Juguemos a algo. Imagina que tu cuerpo es un mapa. Un territorio que cuando naciste ya había sido colonizado. Dominado por ideas sobre lo que es ser, por ejemplo, cuerpo de hombre o de mujer. Imagina ahora que tu territorio es ser mujer, y que sólo por ello tienes tremendas desventajas históricas.
No importa si tu mapa tiene islas, playas, valles, estepas, montañas, selvas. No importa si es tan grande como un continente o alargado como una cordillera. Cuando naciste las reglas ya estaban escritas y los mapas a tu alrededor se encargaron de dejarte claro qué puedes hacer, con qué otro tipo de territorios está permitido crear lazos, cuáles son tus límites, cuáles tus fronteras.
Aprendes que las partes de tu mapa tienen diferentes significados. Hay zonas a las que no es preciso acercarse. Hay zonas que se pueden mostrar al resto, que puedes pintar con maquillaje; eso está permitido. Otras zonas tendrás que podarlas, arrancar su fino pasto porque no es bien visto que tu cuerpo-territorio-mujer no esté “cuidado” como quieren los otros. Hay códigos y normas que fueron creados por una geografía en la que se está inmersa.
Digamos que aprendes las reglas y las acatas; sin embargo, un día descubres que tus ideas pueden ser como soldados que, bien entrenados, defenderán tus puertos. Y que a partir de estos es posible imaginar de otro modo esa geografía. Es decir, que la descolonización es factible.
Tus ideas-soldados son capaces de probar diversas técnicas y armamentos que los harán más fuertes para que en determinado momento comiencen a pelear. Podrán, entonces, cuestionar, reaprender, resignificar en conjunto, por partes, y, tal vez un día, cuestionar y modificar cada célula. Imagina que además de soldados pueda haber ideas-artistas que una vez recuperado los territorios se permitan crear, porque eres una tierra que respira y que tiene voz, gestos, mirada y sonrisa, eres un campo propicio para la experimentación.
Imagina que una cartografía nueva de los cuerpos es viable, que se puede dar a luz nuevos comportamientos, pues, definitivamente, no hay una sola forma de descolonizar nuestros pensamientos.
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Desde siempre, las mujeres han exigido su derecho por controlar las decisiones con respecto a su cuerpo y preferencias sexuales; sin embargo, se les ha tachado y etiquetado de manera severa. Aun así, han existido poetas que han logrado expresar a través de la literatura lo que se experimenta cuando una mujer ha decidido amar a otra mujer.
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Las fotografías que acompañan al texto pertenece a Berber Theunissen.