La violencia, el “instinto” más perverso del ser humano, la espada que ha conquistado voluntades y quebrantado naciones, dejó su marca en Hiroshima, Nagasaki, Holodomor y Auschwitz. Sin embargo. estos son sólo algunos nombres del genocidio y la ceguera humana. ¿Por qué el hombre sale de una guerra para entrar a otra?, ¿Por qué se autodestruye, es acaso esa su verdadera naturaleza? Tal vez porque hay dos cosas infinitas, respondería Einstein: el Universo y la estupidez humana. Aunque la primera jamás la llegó a confirmar.
Albert Einstein, conocido por ser uno de los grandes científicos del último siglo, vivió la mayor parte de su vida en Estados Unidos, a pesar de que fuese originario de Alemania. Durante el curso de la Segunda Guerra Mundial, él y otros hombres de ciencia fueron reclutados para crear un arma de destrucción masiva que “pondría fin” a ese terrible conflicto bélico: la bomba atómica. Nuevamente, otro pretexto para saciar la sed de poder del ser humano.
Desgraciadamente, este científico no pudo hacer nada para evitar la masacre nuclear. No obstante, tenía el venerable hábito de responder las cartas de sus admiradores, que lo atiborraban de preguntas acerca de temas científicos y filosóficos. Él las contestaba afectuosamente porque pensaba que al atender las inquietudes de su audiencia, lograba el sentido último de la vida humana, que para él consistía en crear satisfacción mutua y lograr el crecimiento colectivo. Cada sonrisa que dejaba en sus admiradores se convertía en un goce personal.
Años después de la Segunda Guerra Mundial, una de sus jóvenes admiradoras le escribió una carta en la que le hacía una breve pregunta, pero no por ello simple:
“¿Por qué estamos vivos?, ¿Cuál es el sentido de la vida si vivimos para sufrir los estragos de las guerras y la violencia del ser humano?”
El científico no tardó en responder. (La carta original con su traducción se muestran a continuación)
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Querida Señorita Block:
La cuestión acerca del “Por qué”, es fácil de responder dentro de la esfera humana: para crear satisfacción para nosotros mismos y otras personas. Fuera de la vida humana, la pregunta no tiene sentido alguno. También cabe mencionar que la creencia en Dios no es de ninguna manera una salida a la pregunta. En ese caso, usted podría preguntar “Por qué Dios”.
Sinceramente,
Albert Einstein.
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Sabe que Einstein mantuvo correspondencia con otros personajes como Sigmund Freud y el filósofo Rabindranath Tagore, con quienes debatía respecto a la guerra y la naturaleza humana, así que no es de sorprender que el científico alemán mantuviera una postura tan clara respecto a cuestiones como las que la joven Marion le expone en su carta. Por último, es interesante cómo es que una pequeña carta nos puede revelar gran parte de su personalidad y, al mismo tiempo, abrirnos los ojos, pues nos muestra que fue algo más que sólo un científico: un ser muy virtuoso y consciente. Un ser humano íntegro.