Procrastinar es un verbo que no discrimina, tanto en plural como en singular podemos conjugarlo. En términos de productividad, procrastinar es una acción que nos resta puntos porque no enfocamos nuestra energía en nuestros deberes y porque tal dispersión puede convertirse en una peligrosa costumbre.
A todos nos ha pasado, y muchas veces no es que seamos flojos o que nos guste perder el tiempo (o puede que sí, uno nunca sabe), hay ocasiones en las que simplemente el día no alcanza, pues estamos intentado terminar una tarea o concluir una actividad que comenzamos (o ni siquiera llegamos a eso, a veces simplemente no podemos comenzarlas aunque sabemos que es necesario) y pero la energía y atención decae. De pronto, como si restáramos importancia a nuestros deberes, ocupamos nuestro tiempo en pasatiempos o actividades placenteras y dejamos para después lo que deberíamos estar haciendo ahora.
También podemos concebir al acto de procrastinar como un terrible error que dará como resultado vergüenza y estrés, y sí, el sentimiento de culpa es una constante, pero “lo bailado nadie te lo quita”, o el consuelo que otorga la resignación después de que ha pasado el trance. Sin embargo, por muy inofensiva que pueda parecer la procrastinación puede convertirse en un problema serio y hasta crónico, porque según psicólogos y científicos que la han estudiado, procrastinar esconde miedo y en consecuencia evasión de nuestros problemas reales. Cuando no queremos hacer ese ensayo, esa serie de ejercicios matemáticos, o arreglar esa bisagra es porque quizás no nos sentimos cómodos, capaces, o no estamos seguros de lograrlo, decidiendo llevar a cabo actividades que nos distraigan y nos resulten agradables antes de tener que enfrentar nuestra realidad.
Según Tim Pychyl, profesor e investigador de la Universidad Carleton de Ottawa, hay dos características esenciales en un procrastinador: primero, es un mecanismo empleado para lidiar con los problemas; segundo, el procrastinador separa su yo presente de su yo futuro. Esta segunda sólo quiere decir que le damos más importancia a lo inmediato que a los beneficios o recompensas venideras: es pensar que los videos graciosos de gatitos nos satisfacen más que el tiempo libre que tendremos mañana en la tarde si terminamos nuestros deberes hoy.(1)
En realidad no importan las razones por las que aplazamos las cosas, sino cómo lo hacemos. Así que, si no podemos evitar dicha costumbre, al menos hay que hacerlo correctamente. A continuación hay 6 consejos útiles, y un extra, que puedes considerar para disfrutar mejor el procrastinar:
1.- Si es de día, salgamos a algún lugar donde haya gente —y alboroto, de preferencia—, así no sólo podemos disfrutar como espectadores, también nos da el beneficio extra de despejar nuestra mente de las cosas que nos atormentan o preocupan.
2.- Procrastinemos solos; invitar a alguien más sólo provocará que llevemos por el camino del mal a un inocente. Solos podemos ajustarnos o dejarnos llevar a donde queramos, pero acompañados puede acentuar la culpa de la que hablamos más arriba.
3.- Procrastinar debe ser algo cómodo y de verdad placentero. Es decir, si vamos a distraernos sin sentido, debe ser algo que nos haga reír a carcajadas o nos resulte muy interesante. Y si esto lo podemos hacer cómodamente, mucho mejor. Ojo, aquí no hay contradicción con el consejo número 1, pues podemos salir a un lugar que nos resulte confortable (parque, cine, plaza…), o tumbarnos en el sillón más cómodo de la casa, etc.
4.- Si lo que queremos es gastar la energía que nos sobra lo mejor que podemos hacer es dedicarnos a una actividad que necesite esfuerzo físico. El quehacer del hogar o algún deporte son las mejores opciones. Al menos después de ambos, el cansancio y la necesidad de descansar ya no serán una excusa, serán una realidad.
5.- Si vamos a procrastinar a través de Facebook, Twitter, Instagram o alguna red social, no es recomendable revisar los perfiles de personas que pertenecen a nuestro pasado, simplemente porque si su vida, desde nuestra deprimente perspectiva, parece más exitosa, corremos el riesgo de terminar más deprimidos y el deseo de procrastinar se acentuará (las ex parejas encabezan la lista de las personas que bajo ninguna circunstancia debemos buscar).
6.- Si vas a procrastinar, si estás decidido y no hay voluntad humana o divina que lo evite, y las personas que te rodean no deben darse cuenta, sé discreto, disimula un poco las risas o la ansiedad… o la depresión, o la ira.
Extra: Si tu deseo no es procrastinar sino dejar de hacerlo, y no sabes cómo lograrlo, la respuesta no es tan difícil: programa un horario y síguelo a como dé lugar, después de todo, es la fuerza de voluntad la única salvadora. Así que hazlo, y ¡hazlo ya!
Si este consejo salvador no te sirve, es necesario darle de nuevo un vistazo a los primeros 6 consejos.
No temas, no es tan difícil ni dramático como parece, podemos lograrlo.
(1) Swanson, Ana, The real reasons you procrastinate –and how to stop, The Washington post, Abril 2016. Visto en: https://www.washingtonpost.com/news/wonk/wp/2016/04/27/why-you-cant-help-read-this-article-about-procrastination-instead-of-doing-your-job/
**
Si quieres procrastinar de manera positiva te dejamos 10 libros que nadie te recomienda pero deberías leer para entender mejor la vida.