Cuando miro con cuidado
¡Veo florecer la Nazuna
junto al seto!
—Basho, poeta japonés del siglo XVII
Flor en el muro agrietado,
Te arranco de las grietas;
te tomo, con todo y raíces, en mis manos, florecilla —pero si pudiera entender
lo que eres, con todo y tus raíces y, todo en todo,
sabría qué es Dios y qué es el hombre.
—Alfred Lord Tennyson, poeta inglés del siglo XIX
Dos poemas, dos escritores distintos. Ambos hablan sobre una flor, ¿cuál es el alboroto? Nada más y nada menos que estos dos pequeños versos, reflejan de manera puntual las diferencias entre Oriente y Occidente. Al menos así lo ve D.T. Suzuki, un filósofo japonés que encuentra en ellos dos maneras completamente distintas de ver el mundo.
Según su análisis, el poeta occidental arranca la flor, no hay un vínculo con la naturaleza como lo hay en el primer caso. La manera de expresión de ambos versos también marca una enorme diferencia; mientras que el primero deja que los signos de admiración hablen por él mismo —y enuncien sin palabras la emoción— en el segundo caso esto no es posible, hay una urgencia de verbalización, de hablar, de interpretar, de separar.
Existen enormes diferencias entre el pensamiento de ambos, por lo tanto, es normal que, en la práctica, también existan notables alejamientos. En el caso de las rupturas amorosas, por ejemplo, esto se hace muy evidente.
Si bien en el budismo primigenio no encontramos nunca cosas como “pasos para superar una ruptura”, “cómo encontrar al amor de tu vida en diez sencillos pasos” y tampoco “inteligencia emocional” —debido a que este es un concepto creado por la psicología estadounidense— millones de personas han reinterpretado las premisas básicas del budismo para hacer funcionar mejor sus vidas.
El budismo, que es sólo una de las corrientes filosóficas de Oriente, sostiene que el deseo es la fuente del sufrimiento. Este deseo no es sólo es un deseo sexual o material; se trata de un deseo en general; tanto por la existencia como por la no existencia. Esto se traduce en una inclinación y ésta, a la perturbación mental. Contra ello, pueden resumirse algunos pasos para superar una pérdida:
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Acepta
Las cosas no te van a pedir permiso para suceder; la vida tiene su propio ritmo, su manera de ser. Tu voluntad no tiene ninguna soberanía ni potestad sobre ello. La resistencia que pongas para que las cosas no cambien, además de ser completamente inútil, sólo te dañará y te hará infeliz porque por más que lo desees, no puedes detener el mundo ni condicionarlo a tu voluntad.
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No culpes
Acabas de terminar una relación, no te han quitado un brazo ni tampoco te han diagnosticado una enfermedad terminal. Nadie te ha ofendido y tampoco te han hecho daño. Si alguien ya no desea estar contigo, eso significa una sola cosa: no desea estar contigo. Si haces memoria, eso te ha ocurrido también a ti: has dejado cosas y personas y no pasa nada, suceden de manera natural e involuntaria.
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Estar aquí y ahora
Como lo dice Cerati, «Pones canciones tristes para sentirte mejor», motivas a tu memoria a recordar una y otra vez —hasta contar a mil— aquella vez que se conocieron, el primer beso, el primer concierto… y cuando no estás sintiéndote miserable por el pasado, estás frustrándote por el futuro: “ya no voy a verlo”, “¡cómo voy a pasar la navidad sin él!” Es decir, estás en todos lados, menos en el presente. Si te das la oportunidad de respirar un momento, voltear a tu alrededor, entenderías que nada está pasando.
Es necesario que tomes este axioma: sólo por hoy. No es necesario que cargues a cuestas el ayer ni el mañana. Sólo este instante, nada más.
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Amar no es poseer
Tal como lo leíste en el poema inicial, estamos acostumbrados a “arrancar”. No somos capaces de apreciar las cosas como son en sí mismas. Necesitamos —o sentimos que necesitamos— poseerlas, tenerlas en nuestras manos, manipularlas. Esto es quitarle la vida, la esencia y aquello que lo hace único, ¿realmente quieres eso?
Muy probablemente, es injusto reducir a este tipo de consejos del corazón esta filosofía milenaria, el budismo es mucho más que esto. Sin embargo, cuando necesitamos respuestas —esto ocurre demasiado en rupturas emocionales— solemos buscar respuestas inmediatas, y cuando no sirven, recurrimos a sabiduría ancestral.
Sea como sea, es importante reconocer que somos seres sintientes, que tenemos dudas, miedos y que, honestamente, a veces no tenemos idea de cómo actuar. Finalmente, eso es lo que nos hace buscar respuestas y, afortunadamente, encontramos ciertas doctrinas que pueden ayudarnos a resolverlo.
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