Lo sientes diferente.
Su contacto visual ya no se siente igual. Te mira de forma distinta. Su mano ya no te toma con fuerza sino que se desliza hasta soltarte, forzándote a sostenerla, haciéndote seguir insegura sobre sus sentimientos. Te dices «no pasa nada, es sólo una fase», y no te quieres quejar porque no quieres ser de los intensos que pelean y reclaman todo el tiempo. Sin embargo, lo pierdes. Lo ves partir de tu ser y aunque quieres sostenerlo, no puedes hacer nada. «¿Acaso todo terminará aquí?».
«Estoy bien», te dice, pero sus acciones dicen algo distinto. Quita su boca cuando lo besas, no lo sientes frente a ti, sino en otro planeta. Es como si su silencio te dijera más de lo que quieres escuchar. Pero a veces es mejor saber esperar a que todo termine en una explosión. Y es que si hace algunas de las siguientes cosas, quizá sea un aviso del dolor que está por venir.
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Dice las siguientes cosas:
¿No te aburres de estar conmigo?
Tengo miedo de que conozcas a alguien mejor que yo.
Siempre hacemos lo mismo, ¿no?
Nos conocimos muy chicos.
No te merezco.
Eres la persona perfecta en el momento equivocado.
¿Alguna vez has pensado en salir con alguien más?
No quiero robarte tu juventud.
Tú y yo sabemos que no estamos en el mejor momento.
Necesito aprender a quererme más.
¿No te dan ganas de conocer otras personas?
Sugiere tener una relación abierta.
Sugiere un trío.
Se queja de la rutina pero no ofrece una solución.
Te dice que necesita un tiempo.
Habla mucho de alguien más.
Se arregla para salir con otros pero no contigo.
El sexo ya es aburrido y no quiere intentar nada nuevo.
No quiere salir a lugares nuevos.
Ya no te lleva con su familia o amigos.
Te responde con groserías o una constante mala actitud.
Prefiere estar en el trabajo.
Ya siempre se queja.
Siempre te deja en visto.
Dice que ya no tienen nada de qué platicar.
Ya no quiere verte nunca.
Interrumpe los besos o se quita cuando quieres hacerlo.
Ya no quiere ponerte atención cuando antes lo hacía.
Se duerme mucho antes que tú.
Te dice que se va a dormir y sigue conectado.
Te habla demasiado de otras personas.
Tarda demasiado en contestarte.
Ya no se esfuerza en el sexo.
Todo compromiso es mejor que tú.
Siempre habla de lo que quisiera hacer y no te incluye en sus planes.
Duele ver todo esto. Quizás incluso más que quedarse solo. Porque vemos desaparecer frente a nuestros ojos todo lo que nos hizo felices. Nos hace sentir débiles; incapaces de rescatar la relación y seguir adelante; inútiles y desesperanzados. Lo peor es que aunque vemos estas señales, no hacemos nada y sólo esperamos el final inminente. El momento en el que finalmente acepte que no está bien, que está aburrido y que quiere irse y no vernos nunca más.