En el camino de la apreciación y el amor propio hay una ligera bifurcación que, o puede llevarnos a una senda de bienestar, o a un horizonte de verdadero peligro. Desde que somos pequeños nos enseñan a mirar por los demás antes que por nosotros mismos, que era de extrema valía el preocupar o velar por los intereses del resto sin intenciones de una recompensa directa, pero entonces ¿qué ha sucedido con esa perspectiva de los actos? ¿Cuáles han sido las consecuencias de ese comportamiento? Porque no todo pudo haber sido bueno en esa educación.
Al anteponer las necesidades del resto por encima de nuestros deseos o urgencias, también nos impusieron el sentirnos culpables si lo hacíamos a la inversa; provocando que poco a poco desconectáramos nuestros actos del sentir personal y dañáramos indirectamente nuestra autoestima porque crecimos creyendo que cubrir nuestras necesidades era un acto egoísta. Y claro, después de ese boom en que vivimos en torno al empowerment y la recuperación por la seguridad –sobre todo femenina–, fue muy fácil, en el intento por recobrar la autonomía y autodeterminación, caer en la personalidad totalmente opuesta, en el carácter de completo narcisismo o descontrol utilitario.
Recordemos que la autoestima es un aspecto primordial en nuestro desarrollo y que marca nuestra salud emocional, mental e incluso física, y sí, debemos crear una tan sólida y de tanto poder como sea posible; sin embargo, brincar de ser una persona con alta autoestima a un completo egocentrista es más fácil y peligroso de lo que creemos. Es decir, hoy que tanto énfasis hacemos en amar tu cuerpo, en respetar tus decisiones y cuidar de ti, muchos han confundido ese ímpetu con el error.
Siguiendo los apuntes de especialistas y la opinión de profesionales en psicología, podemos identificar así que…
–
La persona egocéntrica es quien tiene una fijación excesiva, incluso exagerada de sí misma; tanto en lo físico como en lo intelectual.
En caso opuesto, quien goza de buena autoestima sabe de sus virtudes y sus descuidos, y abraza todo lo que es en busca de ser siempre mejor. Esto, claro, sin pisar o pormenorizar a nadie.
–
Los egocéntricos hablan y hablan de sí mismos, necesitan de la atención ajena y reclaman halagos del resto. Si no es así, se enfurecen o desprecian.
En cambio, los de alta autoestima interactúan desde la escucha y la aportación recíprocas sin dejar que nadie le haga sentir menos, pero tampoco ofendiendo a los otros.
–
La poca empatía es característica del egocéntrico. Su común atención exclusiva a su ser le impide ver la vida de los otros seres humanos. ¿Has sentido eso? Que no entiendes las experiencias ajenas o no comprendes cómo los demás no ven en ti la grandiosidad de tus pasos (¿?); he allí un problema.
Al contrario, un hombre o una mujer con alta autoestima sabe lo que vale y se aprecia a partir de empatizar con el resto y mirar más allá de lo que cree, dice o hace. Es decir, sabe que a diario aprende y puede aportar no sólo presumiendo lo que es, sino apoyando y creciendo junto a los demás. Hay amor hacia sí mismo y, entonces, amor hacia los demás.
–
¿Aceptas errores y reconoces cuando una crítica (buena o mala) están fundadas y con razón hacia ti? Si no es así, hay un gran ego que resolver.
¿Tomas tus errores y las críticas que hacen de ti como algo constructivo y un área de oportunidad para crecer, aprender o modificarte? Eso es autoestima. Ver que eres humano y yerras y que una crítica destructiva no tiene nada que ver contigo, sino con quien las emite.
Actuar o interactuar sólo buscando el beneficio propio es un acto que evidencia a los egocéntricos; si eso te sucede muy a menudo, tienes trabajo por realizar.
Generosidad, cooperatividad y compromiso con los demás son características de quien goza de buena autoestima. Es decir, todo eso que tienen para sí lo pueden dar para los demás.
–
La persona egocéntrica se siente y se ve por encima del mundo, la vida y los sucesos que han marcado la existencia de sus alrededores.
En cambio, un hombre o una mujer con alto nivel de autoestima reconoce que nadie está por encima de otro, y esto le ayuda a darse su lugar, pero también a respetar al resto.
–
En conclusión, escucharte, atender tus necesidades y darte amor (a pesar de tus errores o imperfecciones) es la base para crear una autoestima sólida que no necesariamente tiene que convertirte en esa cold bitch o en ese triste tótem del “yo-yo-yo-mío-mío-mío”. Y si crees que así te sucede o eres propenso a vivirlo, eso siempre es manejable. No te preocupes, consulta a un profesional.
*
Puede interesarte:
Comunal: razones por las que ser una persona que ayuda a otros te hará más feliz que el amor
3 pasos para evitar que el miedo controle tu vida