Cuando escuchas la palabra “princesa”, ¿qué es lo primero que viene a la mente? ¿Piensas en su vestimenta? ¿Conoces a Blanca Nieves, Aurora o Ariel? ¿Viste de pequeña La Bella y la Bestia? Es posible que la mayoría conozcamos a alguien que de pequeña se disfrazó de Rapunzél, Pocahontas o Cenicienta… y todas utilizaban un prenda en común: el vestido.
Además de que en estas historias no hay princesas gordas, ni masculinas, todas son limpias, refinadas y bien vestidas. Pero, ¿qué pasa cuando el entretenimiento influencia nuestras vidas? Es cierto que los medios de comunicación afectan de forma masiva a su público y más a la población de temprana edad que buscan un modelo a seguir. ¿Cuántos de nuestros conocidos han visitado o quisieran ir a alguno de los parques temáticos de Walt Disney? Este mundo utópico se ha exhibido como el “ideal” para muchas.
En la mayoría de las fiestas infantiles muchas de las invitadas llegan disfrazadas de alguna princesa, pero, ¿hasta qué punto estos personajes han sido su modelo a seguir. No sólo me refiero a los vestidos, los aretes y collares que traen puestos, sino a su comportamiento, lenguaje o fantasías compartidas entre las niñas de querer ser “una princesa” y encontrar a “un príncipe” como compañero. Es por esta razón que uno de los mejores estudios de animación, Studio Ghibli, tiene como protagonistas a mujeres en la mayoría de sus películas, y no es que se disfrute más las cintas protagonizadas por cierto género, sino que existe un valor más especial por el enfoque diferente con el que se muestra a las mujeres, pues las aleja del “estereotipo Disney”.
Existen muchos seguidores de Ghilbi en Latinoamérica, pero cuando se pregunta a algún amigo o conocido si han visto La princesa Mononoke o El viaje de Chihiro —la cual ganó el Óscar a Mejor película de animación en el 2002—, la respuesta es que no o que sólo las han escuchado, pero no las han visto; sin embargo, es un éxito entra la población asiática. Es probable que la falta de popularidad del estudio en México sea por su poca mercadotecnia a nivel mundial, o el rechazo de la población occidental hacia el animé, o que Hayao Miyazaki —su director— lo haya fundado 40 años después del imperio de Disney.
Lo evidente es que en estas películas las heroínas logran resolver el conflicto por sí mismas, incluso rechazan a los “príncipes” o son ellas quienes los salvan. Acciones que no se observaban en el viejo Disney, en el que las princesas eran más pasivas como Blancanieves o la Cenicienta —hoy las mujeres en las historias de Disney tienen un rol más activo; sin embargo, la mayoría de los desenlaces culminan con la conquista de un príncipe; a excepción de algunas princesas como Moana o Mérida—. En cambio, Hayao Miyazaki presenta en sus filmes historias y protagonistas mucho más complejos, como Chihiro, una niña de 10 años que se adentra a un mundo de espíritus y deidades, trabaja para una bruja ambiciosa con el fin de salvar a sus padres de un hechizo con el que han sido castigados y convertidos en cerdos; pese a que conoce al “príncipe”, una deidad de nombre Haku, la relación que los une es la amistad y no la atracción física, como suele pasar en las historias de Disney.
Studio Ghibli además de crear narraciones extremadamente fantásticas y exóticas en todos sus elementos, logra una transición equilibrada del mundo real al mundo imaginario; sus personajes lloran, sudan, se ensuciar los dientes con comida, sangran, cambian de ropa, tienen hambre y ganas de ir al baño; por lo tanto, son realistas y el público puede identificarse con ellos.
Una vez que Hayao Miyazaki logra introducir personajes humanos a campos infinitamente imaginarios, les añade valores distintos a cada uno, y pese a que por lo general todos son niños, ningún personaje se parece entre sí. Como San —la Princesa Mononoke— y Nausicaä, pues aún cuando ambas son princesas de distintos filmes, intentan defender el bosque del ataque de los humanos: el de San se encuentra repleto de espíritus y dioses y el de Nausicaä es un lugar tóxico con insectos gigantescos. Mononoke es más ágil, de poca paciencia e instintiva por haber sido criada por lobos, mientras que Nausicaä observa con detenimiento la situación, es más pacífica y menos expresiva.
Cada una de las películas del Studio Ghibli muestra una creatividad más compleja dentro de sus historias, personajes y fondos que el resto de estudios animados. Sus películas tienen princesas sin vestido que luchan por sus ideales, que apoyan a sus compañeros y se comportan sin preceptos sociales de etiqueta. Su mismo padre, Hayao Miyazak, las describe mejor que nadie: “Muchas de mis películas tienen protagonistas femeninas fuertes, valientes, niñas autosuficientes que no se lo piensan dos veces antes de luchar por lo que creen con todo su corazón. Necesitarán un amigo, o un partidario, pero nunca un salvador. Cualquier mujer es capaz de ser una heroína tanto como un hombre”.
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Estas son las ilustraciones que nos muestran por qué las princesas de Disney nos han idiotizado…