No fue mucho. Solo unas horas el 4 de octubre las aplicaciones Facebook, Instagram y WhatsApp sufrieron una caída que los dejó inservibles. El mundo colapsó. ¿Qué hacemos ahora? ¿Cómo es la vida sin redes sociales? Qué complicado y sorprendente ¿verdad? hace algunos años no teníamos ni idea que llegarían a nuestra vida redes sociales que nos mantendrían pegados a los dispositivos días y noches. Mucho menos creímos que sin ellos sufriríamos. Nuestra salud se vería afectada, nuestros nervios se exaltaran y sufriríamos de ansiedad y desesperación.
Solo bastaba recorrer las otras redes sociales como Twitter, LinkedIn o Snapchat. Todo mundo hablaba de la caída. Por supuesto que los memes no se hicieron esperar -como buenos mexicanos- y la necesidad de seguir conectados estaba más intensa que nunca. ¿Qué pasaba, Mark Zuckerberg? No teníamos explicaciones, simplemente se habían ido de nuestras vidas. Regresarían, por supuesto que estábamos confiados, pero ¿qué tal unas horas después? el comentario constante era ‘ya duró mucho’. Ya no recordábamos cómo era nuestra vida sin ellas. Cómo es platicar un rato con los que están frente a nosotros y olvidar a los que están lejos. Qué ansiedad. Qué estrés. Qué desesperación.
Las horas seguían pasando. Los canales de comunicación seguían ampliándose. Necesitábamos comunicarnos. Regresábamos constantemente a las aplicaciones para ver si ya funcionaban y descubrimos que otras cuántas tenían chats que no habíamos usado antes. Ahí encontramos refugio, algunos para la escuela, otros para el trabajo y muchos otros solo como ocio.
Qué intensa es la vida para esta generación. Qué nervios afectados. Solo unas horas bastaron para que se volviera una locura. Nuestra salud física es tan importante como la mental y la segunda sufrió aquel día. Sí, aunque no lo creamos o quisiéramos aceptar. Buscamos salidas, alternativas que nuestro ser digital necesitaba. Le urgía estar conectado así como nos hemos mantenido por años con nuestras vidas públicas y poca seguridad con nuestros datos.
Qué débiles. Qué pequeños. Qué ¿avanzados? no sé si llamarle avanzados porque simplemente se fueron por unas horas y ¡boom! nuestra salud mental colapsó.
Finalmente regresó y los comentarios de alivio no se hicieron esperar. Qué fuerte pensar que unas horas sin redes sociales nos afectaron tanto. ¿Qué está pasando con nosotros que hemos olvidado las charlas y carcajadas para darle paso a chats y emojis? Coleccionamos stickers en vez de coleccionar abrazos. Buscamos publicaciones en vez de un saludo de frente. Necesitamos publicar nuestro día a día en vez de mantenerlo privado y disfrutar las cosas que vemos, sentimos y nos hacen tener paz mental.
Ahora estamos aquí, leyendo un texto que vemos a través de un dispositivo con un constante ‘sí es cierto’ en la cabeza que nos pone a pensar lo mucho que hemos dejado atrás con la era digital. Ya no sentimos pieles, ya vemos Photoshop. Nos falta el calor de la gente, nos falta sentir el aire, el sol y la lluvia pero lo hemos cambiado por likes, comentarios y publicaciones. Qué intensa la vida ahora, la vida digital.