Por si no me conoces, me presento: mucho gusto soy Ale Ruiso y aparte de escribir por aquí, también soy host en algunos contenidos para youtube de Cultura Colectiva. Menciono esto porque cuando tuve que empezar a pararme frente a una cámara, mi necesidad de usar cada vez más maquillaje incrementó (y mi amor hacia él también).
No creas que uso mucho, ni tengo los maquillajes más intrépidos o exóticos, te dejo por aquí unos de mis videos para mostrarte y de paso antojarte esta rosquita que me quedó brutal:
En fin, les cuento que comencé a utilizar cosas que antes no eran parte de mi rutina diaria (mucho menos en pandemia) como sombras o base. Porque a pesar de que siempre he sido fan del los productos para el cuidado de la cara, mi kit del diario no pasaba de un poco de corrector, colorín con blush, peinada de ceja y el enchinado de pestañas era el que ni de broma podía faltar. Me llegó a pasar que algunas veces llegaba de cara lavada al foro y enseguida alguien del crew me mandaba a darme una manita de gato. Obviamente luego había comentarios en donde mencionaban que mis ojeras eran muy pronunciadas, que si estaba bien, que me veía enferma… a veces la audiencia del mundo del internet puede ser algo cruel… y sí, mis ojeras son algo obscuras pero ¿saben qué? ya no son un conflicto para mí.
En fin, eran más los días en los que mi cara tenía una ayudadita por ahí. Lo peor de todo es que de esa forma yo sentía que ya estaba bien, que me veía mejor o más guapa. Pero luego la vida de encierro llegó y todo se fue transformando poco a poco.
Al principio si tenía alguna junta medio me ponía un poco de rubor; después, muy honestamente, dejé de prender la cámara y decidí que mientras estuviera en casa el maquillaje podía esperar. A veces me asomaba al espejo y decía “Ay, Ale, qué cara, qué facha”, porque claro, ya no estaba acostumbrada a verme tan natural.
Bastó muy poquito tiempo para que los cambios en mi cutis se empezaran a notar. Extrañamente “aparecieron” pecas, aunque la realidad es que siempre habían estado ahí en mis pómulos, solo que las cubría todas las mañanas y ni tiempo de disfrutarlas me daba. A la par, mi tono de piel se empezó a aclarar un poco. Déjame decirte que me veía más luminosa y la textura de mi carita era más suave.
Increíble pero cierto, el brillo de mi zona T aparecía con menos frecuencia. W O W. Claro que las ojeras siguen hasta la fecha, pero es que así soy, ojerosa de nacimiento y ahora lo digo muy orgullosa. Me he ido enamorando de mis círculos oscuros, hasta siento que me dan personalidad, me sientan bien.
Había olvidado lo lindo que era aceptarme tal cual soy, verme al espejo y sentirme bien con lo que veo, con lo que soy y con lo que tengo. Ocultarme bajo plastas de maquillaje no volverá a ser parte de mi vida diaria. Ojo, no juzgo a quien le guste hacerlo ni digo que sea algo malo, para nada. Simplemente creo que deberíamos de normalizar rostros reales, con imperfecciones y dejar de creer que una mujer solo puede lucir bonita si está maquillada. El chiste es hacerlo por placer y gusto propio, no por cumplir con estándares de belleza impuestas por la sociedad.
No olvides dormir tus 8 horas y tomar mucha agua durante el día, claro que la idea es aprender a amarnos al natural pero no descuidar la salud de nuestra piel. Qué bonito es verse al espejo y sonreír. Ni loca vuelvo a usar maquillaje diario.
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