Tolerancia + respeto + suerte = 100 años de amor
Así de simple es la fórmula que Morrie y Betty Markoff, un matrimonio de viejitos de 100 y 103 años, que han logrado permanecer juntos por 78 años. Esta historia le ha dado la vuelta al mundo, pues no sólo se trata de una de las relaciones más largas de la historia, sino de una prueba de que ni el tiempo ni la transformación del mundo son los culpables de una separación. Todo lo que le sucede a una pareja es responsabilidad de ambos y fruto de las veces que esa planta se haya regado. Ocho décadas hablan por sí solas, y este dúo superó años de desacuerdos al aprender a convertirlos en retos en equipo, pero jamás en peleas hirientes.
“Hemos estado juntos casi ocho décadas y todavía no nos matamos”.
–Morrie Markoff
“Tuvimos momentos muy difíciles, pero él jamás me golpeó ni yo a él”.
–Betty Markoff
Hoy, este matrimonio se regocija en la armonía y tranquilidad con la que poco a poco fortalecieron su vínculo amoroso y amistoso. La clave para llegar a ese punto es nunca dejar que un malentendido se convierta en furia, explicó Betty. Para Morrie –quien jamás le ha dicho “te amo” a su compañera de vida– lo más importante es demostrar cuánto te importa la otra persona, pero para eso él no cree que sea necesario decírselo. Esta pareja comprendió que las acciones pueden decir tanto como las palabras y que cada uno tiene una forma distinta de demostrar lo que siente.
A diferencia de muchos matrimonio que se desgastan con el tiempo, este par siempre supo que su relación no se trataba de una posesión o forma de control. Los dos se dedicaron a cuidarse, más no a exigirse o prohibirse.
Por otro lado, los recuerdos que ambos guardan son invaluables y una gran fuente de inspiración para continuar juntos. Morrie ha afirmado que el día que ellos comenzaron su relación fue el momento más afortunado de su vida; se conocieron en Nueva York en 1938, durante la boda del primo de Betty y desde ese día su historia comenzó a escribirse. Entre todos los detalles que formaron parte de cada uno de sus encuentros, Betty explica que él le pareció el hombre más guapo del mundo y que eso es algo que recuerda todos los días; para nunca olvidar lo afortunada que es.
A diferencia de lo que muchos piensan sobre las propuestas majestuosos o los regalos ostentosos, esta pareja demuestra que en lo costoso de una argolla o en lo paradisiaco de un viaje de luna de miel, no se encuentra la fórmula para el amor eterno. Después de salir unas cuantas veces, él le propuso matrimonio a ella de la forma más simple: “Te gustaría vivir conmigo en California”. Después de que ella aceptara, Morrie la recogió en Los Ángeles después de 4 días de viaje, semanas más tarde, prepararon una breve y sencilla ceremonia con un rabino que terminó el ritual con la frase: “Hagan que su matrimonio sea tan puro como el oro en este anillo”.
Otro de los aspectos que esta pareja descubrió, que los mantendría unidos para siempre, fue pasar sus días ocupados y disfrutando de cada momento. Ninguno permitía que el otro se aburriera y jamás se prohibieron hacer actividades que los mantuvieran entretenidos y productivos. Viajando, riendo, tomando fotografías, trabajando, bailando. Cuidando a sus hijos, cocinando, pintando, escribiendo; así pasaron todos sus años.
“Tengo tanto que hacer que no creo tener tiempo para morir”.
–Morrie Markoff
Cuando Morrie cumplió 99 años, ni todas las actividades de su día lo salvaron de sufrir un ataque cardiaco. Betty llamó al 911 y al llegar al hospital los cirujanos lograron salvarlo. Una vez más, ambos pensaron que eran las personas con más suerte del mundo, pues no sólo seguían juntos a pesar del tiempo y los problemas de pareja, sino a vencieron a la muerte. Lo maravilloso de todo, es que desde antes de ese gran susto, la pareja jamás dejó de procurar el afecto entre ellos. Cuando uno olvidaba hacerlo, el otro le recordaba lo que era un beso o un abrazo, pero jamás se reclamaban por no recibirlo.
“Me importas” es la frase con la que Morrie sustituyó “te amo”. Su forma de demostrarle a Betty cuánto la quiere es a través de un día productivo, en el que ambos puedan recordad su juventud y a sus amigos, los cuales murieron hace algunos años. Los dos evitan pensar en la muerte y siempre se repiten lo suertudos que son de haberse encontrado; con el paso de los años, ellos dejaron de lado el sexo como una máxima de placer y lo comenzaron a ver como una forma de conectarse aún más.
“Después de 78 años no puedo decir que jamás cometí un error. Hemos tenido nuestros altos y bajos, pero seguimos aquí”.
–Morrie Markoff
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