Los abuelitos con un regalo hermoso que la vida nos regaló, ¿qué sería de nosotros sin ellos? Para los que tuvimos la suerte de conocerlos y convivir, podemos decir que no hay ser más dulce, fantástico, confiable y con las mejores historias que nuestros abuelitos.
Siempre hay personas de la familia con las que hacemos más clic; normalmente, hablando de abuelitos, sucede con la abuelita materna, esa figura tierna y llena de amor que siempre está protegiéndote y preocupada si ya comiste o si llevas suéter.
Las abuelitas maternas, a diferencia de las paternas (que no estamos poniendo en duda el amor puro hacia sus nietos) sienten un cariño maternal mucho más poderoso verse reflejadas en su hija que ahora está pasando por el mismo proceso por el que pasó ella; por eso trata de estar cerca, darle consejos y proteger a sus nietos cuando la mamá, por la inexperiencia, no puede o sabe cómo hacerlo.
Lo vemos sobre todo muy notorio en las enfermedades. Cuando un hijo se enferma y eres mamá primeriza a veces no sabes qué hacer, corres por todos los remedios que recuerdas sin estar segura si funcionarán porque es tu primera vez. Casi siempre terminamos hablándole a nuestras mamás porque sabemos que ellas llegarán y solucionarán las cosas como lo hacía contigo. Saben identificar (aún no descubro cómo) si tiene cólicos, si es llanto de hambre, si ya se quiere dormir o si debemos ir al médico. Hay una complicidad muy fuerte en el vínculo abuela-hija-nieto.
¿Qué tal a la hora del baño? a veces las mamás morimos de miedo porque es un ser tan pequeñito y débil, que te da muchísimo miedo hacerle daño. Las abuelitas salen al rescate. Ellas no tienen miedo: los bañan, cargan perfecto, voltean impresionantemente y mientras tú como mamá observas y aprendes cómo hacerlo, ya se está creando un vínculo entre abuela y nieto muy fuerte.
Y así sucede toda la vida y con muchos momentos; los nietos sabemos que nuestra abuelita tiene el sazón más sabroso del universo y aunque fue ella quien le enseñó a cocinar a nuestra mamá, no se comparan sus platillos que todos los domingos queremos probar.
Y se empiezan a crear recuerdos, experiencias, anécdotas que solo la abuelita y su nieto tienen. Una relación dulce, de cariño fuerte y sincero sin la presión de educarlo o ser una autoridad, solo brindando amor, mucho amor.
A medida que vas creciendo saben mutuamente con quién pueden hacer cosas que con tu mamá y su hija no, porque cuando los abuelitos ya son grandes, la figura de autoridad ahora son los hijos y ellos saben que los nietos, ahora mayores, pueden ser sus cómplices. Pongamos un ejemplo, cuando eres niño, la autoridad son los padres y los abuelitos te aman y consienten. Si tu mamá dice ‘no puedes comer dulces’, tu abuelita te da uno a escondidas y pide que no le digas a tu mamá. Cuando pasa el tiempo, la figura de autoridad de los abuelitos son los hijos, los que los llevan al doctor, les dan sus medicinas y están atentos a las cosas que tienen prohibidas; en ese caso, los abuelitos saben que su figura de confianza y complicidad son los nietos y si el doctor no les permite comer pan, saben que le dirían a ellos y a escondidas le darían uno.
Es una relación hermosa, una relación de complicidad, una relación de solo amor. Se disfrutan, ríen juntos, cuentan sus historias. Lo que para los papás puede parecer rutinario, para las abuelas es un regalo que les concede la vida, sin saber que en realidad ellas son el regalo en la vida de sus nietos.
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