¿Acaso es el amor una sensación placentera y venidera, un impulso indescriptible que nos arranca la vida en cada instante, o es el amor un arte que requiere de práctica y teoría?
Los intentos de una teoría del amor parecen inútiles cuando se considera que su expresión es multidimensional y personal, simplemente no podríamos hablar de una generalización del amor cuando en sus distintas instancias puede ser más grande, tanto que encontramos “infinitos” en cada una sus expresiones. Para comprobar esto, imagina cuán diferente es el amor de una madre hacia su hijo y el de una pareja de novios, innegablemente ambas expresiones de amor se manifiestan a través del cuidado y la responsabilidad, pero cada una explora dimensiones personales distintas.
Sin embargo, el amor, junto a otras actividades como la música y el lenguaje, es una actividad humana y universal por excelencia. Esto se debe a que nace del impulso mismo de la evolución, es decir: el ser humano, al trascender sus instintos, es arrancado de su unidad con la naturaleza, aunque en cierto modo jamás la abandone. Ahora su nueva posición en el mundo es incierta, indefinida y abierta; se siente como una entidad separada del resto que puede pensar individualmente en su pasado, presente y futuro. No obstante, dicha separación lo aterra, le provoca angustia: el ser humano, al reconocer su individualidad, se enfrenta a la fuerza del mundo con un área menor haciendo que su presión existencial aumente. De tal manera que él, siendo consciente de que se desprende del vientre manterno contra su voluntad y de que posteriormente muere de igual manera, se convierte en una pasión inútil (Sartre), es decir: en un sujeto que es pura nada, nada que espera ser llenada de sentido, de vida y significado a través del amor.
A toda esta discusión filosófica se dedicó el psicoanalista y filósofo humanista Erich Fromm en su libro El arte de amar. En él plantea que la actividad amorosa del hombre es una actitud que responde al problema de la existencia humana: la separatividad, y que la manifestación de dicho amor requiere de esfuerzo físico y conocimiento, por lo que el amor es considerado un arte en tanto que es actividad creativa, teórica y práctica.
Una breve semblanza de lo que es el amor
“El amor infantil sigue el principio: Amo porque me aman. El amor maduro obedece al principio: Me aman porque amo. El amor inmaduro dice: Te amo porque lo necesito. El amor maduro dice: Te necesito porque te amo”. – Erich Fromm
No pretendo establecer una forma única de amor, ni mucho menos una definición inmutable, pero es necesario contextualizar para analizar la posición que el amor tiene en el seno de la vida moderna.
Posiblemente, el amor es considerado por muchos como una relación personal; sin embargo, es más que eso, se trata de una actitud, una orientación que determina nuestras relaciones. De tal manera que no podemos amar a alguien en particular mientras somos indiferentes al resto de nuestros semejantes, tal caso sería el de “una relación simbiótica o egotismo ampliado” (Fromm).
Es común también que se le considere más al objeto amoroso que a la facultad de amar, pues ingenuamente se cree que el objeto que debe ser amado llegará en el momento adecuado para consumar el amor perfecto, cuando en realidad se trata de una actitud hacia la vida. Para esto existe una analogía muy bella, la del pintor y su obra: éste es quien observa el mundo y pinta cuadros maravillosos, no quien espera a que lleguen objetos maravillosos (adecuados) para ser pintados.
El amor como todo arte requiere del dominio de la teoría y la práctica. La primera está vinculada al conocimiento de los hechos relativos al amor, mientras la segunda a la aplicación de lo aprendido mediante el esfuerzo sostenido. Sin embargo, en la actualidad y debido al fracaso de tantos amores (por falta de teoría o práctica), se le da poco valor al amor como arte, de igual manera que se desprecia la labor de las artes en tanto contenedores espirituales del imaginario social frente a la influencia de lo superficial: la apariencia de éxito y el dinero.
La necesidad del amor en la vida moderna
“Amor significa conciencia de mi unidad con otro”. – G.W.F. Hegel
La necesidad (espiritual) más imperante del ser humano, después de sus necesidades fisiológicas y de supervivencia, es la de superar la separatividad: su fuente de angustia y culpa. En consecuencia, si el ser humano no trasciende este estado (separatividad) se encontrará desolado y desvalido, sin un espejo autoconsciente (el otro) que auxilie la lucha existencial por la creación y/o búsqueda del significado de su vida.
Cabe mencionar que el amor no ha sido la única actividad en la vida del hombre (pues su cultura es muy amplia) que ha dado respuesta al estado de separatibidad. Las soluciones ajenas al amor para superar dicho estado, constituyen una crónica de la historia humana, que comprende los estados orgiásticos presentes en la celebraciones bacanales (analogía con las fiestas actuales), la adoración de animales o seres superiores, la creación artística, la sociedad y la obsesión por el trabajo.
Es evidente que al tratarse de soluciones paleativas en su mayoría, hoy la situación no ha cambiado. Un ejemplo reciente es que a pesar de que el ser humano se encuentra más “conectado” (en línea 24 horas), paradójicamente se siente sólo entre los cambios vertiginosos de la tecnología y el movimiento desenfrenado de las ciudades actuales. Finalmente se comprueba que el dolor a través del tiempo es el mismo, pues sólo han cambiado los nombres y los sintomas.
El amor y las otras soluciones a la separatividad
“Todo lo que se hace por amor, se hace más allá del bien y del mal.” – Friedrich Wilhelm Nietzsche
Con respecto al potencial de las soluciones anteriormente mencionadas, se propuso que han sido inestables y que en su mayoría son transitorias y periódicas, es decir: que no han saciado completamente la sed espiritual del ser humano. A continuación se encuentran las razones:
Los estados orgiásticos son impulsivos y poco duraderos.
Los rituales del trabajo y el sentimiento de pertenencia establecidos por las sociedades y religiones rápidamente se vuelven repetitivos y tediosos.
Los sistemas actuales persiguen la igualdad, pero olvidan que ésta yace en que ningún hombre es un medio para que otro realice sus fines, es decir: somos iguales en tanto fines concretos y no porque seamos medios abstractos que cumplen funciones iguales.
Hoy, la individualidad significa más identidad que unidad (superación de la separatividad). Y dicha identidad se vuelve abstracta en los empleos actuales: nos convertimos en funciones, pasamos de presencias abstractas a ausencias concretas.
La unión por conformidad culmina en la crisis del matrimonio: es rutinaria y asfixiante cuando no constituye una expresión del amor y es solamente una forma conveniente ante El Estado.
Así como la industria moderna del consumo, el entretenimiento y los medios produce en masa, el proceso de estandarización de productos también se aplica al hombre, y esa estandarización se denomina igualdad (los efectos de dicha igualdad no son necesariamente negativos, aunque pueden ser engañosos). Por lo tanto, para contrarrestar las carencias del sistema social, es necesario generar una ilusión o artificio de individualidad en lo relativo a las diferencias menores a las que cada persona tiene acceso, por ejemplo la moda y las oportunidades laborales. A su vez, esto puede ser entendido como una relación dialéctica entre lo individual y lo colectivo.
Los objetos amorosos
El amor puede ser entendido como una relación dialéctica (Hegeliana) entre dos objetos (personas), pues cuando se expresa, fusiona el yo (tesis) con el otro (antítesis) en una sola entidad, es decir que cuando yo amo me disuelvo para dirigirme al otro y reencontarme en él (síntesis).
Entonces, si en el amor desaparece lo tuyo y lo mío, ¿cómo es posible discernir entre sus distintos tipos o clases: el amor entre hermanos, un matrimonio, el amor a dios y a uno mismo?
Establecer que el amor es una orientación omnidireccional porque se refiere a todos, no necesariamente implica que no existan diferencias entre los distintos tipos de amor debido a que dependen de la dimensión personal (subjetiva) y la naturaleza del objeto que se ama: el objeto amoroso. A continuación una breve descripción de los tipos de amor según Erich Fromm:
Amor Fraternal
“Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos”. – Martin Luther King
La palabra latina frater se refiere a los hermanos, que en su definición más próxima son considerados como tales por razones biológicas, al ser descendientes de la misma madre. Sin embargo, el amor fraternal se refiere a la totalidad de los seres humanos sin hacer distinción entre parientes y extranjeros, es el amor fundamental y sin exclusividad que tiene el hombre hacia todos sus semejantes. Su expresión máxima comprende el sentido de responsabilidad, cuidado, respeto y conocimiento hacia cualquier persona. Todo esto se logra a través de relaciones centrales, no superficiales, puesto que la verdadera muralla entre personas es solamente su apariencia, internamente somos más parecidos de lo que pensamos.
Amor materno
“Jamás en la vida encontraréis ternura mejor, más profunda, más desinteresada ni verdadera que la de vuestra madre”. – Honoré de Balzac
Indudablemente, el amor de la madre es el más grande de los amores, es un amor intenso que nace de la fusión y termina en la separación con la emancipación de los hijos. Contrariamente al resto de los tipos de amor, virtualmente la madre y su hijo son uno solo en las primeras etapas, a partir de las que su relación se establece como una dependencia del bebé hacía la madre que lo da todo sin esperar nada a cambio, pues lo único que recibe es la satisfacción de su hijo en cada sonrisa. Sin embargo, este tipo de amor no es solamente una labor de preservación derivada del instinto y la continuidad de la especie; el amor de la madre trasciende en el amor de su hijo hacia la vida mediante la transformación del ser creado en ser creativo: el que ama la vida.
Amor erótico
“Un beso es un secreto que confunde la boca con las orejas”. – Cyrano de Bergerac
La experiencia del amor erótico se confunde fácilmente con la explosión del enamoramiento, debido a que comúnmente surge de dos personas que buscan la exclusividad afectiva y que se fusionan para perdurar como uno solo. Sin embargo, el enamoramiento es un acercamiento superficial e ilusorio a la otra persona, puesto que se establece principalmente a través del contacto sexual, mediante el que la separación solamente se supera de manera física, y no plenamente en su ámbito espiritual (emocional). Cabe mencionar que la confusión no radica en que el amor erótico busque superarse en la sexualidad, ni mucho menos que no lo pueda lograr a través de ésta, sino que el deseo sexual puede ser estimulado por la angustia, el deseo de conquistar y aun de destruir tanto como por el amor; por esto, la idea del amor erótico puede incurrir en el error de creer que se ama cuando es puro deseo físico y/o evasión de la angustia de la soledad.
Amor a sí mismo
“La paradoja del amor es ser uno mismo sin dejar de ser dos”. – Erich Fromm
El amor a sí mismo y el amor hacia los demás no se excluyen recíprocamente. A su vez, contrariamente a lo que se podría pensar, el amor a sí mismo tampoco es equivalente al egoísmo, pues éste último no se ama, es un reflejo de un vacío interior que busca llenarse con satisfacciones externas. En síntesis, el amor a sí mismo es la fuente de todos los demás amores y se pone a prueba en el amor hacia a los demás, tal cual la idea bíblica: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.
Amor a Dios
“No me gusta la palabra tolerancia, pero no encuentro otra mejor. El amor empuja a tener, hacia la fe de los demás, el mismo respeto que se tiene por la propia”. – Mahatma Gandhi
La forma religiosa del amor encuentra su impulso en la misma situación que el resto de los tipos de amor, esto es en superar la separación a través de la unión (esta vez en el culto religioso). Por lo tanto, el concepto del amor a Dios está en función de la maduración del hombre; esto se puede notar en la transición de sus primeros dioses patriarcales que ejercían su poder a través del castigo, a la evolución de su dios en una entidad autoconsciente y simbólica que integra ambos sexos. Por último, es importante mencionar que el concepto de Dios no se restringe solamente a un ser supremo específico, pues también puede obtener su forma como un valor supremo que una determinada persona desea alcanzar a través de la fe.