Las maneras en las que el talento es percibido en el mundo moderno pueden ser sumamente injustas. Por un lado es imposible negar cuando ves a alguien talentoso, y por otro medir el talento puede ser imposible, a menos que el contexto en el que se desarrolla dicha habilidad tenga un sistema preciso y cuantificable.
Alguna vez el futbolista portugués Cristiano Ronaldo declaró: “parece que soy una mierda, pero los número no engañan”, y tiene razón. Aunque muchos critiquen su estilo de juego, la evidencia es innegable; los goles están de su lado y su increíble sueldo de 32 millones de euros anuales son consecuencia directa de su efectividad.
Uno de los primeros encuentros que tenemos con el talento y su medición es, precisamente, cuando practicamos algún deporte en la primaria. Aún somos unos niños cuando comenzamos a notar las virtudes de la gente que nos rodea, inmediatamente comenzamos a medir, a competir, surgen ganadores y perdedores. El talento hace la diferencia en el resultado final, el goleador de un equipo se llevará los aplausos y la atención del público; no se tomará en cuenta si es un buen compañero o un gran líder, la meta es ganar. ¿Y cómo se gana? Pues metiendo goles, el talento se ve reflejado en una medida concreta y cuantificable.
Pero existe también el talento intangible que resulta más difícil de percibir, como en las artes. Aquellos talentos donde “el mejor” lo deciden personas bajo un criterio relativo y variable. Ahí es cuando la meta deja de ser ganar y se convierte en una misión agridulce; debes dar lo mejor de ti, hacer lo mejor que puedas hacer con tu talento y esperar que el mensaje sea recibido y valorado.
Decimos agridulce porque ni el mejor trabajo sabe a triunfo cuando no es bien remunerado, o al menos reconocido. Es por eso que profesiones como la Arquitectura, la Literatura o alguna otra cuyo proceso de valoración dependa de la subjetividad, pueden llegar a ser frustrantes para los creadores. No es casualidad que los grandes artistas normalmente mueran en la miseria y los grandes deportistas vivan en la gloria. Cuando algo se puede cuantificar se vuelve innegable.
Vivimos en un mundo en el que, para bien o para mal, los artistas más reconocidos normalmente no son los mejores artistas, son sólamente buenos artistas con habilidades para el marketing. No lograrás nada si no sabes venderlo, si tus creaciones se vuelven logros personales te morirás de hambre. A pesar de estas crudas realidades, existen formas en las que podemos contrarrestar las desventajas y demostrar que nuestro trabajo tiene calidad. A continuación, te compartimos 5 consejos para que tu talento no se desperdicie:
1. Navega entre los estilos como un sinvergüenza
Ya sea en la Arquitectura, la Pintura o en cualquier disciplina donde domina la intangibilidad, los estilos se crearon en gran medida para definir lo que es de calidad o lo que carece de ella; pero romper con el paradigma de los estilos también te puede llevar al éxito. El mejor ejemplo de osadía para navegar entre estilos son The Beatles, que pasaban entre canción y canción de lo psicodélico a lo romántico. Así la banda inglesa logró que fuera muy difícil etiquetar su estilo y su música se valoraba simplemente por su sonido, y no porque pertenecieran a tal o cual género. Cuando pisas distintos terrenos con frecuencia a la gente le costará trabajo etiquetarte y, si tu trabajo ha sido bueno, esa transición dará más valor a tu talento.
2. Conoce a tus audiencias más radicales
Uno de los mejores ejercicios para generar un sentido crítico es escuchar a personas radicales, conocer sus argumentos y analizarlos. Cuando aprendes a distinguir el negro del blanco podrás navegar entre grises, así tendrás un panorama más amplio sobre cómo puede ser percibido tu trabajo. Podrás hacer un trabajo de calidad si conoces a tus audiencias más radicales, eso te dará control y seguridad al momento de crear.
3. Descubre a tu “vaca morada”
Como bien lo plasma el gurú del marketing, Seth Godin, en su libro “The Purple Cow”, para destacar en este mundo de sobresaturación de propuestas tenemos que lograr que nos volteen a ver. En un contexto donde el mejor es imposible de medir, el simple hecho de llamar la atención te pondrá en el mapa. De ahí en adelante el trabajo consistirá en permanecer siendo relevante. Debes lograr que tu obra sea una vaca morada entre el ganado.
4. Persigue las medallas de oro
Puede ser patético y muy cansado perseguir el reconocimiento de los demás, incluso puede desvirtuar completamente tu trabajo; sin embargo, debes lograr identificar aquellas aprobaciones que te ahorren el trabajo de ser agradable para todos. Sean publicaciones en revistas importantes, premios o reconocimiento público de algún nombre bien posicionado, esas medallas tienen mucho peso y son más fáciles de conseguir que agradarle a las masas.
5. Enfócate en el 2%
Muchos conocen la regla 80-20, pero es menos popular la teoría de que si te enfocas en el 2% de tu audiencia más leal perfeccionarás tu trabajo exponencialmente. No se trata de conocer superficialmente a ese 2%, sino de reconocer sus gustos, sus inquietudes, sus miedos, convertirte en su amigo, hacerlos parte de tu trabajo, saber sus expectativas, sus deseos y aspiraciones. Es un esfuerzo constante que dará rumbo a tu trabajo y creará audiencias que se encargaran de hacerte publicidad de boca en boca, eso es invaluable.
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El liderazgo y la creatividad son los mejores aliados del talento. Existen muchas películas que hablan sobre cómo ser un buen líder. Además, la creatividad te puede ayudar no sólo en la creación de tu obra, sino también al momento de visibilizarla. Da click aquí para conocer 8 formas en las que puedes convertir la ansiedad cotidiana en creatividad