La inteligencia está sobrevalorada. A primera vista, las ventajas de poseer esta cualidad parecen decisivas y son bien conocidas por todo el mundo: distintos estudios aseguran que las personas más inteligentes obtienen mejores calificaciones en la escuela, tienen éxito en su trabajo y suelen ser reconocidos por los demás debido a sus habilidades. No obstante, no existe relación alguna entre estos méritos y cuestiones trascendentales, como el nivel de satisfacción en la vida en general (que en términos generales puede considerarse como el principio de la felicidad) o la longevidad.
Tal es la sorpresiva conclusión de Heather A. Butler, profesora de Psicología en la Universidad Estatal de California después de preguntarse por qué algunas personas consideradas inteligentes tienden a hacer cosas “sorpresivamente estúpidas”.
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El problema de los tests de Coeficiente Intelectual
Lo más difícil de la inteligencia es definirla. Se trata de un concepto lleno de distintas acepciones y susceptible a la visión particular de cada individuo: alguien que hace trampa en un examen puede ser considerado inteligente por muchos dada su habilidad e ingenio para superar la prueba, pero la misma persona puede parecer tonta a ojos de otros, pues resultó incapaz de pasar el examen bajo las reglas establecidas.
El problema radica en la visión limitada que se tiene sobre esta cualidad. La inteligencia suele asociarse enteramente con pruebas, desde exámenes, entrevistas de trabajo o cualquier intento de clasificación. El parámetro más famoso para intentar medir la inteligencia es el test de IQ (también llamado prueba de coeficiente intelectual).
Sin embargo, responder decenas de preguntas lógicas y matemáticas frente a una computadora no aporta ninguna evidencia de cómo se comportará el sujeto examinado en la realidad, el alcance de las decisiones que toma ni la forma en que interactúa con los demás y cómo esto influye en el resto de su vida.
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Inteligencia vs pensamiento crítico: ¿qué es mejor?
Los resultados de Butler confirmaron que tanto la inteligencia como el pensamiento crítico alejan a las personas de experiencias negativas de todo tipo (sociales, sentimentales, financieras, legales o de salud), con una diferencia significativa: los individuos más críticos demostraron pasar por menos de estas malas vivencias que los inteligentes.
Para Butler, la diferencia radica en la naturaleza de cada cualidad. El pensamiento crítico supera todo tipo de sesgos, pues el escepticismo es una máxima que moldea cada aspecto de su pensamiento. A pesar de que las personas críticas suelen sustentar la mayoría de sus creencias en evidencias, esta misma capacidad les permite ser flexibles y cambiar su juicio con facilidad si consideran que las pruebas en que se basa una premisa resultan falaces. Mientras más crítica sea una persona, corre menor riesgo de superar todo tipo de sesgos que puedan influir en su criterio.
Entonces, ¿qué resulta mejor, ser más inteligente o poseer un pensamiento crítico? La psicóloga concluye que en realidad, la inteligencia está más relacionada “con el razonamiento y la racionalidad que con las aptitudes matemáticas y especiales”, por lo tanto, desarrollar un pensamiento crítico es el camino para tomar decisiones inteligentes.
«Aumentar la inteligencia resulta difícil, pues está determinada por la genética. En cambio, es posible desarrollar el pensamiento crítico con entrenamiento y sus beneficios han demostrado persistir durante mayor tiempo».
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¿Cómo funciona la inteligencia y por qué un grupo tiende a tomar decisiones absurdas contra su voluntad? Conoce de qué se trata el “Pensamiento grupal: cuando la estupidez colectiva supera a la inteligencia individual” o descubre los resultados y juzga por ti mismo estos “4 polémicos estudios que revelan tu inteligencia según tu estilo de vida”.