La universidad dura muy poco, si lo piensas bien. Cuatro años –con algunas variaciones, claro– son escasos para una época que debería durar toda la vida. Si no en los aspectos técnicos de ser un estudiante, sí en la generalidad de lo que significa ese periodo. Es decir, contar con un espíritu sediento por conocer y experimentar cosas nuevas, tener siempre una necesidad por cambiar las cosas, luchar por cumplir nuestros sueños, buscar la manera de que el mundo entero volteé a verte y hacer con pasión todo lo que tienes frente a ti. Que todo esto dure sin fecha de expiración. Sobre todo, amar. Porque en retrospectiva, te darás cuenta de que quizá sea esta etapa la última en que pudiste sostener una relación sin las preocupaciones del universo adulto, en que lo diste todo sin medir las consecuencias que esto tendría en el corazón.
Amar a alguien durante tu época universitaria es de lo que mejor que puede sucederte. No hay envidias laborales de por medio, no hay discusiones por el dinero, no tienes que hacer malabares con tu tiempo entre profesión y hogar, sólo hay una relación en la que se apoyan el uno al otro y descubren juntos qué es lo que les apasiona, miran de frente al mañana con la confianza de que estarán siempre a su lado. En algunas ocasiones esta expectativa se cumple, en otras no; el punto está en que tienen el suficiente tiempo para entregarse sin medida y hacer planes basados en la imaginación. Rara ocasión se vuelve a repetir eso. Enamorarte en la universidad no es tu último llamado al amor, pero por seguro es un tiempo en que lo disfrutarás como pocas veces.
Hacer un listado sobre lo que sí hacer y lo que no en una relación circunscrita a un momento tan específico como el que acabamos de decir, es hacer una generalización de lo que no se puede –o debe– abarcar: un sentimiento desmedido. Sin embargo, y en consideración de que seguro estás en la universidad (o por entrar a ella) y ves a tu novia o novio todos los días con la esperanza de llegar siempre a cada lugar de su mano, hay cosas que no debes dejar pasar por nada.
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Comprarle el desayuno antes de que llegue a su primera clase.
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Retar su inteligencia con películas, libros, música y demás.
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Coordinar sus horas libres para pasar el máximo tiempo juntos.
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No entrar a clase para ir al cine (no abusar de este punto, si no, todo puede irse al carajo).
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No compartir clases; además de benéfico para su atención, podrán valorar más sus momentos de reencuentro).
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Ponerle un cartel de 14 de febrero.
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Tener sexo en la casa de tu mejor amigo durante una cena familiar.
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Llenar su automóvil de post-it. Sí, es grotesco, pero YOLO.
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Llegar crudos al salón de clases.
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Hacer un tour gastronómico por todos los lugares cercanos al campus.
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Salir de vacaciones sólo ustedes dos. Adiós, familia.
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Fiestear un día entero, día y noche.
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Visitar todos los hoteles cercanos también ($$$).
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Debatir por horas afuera de la biblioteca.
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Disfrazarse para una fiesta de Halloween –aún lo harán con estilo, no pierdan la oportunidad–.
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Regalarse cosas baratas, pero sumamente entrañables.
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Hacer planes a futuro creyendo que vivirán por siempre un mundo idílico.
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Aterrizar los pies y considerar seriamente qué carajos van a hacer con su vida.
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No dormir. Ya sea porque están estudiando juntos o siendo unos depravados sexuales sin salvación.
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Escribirle una carta a mano. Cursi, pero efectivo.
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Ayudarle a estudiar para un examen.
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Emborracharse con el alcohol más barato de la tienda.
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Tener sexo o “fajar” en un salón de clases.
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Armarle una playlist para momentos específicos del día, como el regreso a casa.
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Morirte de celos por una de sus amistades. Sí, está enfermo, pero así aprendimos todos que un amigo es un amigo y no podemos contra ello. Y si no lo aprendes, shame on you, bastard!
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Perderte un examen por estar perdiendo el tiempo a su lado. Mal hecho, pero igual un golpe que vale la pena vivir.
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Quedarse dormidos en el estacionamiento de la escuela entre clases.
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No verse durante todo el fin de semana porque o son pobres o sus papás no les dieron permiso.
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Acostarse en el pasto del campus a ver las nubes pasar.
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Gastarte toda la beca en regalos y después quererte morir.
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Perder una clase completa por estarle haciendo un estúpido dibujito.
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Acompañar a tu pareja a una práctica de campo a sus más grandes aficiones.
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Llorar por un estúpido malentendido o un insignificante detalle. Patético, pero revelador para el resto de tu vida. So true.
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Perder el miedo a verse sin ropa y en situaciones públicas. Póquer de prendas o algo así…
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Pensar que pueden fugarse y vivir su independencia, para después despedirse en el metro y recordar que no tienen ni para el desayuno de toda la semana.
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Vender algo para comprarle un regalo de aniversario o cualquier otra festividad.
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Hacer un concurso de comer pizza. Sólo con ustedes como contrincantes, obvio, y quien coma menos, paga.
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Esperar a que salga de clases, aunque sean cinco horas después de ti.
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Hacerse la tarea el uno al otro.
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Planear cómo irán vestidos a su graduación.
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Jurarse ser exitosos, crecer juntos y no mirar atrás.
Si no lo aprovechan ahora, ¿entonces cuándo? Las oportunidades no se repiten y sólo somos jóvenes irresponsables e inexpertos una vez. So, do it. En cuanto crezcas te darás cuenta de que amar irreflexivamente es vital, que madurar no es necesariamente una palabra aburrida y que si pudieras volver a cometer los mismos errores que tuviste con ese alguien, definitivamente lo harías. Porque eso de errores también es una falsa en este contexto.
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