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Vivimos en una mundo en el que las personas prefieren creerle a un abusador que a la víctima, donde prefieren ignorar la violencia que hay frente a sus ojos, que pasa todos los días y que no tiene ninguna consecuencia. Prefieren caminar junto al culpable que apoyar a la víctima, darle el beneficio de la duda a ese hombre, que apoyar a una mujer; prefieren callar, juzgar y culpar, pero no, no al violador, sino a la sobreviviente.
Los hombres violadores siguen su vida sin consecuencias, sin perder nada y con el respaldo de todo un pacto patriarcal mientras que, la víctima, va con miedo, insegura, sola, sin nadie que le crea, sin apoyo, pensando que la que está mal es ella, que quizá exagera, y aguantando las críticas y juicios de otras personas.
Es mucho más fácil para las personas (quién sabe por qué) culpar a la víctima: buscan motivos como su ropa, andar de fiesta, estar en la calle a altas horas de la noche, por beber, por “no darse a respetar”, por “haberlo provocado”, etcétera. Se enfocan más en la vida privada de la sobreviviente que en la sanción del responsable; cualquier situación en la que ella se haya encontrado les parece el motivo de su violación. Y no, no hay ninguna razón por la que debamos ser violadas, no la hay porque el único responsable es el agresor.
Y es precisamente esta razón por la que las denuncias llegan tarde, nos sentimos con miedo porque nos echan la culpa a nosotras, porque sabemos que, desgraciadamente, la sociedad confiará sin dudarlo en nuestro agresor, no en nosotras. Pero entonces es ésta misma la que se pregunta “¿por qué tardó tanto en denunciar”, “¿por qué si fue hace años habló hasta ahora?”, la respuesta es clara: porque nos culpan. LA VÍCTIMA HABLARÁ HASTA QUE SE SIENTA LISTA, NO CUANDO TÚ QUIERAS.
No es la ropa, no son las drogas ni el alcohol, no es la noche ni la hora, ni siquiera el coqueteo, no son detonadores para que seamos violadas, no son justificación para que nos toquen sin nuestro consentimiento; no son una invitación para que abusen de nosotras porque nadie tiene el derecho de obligarnos a hacer algo que no queremos.
El reciente caso de la influencer Nath Campos y el abuso que sufrió por parte del también youtuber Rix, dio mucho de qué hablar, y no, no nos referimos a cómo pasaron las cosas, sino en cómo lo tomaron los medios, el público, incluso sus propios amigos y las personas con las que ella trabajaba. Dos conductoras y un conductor del programa matutino ‘Hoy’ de Televisa, mencionaron, en cadena nacional, que cómo era posible que Nath haya bebido tanto, situación que, según ellos, detonó el problema. El punto de mencionar lo anterior es que cómo figuras públicas y líderes de opinión se atrevieron a decir aquello a la misma población patriarcal, misógina y machista, siguen alimentando la poca credibilidad que se les da a las víctimas y quitándole culpa a la única persona responsable.
Se trata de tener empatía, de sentirnos humanos frente a la víctima; la violencia contra las mujeres no es nuestra culpa, es culpa de quien la lleva a cabo y también de los cómplices que apoyan al agresor, que lo escuchan y que les dan el beneficio de la duda.
La violencia de género, las violaciones y los feminicidios son una realidad y son un problema que sigue creciendo y creciendo porque la misoginia y el machismo sigue siendo normalizado. Va en aumento porque tú sigues sin creerle a la víctima, porque sigues cubriendo a tu amigo acosador, porque te aprovechas de aquella chica que fue a divertirse con sus amigas, porque sigues normalizando la violencia y lo que ésta conlleva.
Es hora de que dejemos de normalizar la violencia contra la mujer y que dejemos de culpar a las víctimas, es hora de que alcemos la voz y exigir que los agresores sean los juzgados, sean los únicos responsables y reciban las consecuencias que merecen.
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