Dejándonos de tecnicismos y definiciones filosóficas, la felicidad es ese momento en el que nada más importa, en el que los problemas existentes dejan de preocuparnos y no somos más que el momento que estamos viviendo.
Es ese lapso de tiempo en donde le sonreímos a la vida a pesar de cualquier situación que se nos haya presentado.
Es ese momento en el que suspiramos y pensamos en lo sublime que es la vida y hasta el universo. Sin embargo no podemos encapsular en concepto en un axioma, hay muchas formas distintas de sentirnos felices, completos y satisfechos.
Puede ser ese instante en el que nos reímos tanto que no podemos respirar, es lo que sentimos cuando esa persona especial nos corresponde, el gesto de emoción que hacemos cuando llega algo que habíamos estado esperado o simplemente el placer de comer nuestro platillo favorito. Cada uno define la felicidad como quiere, pero todos y cada uno de nosotros la buscamos.
Si bien es cierto que todos podemos y deberíamos ser felices, en este mundo lleno de estrés, expectativas por alcanzar, deudas por liquidar y dinero que ganar, pocos son los afortunados en decir que son felices cada día y sin importar lo que pase. Tan minúsculo es el grupo de la población mundial que lo logra que hoy en día podemos encontrar un número impresionante de libros sobre cómo ser felices. Y bueno, ¿qué tan difícil puede ser alcanzar la felicidad? A pesar de que parece sencillo cuando lo escuchamos, hacerlo es otra cosa.
Después de muchos estudios, la Universidad de Harvard logró estructurar un curso tras el cual asegura que sus asistentes cambiarán su estado de ánimo cotidiano y alcanzarán la tan anhelada felicidad. Entre las recomendaciones que más destacan encontramos las siguientes:
Hacer ejercicio. Hay una razón por la que el fitness está de moda; es el mejor antídoto para el estrés y la tensión. Por salud o por estética, dedicarle 40 minutos diarios a tu cuerpo es el mejor regalo que le puedes dar. Es un excelente antidepresivo ya que a parte de mejorar tu autoestima, te ayuda a desconectarte de tus problemas y concentrarte en ti. Arma una buena playlist y busca ser esa mejor versión de ti mismo con alguna actividad física.
Desayunar. Es la comida más importante del día y no hay motivo o excusa válida para evitarla. Después del descanso nocturno tu cuerpo despierta pidiendo a gritos energía para funcionar correctamente. Aquellos que no desayunan no están dándole a su cuerpo combustible para actuar o pensar al cien porciento; sin olvidarnos de que la mayoría de las veces, saltarnos la primera comida equivale a dolores de cabeza o molestias gastrointestinales que en definitiva no hacen de nuestro día algo placentero.
Come bien. Así es, no podíamos dejar de lado nuestras frutas y verduras diarias. Tal vez no es cierto que si comemos una hamburguesa seremos una hamburguesa por el resto de nuestras vidas; sin embargo está demostrado que el comer sano, sin tantos químicos o grasas ayuda a que nuestro cuerpo procese mejor los nutrientes y mejore la calidad del funcionamiento interno. Debemos evitar el exceso de harinas refinadas y el azúcar porque ambos provocan picos de insulina que alteran nuestro humor y no para bien. Para estar bien se vale comer un poco de todo, sobre todo lo que nuestro cuerpo agradece en lugar de lamentar.
Agradece a la vida lo bueno que te ha dado. Puede resultar el más complicado de los pasos. Muchas veces pensamos en todo lo negativo, lo que no tenemos y lo que no nos gusta. Trata de escribir por lo menos una vez a la semana 10 cosas que tienes en tu vida que te hacen feliz y que atesoras. Desde el café exquisito que te tomaste hoy hasta la existencia de tu mejor amiga o amigo. Cuando nos enfocamos en lo bueno, lo malo no parece tan importante.
Se asertivo. Di lo que piensas y no tengas miedo de decir lo que quieres. A parte de mejorar tu autoestima esto te va a hacer dejar de cargar con esa impotencia que sientes al guardar silencio, que en algunas ocasiones termina en tristeza y desesperanza.
Invierte en experiencias, no en cosas. En este mundo capitalista en el que vivimos, muchas veces olvidamos el valor de las experiencias. Lo material se puede ir mañana pero los recuerdos no desaparecen de la mente, y esos, nadie nos los arrebata.
Recuerda lo bello de tu vida. Date a ti mismo un momento para recordar los mejores momentos a lado de las personas que quieres. Pega fotos, frases y recuerdos por todos lados, así en donde quiera que voltees encontrarás una razón para ser feliz.
Enfrenta tus retos. No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy. Deja de postergar proyectos o tareas por miedo o desidia. Mientras más tiempo esperas, más ansiedad y tensión se genera.
Se amable. Saluda y trata de ser cordial con las personas en tu camino. El darles una sonrisa a ellos puede también darte una a ti. Sobre todo, antes de enojarte con alguien recuerda que todos tenemos un mundo detrás y nunca sabes lo que esa persona vive día a día.
Cuida tu postura. Camina como el afortunado que eres. Mantén tus hombros ligeramente hacia atrás y mejora tu ánimo y la condición de tu columna vertebral. Tu cuerpo te lo va a agradecer.
Usa lo que te acomode. Desde zapatos hasta pantalones, ponte aquello con lo que te sientas cómodo y seguro. No hay necesidad de estar cuidando constantemente si ya te lastimaron los zapatos o de pasar frío porque la blusa que te pusiste no quedaba bien con la chamarra que tenías a la mano. Si tú estas en armonía con tu vestimenta eso mismo vas a proyectar a otros y a ti mismo.
Escucha música. Ya sea la 5ta de Mozart, la nueva de Cartel de Santa o el hit ochentero de Emmanuel, todas ayudan a mejorar el estado de ánimo. Deleitar a tus oídos en algún momento del día es necesario para todos. Pon tu canción favorita o la que no puedes dejar de tararear y no tengas miedo de bailar y cantarla a todo pulmón, es una excelente manera de empezar el día lleno de vitalidad.
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