Aunque lo neguemos, constantemente tratamos de cubrir las expectativas del otro. Siempre queremos quedar bien con la pareja, los amigos, los colegas del trabajo, la familia, el cliente, el jefe, en fin: sin querer, la vida se vuelve una lucha constante por no decepcionar a la sociedad. ¿Pero te has detenido a pensar qué es lo que realmente haces por los demás?
Las expectativas que otros tienen de ti suelen ser muy altas, incluso son mayores que las que ellos se ponen a sí mismos. Desean que te comportes, que actúes y pienses como ellos. Este intercambio de idealizaciones es un juego en el que cada quien mueve sus piezas de acuerdo a intereses personales, laborales o emocionales. Esperan de ti todo aquello que ellos mismos no se atreven a hacer, pero que proyectan sobre los demás: “sé más cabrona”, “le hubieras dicho que…”, “no te dejes”, “debes exigir que…”.
Pero con el paso del tiempo descubrimos que cada quien puede lograr cualquier cosa que se proponga, y que hacer siempre lo que otros nos proponen —por muy noble que esto parezca— no es sano. Desafortunadamente solemos dar mucho más de lo que nos piden o de lo que otros están dispuestos a dar; el truco está en lograr un equilibrio, hacer equipo con todos, que la entrega de los miembros de una comunidad sea equitativa y así se puedan alcanzar las metas que parecen lejanas.
Si alguien espera de ti una solución, un favor, dinero, cooperación, alegría, un regalo, humildad, amistad, amor, respeto, un abrazo, un cumplido… ¡deben trabajar juntos! Porque de otra manera los demás no podrán ver lo que tú has tenido que hacer para satisfacer las peticiones de otros. Y conforme pasa el tiempo, los demás creerán que nos has tenido que esforzarte para conseguir lo que tienes o te verán como un comodín que siempre estará ahí cuando te necesiten.
Y es precisamente esa falta de reciprocidad la que resulta peligrosa. Cuando tú das todo sin poner peros o esperar algo a cambio, los demás desconocen tu esfuerzo, tus motivaciones, tus inquietudes y tus miedos. Todos ven el resultado, pero no el camino que te condujo a él. Y no importa cuánto te esmeres, para los otros nunca serás suficiente, pues siempre necesitarán más y más de ti. Pero en algún punto te agotarás, es normal. ¿Cómo hacer para cumplir con lo que los demás esperan de ti sin perder tu esencia? ¿Cómo hacer entender a los demás que tú también tienes necesidades? No te preocupes, a continuación te damos 5 consejos para que tus relaciones se vuelvan más equitativas y sanas.
1. Invita a los demás a crear, hacer y sentir juntos
Tienes que dejarles en claro lo siguiente: “si esperas que te ame, ¡ámame!, si esperas que te ayude, ¡ayúdame!”. No se vale que esperen de ti algo que ellos no están dispuestos a dar.
2. Siente la libertad y la confianza de alzar la voz, de pedir ayuda
Espero que a estas alturas sepas que no todos somos bueno para todo. Es preferible decir a tiempo lo que no sabes, no puedes o no quieres hacer. Hay un millón de cosas en las que sí puedes ayudar, antes de terminar con emociones de frustración, rechazo, dolor o rencor. No des de ti algo que no tienes.
3. El amor y tus valores están por encima de todo
Ya debes haber identificado cosas que no serías capaz de hacer nunca, ni aunque te paguen, ni aunque te lo pida la persona a la que más amas en el mundo. Siempre que tomes decisiones importantes considera esos valores. La expectativa a la que nunca debes fallar es a la tuya.
4. Da lo mejor de ti
Cuando te sientas satisfecho por haber dado lo mejor que hay en tu persona —aunque posiblemente decepciones a alguien—, jamás te fallarás a ti. Porque saber que has entregado tu 100% da muchas más lecciones que cualquier otra cosa. Apapáchate, felicítate, pocos tienen en valor de darlo todo.
5. ¿Qué es lo peor que puede pasar?
“¿Y si le fallo?, ¿si no le gusta?, ¿si me corren?, ¿si me lastiman?”. Seguro éstas son preguntas que han rondado tu mente, pero piensa: ¿qué es lo peor que puede pasar? Seguro te darás cuenta que las consecuencias no son tan graves como creemos en un principio. Aquello que será “suficiente” debe ser suficiente primero para ti, y en segundo plano para los demás. Sólo así podrás ser feliz y ayudar verdaderamente. No está mal que te importe cumplir con las expectativas de los demás, pero es más importante que cumplas con tus metas porque esas son las que, al final, te harán feliz.
**
La revista Psychological Science publicó cuatro pasos para ser feliz según la neurociencia, síguelos y comienza hoy mismo a aplicarlos en tu vida cotidiana. ¿Crees que requieres de la aceptación, una pareja perfecta, fama y fortuna para vivir plenamente? Piénsalo dos veces después de leer las cosas que no necesitas para ser feliz.