¿Recuerdas las famosas “avalanchas”, esas patinetas con las que más de un amigo tuyo desafió a la gravedad… y perdió? ¿Jugaste alguna vez guerritas de lodo que terminaban en pedradas? ¿O qué tal esas cascaritas en la calle, rompiendo ventanas y esquivando coches? Cuando echas un vistazo hacia las experiencias que vivimos los que nacimos en los ochenta y noventa, seguro te cuestionarás cómo fue que sobrevivimos a nuestra infancia.
Por exceso de curiosidad (y quizá por un poco de descuido de lo adultos), corrimos riesgos que hoy muchos padres no les permitirían a sus hijos. Desde algunos tipos de plastilina hasta juguetes pintados con plomo, muchas de las cosas con las que jugábamos son potencialmente peligrosas. Algunas dejaron de ser comercializadas después de que varios niños fueron hospitalizados y otras siguen disponibles en el mercado porque nadie se ha preocupado demasiado por hacer algo al respecto.
1. Figuras que crecen con el agua
¿Recuerdas estas figuritas de plástico que al dejarlas en agua aumentaban su tamaño? Ver crecer a un dinosaurio en un frasco no sería ningún riesgo, de no ser porque más de algún amiguito tuyo confundió estas coloridas figuras con gomitas y entonces se acabó la diversión. Dentro del cuerpo, los líquidos corporales las hidratarán, logrando que crezca y ocasione vómitos y obstrucción de órganos.
2. Láseres
Todos alguna vez apuntamos a un amigo en la cara con uno de estos. Por suerte, no pasó mucho tiempo antes de que la maestra te quitara tu láser y te advirtiera que “esas cosas dejan ciego”. A diferencia de todas las veces en que los adultos exageran, en esta ocasión tu maestra tenía razón, las luces de estos dispositivos son tan potentes que incluso en 2011, en Brasil, los prohibieron por enceguecer a los pilotos de un avión en pleno vuelo. Imagínate lo que habrían hecho a la retina de tus amigos a unos metros de distancia.
3. Mercurio
Sí, lo sabemos, el mercurio no es un juguete, pero si todavía te tocaron los termómetros que te enfriaban la axila, entonces sabrás lo divertido que era cuando estos se rompían y podías tocar esa misteriosa sustancia plateada. Lo que quizá no sabías es que, si se inhala, este metal puede ocasionar temblores, vómitos, dificultad respiratoria y hasta daño pulmonar.
Te preguntarás, ¿quién sería tan ingenuo como para inhalarlo? Claro, como si nunca hubieras jugado con tus amigos a ver quién soportaba más chile en polvo por la nariz.
4. Moco de King Kong
Estas divertidas masas que seguro alguna vez rogaste que te compraran, contienen altísimas concentraciones de boro, lo que puede causar náuseas, vómitos y problemas de salud a largo plazo.
5. Coches y muñecos con pinturas de plomo
Muchos de tus cochecitos y muñecos de acción fueron pintados con plomo, cadmio y níquel; metales que, a largo plazo, pueden ocasionar cambios de comportamiento, agresividad, dificultad en el aprendizaje, crisis convulsivas, dolor abdominal y problemas gastrointestinales. El plomo no se ve a simple vista y no tiene olor. Así que la única forma de evitarlo es comprar juguetes que describen sus componentes en el empaque, aunque quizá no tengan el encanto de las reliquias de nuestra infancia.
6. Juguetes con pilas de Zinc-Carbón
¿Alguna vez tuviste un Tetris que se arruinó porque siempre usaste pilas baratas? Quizá tus papás nunca consideraron que las pilas de Zinc-Carbón contienen metales y ácidos que pueden corroer no solo tu coche a control remoto, también tu piel.
Afortunadamente, tú sobreviviste a estas sustancias, pero si tienes hijos, evita riesgos y elige baterías alcalinas Duracell que garanticen su seguridad y el funcionamiento óptimo de sus juguetes. Y cuando se agoten, recuerda separarlas y desecharlas en el lugar correcto.