La historia del blanqueamiento de dientes es más vieja de lo que se puede pensar. La preocupación de las personas por lucir una sonrisa reluciente ha existido desde siempre. Constancia de ello, son los rudimentarios remedios que solían emplear algunas culturas antiguas.
Los médicos romanos, por ejemplo, aconsejaban aplicar orina, ya que de alguna manera, descubrieron en ella, además de propiedades antisépticas, un elemento que actuaba como blanqueador dental: el amoníaco. Por su parte, los egipcios utilizaron una pasta abrasiva compuesta de diferentes piedras de origen volcánico, como la pumita o piedra pómez, a la que añadían vinagre de vino.
Durante la edad media, otra manera de hacerlo fue mediante lijas metálicas, con ellas se limaban los dientes para desgastar la capa más próxima, es decir, el esmalte, para luego suministrar una solución de ácido nítrico; un procedimiento que actualmente sería muy dañino, pero que en su momento resultaba efectivo.
Con los avances en la tecnología aplicados a este campo, las opciones son muchas. Actualmente, lo más usual es encontrar métodos que usan potentes agentes químicos, o técnicas más avanzadas con láser o luz led.
En cualquiera de las prácticas mencionadas, anticuadas o modernas, la finalidad era y es conseguir la estética dental. Hasta nuestros días, el principio básico se mantiene: aplicar un producto que erradique las imperfecciones o las manchas que brindan mal aspecto.
Es por ello que enseguida se presentan algunos remedios caseros para blanquear los dientes, con los que se pueden obtener resultados satisfactorios, además de un menor gasto.
¿Cómo blanquear los dientes con limón?
Las propiedades ácidas de este fruto son buenas para combatir las manchas, así como también el sarro acumulado. Basta con exprimir un limón y cepillar cada pieza dental con el jugo; después realizar un enjuague. Se recomienda hacerlo dos o tres veces por semana, ya que aumentar la frecuencia puede dañar el esmalte.
¿Cómo blanquear los dientes con bicarbonato?
Uno de los mejores remedios caseros para esta tarea es el bicarbonato de sodio, ya que funciona como si fuera un exfoliante, debido a sus pequeñas partículas. A medida que un diente pierde minerales y se vuelve más poroso, es más fácil que se manchen.
Lo más sencillo de realizar es mezclar ¼ de bicarbonato con ¼ de agua, revolver hasta conseguir una consistencia pastosa. Después cepillar los dientes durante dos minutos y enjuagar intensamente. Se puede realizar una vez a la semana y prolongar su uso algunos meses hasta obtener los resultados deseados.
Además se puede combinar con otros componentes para aumentar su eficacia. Si se le agrega limón, juntos hacen un compuesto más poderoso, aunque su utilización no debe ser excesiva por la abrasión que se puede llegar a tener. En caso de optar por esta alternativa, se debe revolver una cucharada de bicarbonato con la misma cantidad de jugo de limón recién exprimido, hacer una pasta, cepillar y enjuagar.
¿Cómo blanquear los dientes con aluminio?
Este método se relaciona con el anterior. Lo que se debe hacer es adicionar a la pasta de uso común, una pequeña cantidad de bicarbonato. Después, con un trozo de papel aluminio, hacer un molde que cubra la dentadura. Posteriormente colocar un poco de pasta en el molde del lado interno, el cual estará en contacto con los dientes. Se debe dejar la cubierta de aluminio por una hora, para después enjuagar. Se recomienda hacerlo dos veces al día, durante una semana.
Cualquiera de las soluciones que se mencionaron pueden resultar muy convenientes, aunque hay muchos más remedios que en el siguiente video se muestran y que valdría la pena intentar.