Yo nunca quise que mi hija creciera con padres divorciados porque yo pasé por eso, sin embargo, cuando el amor se termina, se termina y no hay nada que se pueda hacer al respecto.
Cuando lo conocí me prometí a mi misma que no cometería los mismos errores de mis padres, a él sí lo veía conmigo para siempre, como el padre de mis hijos y como el mayor confidente pero a veces el amor no es suficiente.
Por más que lo intentamos, de pronto nos dimos cuenta que simplemente ya no éramos felices y lo único que nos tenía juntos era ser los padres de una hermosa niña, a quien procreamos con todo el amor del mundo.
Fue eso lo que nos hizo pensar que la mejor decisión era que ella nos viera felices aunque no estuviéramos juntos, ella se convirtió en nuestro lazo eterno y lo sabíamos perfectamente, por eso decidimos actuar de forma madura, cada uno por nuestro camino pero sin dejar de ser un equipo, los padres que ella merecía.
Y es que… ¿de qué sirve tener unos papás casados cuando no son felices? Estamos criando a una mujer que en un futuro merece ser amada, respetada, valorada y amada, es por eso que la responsabilidad que tenemos es aún mayor.
No puedes estar en un matrimonio infeliz solo por tus hijos
A veces pensamos que los niños no se dan cuenta de lo que pasa pero lo cierto es que ellos están conscientes de lo que sucede y sienten desde que están en el vientre, nuestra hija lo sabía, sus papás ya no estaban a gusto, ya no estaban felices, quizá había cariño y respeto pero ya no era lo mismo.
Decidimos ser amigos no por querer aparentar y hacernos los papás divorciados “cool” sino porque descubrimos que eso nos hacía sentir tranquilos y en paz, lo mismo que transmitíamos a nuestra hija, quien nos dio una gran lección al aceptar el divorcio con la mayor tranquilidad.
Ella disfruta de su mamá y también de su papá, sabe que tiene el amor de ambos, que puede contar con los dos en cualquier momento. Los dos decidimos llegar a un acuerdo fuera de juzgados y papeleos, nos hacemos responsables de ella y actuamos con madurez, como siempre debería ser.
Yo no quería que mi hija creciera con papás divorciados como yo lo hice pero conforme vas madurando te das cuenta que los niños no tienen que cargar con los errores de los adultos, yo tuve el trauma que me pesó por años y yo no quería que mi hija pasara ni cargara con eso.
Tomar la decisión de ser amigos y tener una relación respetuosa y madura fue lo mejor que pudimos hacer por nosotros pero también por ella, lo más importante para los dos; fue una niña a quien siempre deseamos y procreamos con todo el amor del mundo, jamás nos arrepentiremos de ella.
De vez en cuando compartimos momentos felices juntos los tres, ya no hay amor pero sí hay cariño, admiración y respeto, somos sus papás y ese lazo que tenemos nada ni nadie lo podrá romper. Sabemos que estamos en esta aventura juntos para siempre, así lo decidimos y de ello estamos conscientes.