Foto propiedad de PEXELS
Conectamos desde el momento que nos conocimos, cuando ni siquiera eras del tamaño de un zapato. Llegaste a mi vida de una forma sumamente inesperada, no pasaba por mi mente adoptar una mascota ni mucho menos un gatito, incluso debo confesar que ni siquiera era el plan inicial pues mi pareja de aquel tiempo te había adoptado después de que fuiste rescatada de un bote de basura donde alguna persona sin corazón decidió dejarte a lado de tu hermanito. Supuestamente te quedarías con ella mientras yo solo te cuidaría los fines de semana; sin embargo, tú tenías otra idea: desde el primer momento tú y yo nos hicimos inseparables. Tú, toda chiquita, no querías irte de mi lado al terminar el fin de semana y yo solo contaba los días para volverte a ver.
Después de unos meses la decisión fue inevitable: decidimos que te quedarías conmigo los 7 días de la semana. Honestamente no sé cómo pasó pero sin saberlo, empezaba una época donde seríamos tú y yo para siempre.
Ahí estuviste, en las mejores y en las peores con tu carácter tan fuerte. Nunca te gustó que te cargara pero yo no podía evitarlo, solo quería abrazarte y llenarte de ese amor que me hacías sentir. Siempre te vi como mi pequeña, no solo mi mascota, sino como parte de mi familia. Despertabas en mí un instinto paternal hermoso, ese que no conocía.
Foto propiedad de PEXELS
Cuando salía de viaje o pasaba más de un día fuera de casa nunca dejé de extrañarte y tú no me lo perdonabas, notaba tus arrebatos aunque siempre estabas acompañada y más temprano que tarde estaríamos de nuevo jugando.
En los momentos más difíciles estuviste a mi lado, parecía que entendías pues siempre que de alguna forma mi ánimo estaba bajo, no pasaría mucho tiempo antes de que escuchara tu maullido afuera de mi cuarto, al abrir la puerta te vería con esa mirada tan hermosa que no puedo describir, viéndome fijamente por un momento y saltar corriendo al siguiente para que yo te persiguiera. Infalible tú, siempre que me sentía triste ahí estabas para jugar conmigo y por el resto de mi vida estaré agradecido.
Formaste una relación muy interesante con nuestra perrita aunque al principio no se llevaban nada bien, al final fueron inseparables y aunque siempre fuiste brusca con ella, había una sensación de hermandad entre ustedes. Fue muy notorio cuando ella murió. No olvidaré cómo la buscabas en los lugares donde solía estar y te ponías a maullar, incluso el día que trajeron la urna con sus cenizas te acercaste, la olfateaste y comenzaste a ronronear.
Foto de PEXELS
Pasamos 10 años maravillosos juntos, aunque al final tu salud poco a poco decaía más. Empezaron a surgir problemas renales cada vez más frecuentes y no importa lo que sucediera, ahí estaría yo, llamando al veterinario, luchando contigo y tu fuerza para darte esa lata de comida que tanto odiabas pero era necesaria y mientras nos llenabas la ropa de rezagos de paté o medicina; al final siempre salías adelante, siempre fuiste una luchadora y nunca te rendiste.
Hasta que un día todo cambió…
La insuficiencia pre-renal que te había detectado el veterinario y que te tratamos por muchos años, comenzó a afectar más y la mejora cada vez se veía más lejos. Nunca voy a olvidar esa semana de enero, apenas empezando el año, donde los dolores para ti eran insoportables y las medicinas menos efectivas, fue así como tu médico, una madrugada de miércoles, sugirió que te lleváramos al hospital veterinario pues tu estómago se había inflamado como un globo y no se sentía normal. De ahí todo fue muy rápido…
Pasaste un par de días internada, decaída, con suero y sedada, para mí fue algo sumamente doloroso. Me era difícil verte pero todo el tiempo te tenía en la mente, solo pensando en irte a ver. Lo hice lo más que pude; sin embargo, en la madrugada del viernes recibí la llamada del doctor: pidió que nos preparáramos para irnos a despedir.
Foto de PEXELS
Mi corazón se hizo pedazos y sentí como si arrancaran una parte de mi alma. Mi madre, con quien también habías generado un vínculo muy especial, no sé de dónde consiguió fuerzas pero fuimos juntos a verte por última vez. Ahí tuviste un momento de lucidez, nunca olvidaré tu mirada cuando me viste, con esa emoción en tus ojos solo podía notar que sentías una ilusión, yo solo pude decirte:
«Sí bebé, ya nos vamos a la casa…»
Te abracé con todo mi amor mientras la doctora aplicaba la última inyección. Solo podía hablar contigo, tratando de decirte (y decirme) que todo estaría bien. El tiempo dejó de correr cuando tu corazón ya se había detenido.
Regresando a la casa estábamos en shock, realmente en shock, apenas podía comprender lo que acababa de suceder y aún te buscaba en la casa teniendo la esperanza de que todo fuera un sueño y te encontrara ahí. ¿Sabes? creo que todavía lo hago a veces, a pesar de que ya pasaron casi dos años de tu partida. Todavía te pienso todos los días, te tengo en mi corazón y te extraño, pero ¿sabes algo más?
Además de extrañarte y pensarte, estoy agradecido contigo, por haber llegado a mi vida, por haber tenido ese vínculo tan especial, esa conexión. Sí, cuando lo siento me permito llorarte, pero siempre trato de honrar tu memoria siendo feliz, pues eso fue lo que siempre me trajiste: felicidad. Eso es lo que significas en mi vida y cada que sonrío, en cada chispa de alegría, sé que estas ahí.