólo para darte cuenta de que nada de lo que te planteaste se obtendrá con facilidad o, en el peor de los casos, se cumplirá del todo.
Contexto
No hay imposibles. Por supuesto, pero incluso respirar se torna complicado cuando enfrentas por vez primera esa necesidad de forjar un currículum, ganar experiencia y sostener, aunque sea, tus necesidades básicas. Puede que esto se tome como una exageración brutal y sin embargo resulta muy cierto en determinados escenarios. La única pregunta entonces es ¿por qué sucede?
Cientos, miles de veces, nos hemos trazado un criterio donde es evidente que en la academia no nos forman con el completo de herramientas necesarias para tomar al mundo entre nuestras manos y hacerlo propio. Sí, las quejas se han hecho escuchar y estamos seguros que las autoridades educativas han tomado notas; no obstante, el problema de desempleo y desencanto entre los graduados aumenta cada vez más al intentar insertarse en el ámbito laboral.
El incremento de empleos a lo largo y ancho del mundo –en caso de ser cierto– al parecer no ha dado los tintes correctos para cubrir la demanda de talentos en las empresas que abren sus puertas. Si ponemos México como uno de los ejemplos en este caso, observaremos que a pesar del gran número de titulados universitarios, la crisis por el desempleo prevalece y se mantiene como una preocupación casi irresoluble.
Por qué
De acuerdo con empresarios y personas que se encargan del reclutamiento profesional en diversos campos de desempeño, el conflicto está relacionado directamente con un aprieto de naturaleza educativa al no encontrar lo que realmente están buscando en un solicitante.
Podrá parecer una gran mentira si, sobre todo, analizamos dicha declaración desde el panorama donde son los mismos sujetos que no contratan son quienes emiten observaciones así; sin embargo, suficiente razón tienen al apuntar que las instituciones universitarias son los puntos de arranque para un declive en el destino de los profesionistas.
La piedra angular para este puente desde el que se avientan las ilusiones y las necesidades de trabajo es que, de manera arcaica, programas de estudio y profesores se empeñan en adoctrinar con relación a las hard skills –habilidades técnicas o informáticas– y las teorías poco aterrizadas; pasando por alto que la escena laboral actual necesita de seres humanos con amplio desarrollo y formación de soft skills.
¿A qué nos referimos con esto? Primero, que existe una clara deficiencia o relación coherente entre generadores de empleo y formadores de profesión; segundo, que atendiendo a estos rubros, además de las exigencias propias de la época, si no cuentas con un manejo óptimo de las siguientes habilidades “soft”, seguro fracasarás al buscar trabajo.
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3. Pensar de forma crítica
Para las compañías actuales o que se dedican plenamente al mundo contemporáneo (empresas millennial o de interdisciplina) cada vez más es indispensable un reclutamiento de personas entusiastas que sean capaces de mirar con ojos distintos. Que tengan un pie “fuera de la caja” y su mente sea tan ágil como para analizar todas las perspectivas, aristas y planos de una situación concreta; convertirla en algo blando, transformarla en materia aprovechable sin miedo al riesgo o a la reiteración de intentos.
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2. Resolver problemas de forma creativa
Porque los manuales o las guías operativas son útiles, pero no lo son todo. Un nuevo trabajador debe representar hoy unas manos brillantes y un pensamiento genial que no se frustre ante la adversidad, pues cuenta con la agudeza sagaz de moldear cualquier cosa en una oportunidad. Y no sólo eso, sino que cuenta con el talento para reconciliar el espacio rígido de una oficina con múltiples posibilidades de esparcimiento, colaboración, liderazgo compartido, diversificaciones, revoluciones procesuales e ideas interesantes.
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1. Escribir correctamente
Un punto que muchas personas han perdido en el camino y que prácticamente en todas las escuelas se ha solapado es aquel que concluye en una mala escritura. Redacción, ortografía, calidad caligráfica y demás. Escribir es más importante hoy de lo que pensamos; es decir, siempre lo ha sido, pero desde que se priorizan las habilidades de comunicación e interpersonales al contratar a una persona, plasmar ideas en un papel o monitor, compartirlas, debatirlas, defenderlas y trasladarlas a un proyecto es primordial.
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Si lo analizamos con suavidad, poco a poco, es claro lo que se necesita en México y otros países que atraviesan la misma nebulosidad. Cooperación conjunta entre empresas y líderes educativos para diseñar tanto una buena gestión de talentos como una estrategia coherente de acompañamiento en el sector laboral. Un cúmulo de programas donde, sí, la técnica ocupe su lugar privilegiado de siempre, pero sobre todo se enfoque ahora en proporcionar adiestramientos útiles en el campo del talento humano-cognitivo-emocional en vez de sólo fijar la mirada en lo procesual.
Según Ashoka –organización de emprendedores– y la opinión de expertos o estudiosos mediante el New York Times, la Forbes, el Standfrod Social Innovation Review y el St. Louis Community College, estos son los parajes clave para situarse exitosamente en los territorios profesionales hoy. En México y Latinoamérica es claro que nos hemos incluido a tal esquema, pero ¿qué hace falta todavía para una cohesión perfecta de sus demandas y medios?