[Conoce las frases para decir te amo que van directo al corazón]
A mis 24 años, mi corazón se ha roto cinco veces y no creo aguantar una vez más. Ya sé, ya sé, todo es mi culpa. Sufro del complejo Chet Faker porque, como dice su canción, “me enamoro muy fácil, muy rápido y de una manera terriblemente intensa”. Los tres elementos convierten el amor en un vicio recalcitrante que, en lugar de liberar, aprisiona, asfixia y mata. Así, yo aniquilé a cinco hermosas damas y al parecer, voy por la sexta.
Los principios siempre son hermosos. Hay regalos sorpresa, ramos de flores, recitales de poemas en su oído y una sarta de cursilerías a las que estoy obligado por ser un amador. Es ahí, en la siniestra facilidad, rapidez e intensidad, cuando echo todo a perder. En pocas palabras soy un Ted Mosby que a la segunda cita necesita entregar todo el corazón, decidir cuántos hijos tendrá en el futuro y decir las palabras asesinas: “te amo”.
Así fue como destruí mi primer amor al entregarlo todo a la segunda semana de conocernos. Lo que ella no sabía era que yo llevaba casi dos años leyendo sus redes sociales y espiándola en la escuela. A esas alturas yo ya sabía cuál era su comida, color, película y canción favorita. Cuando le declaré mi amor fue porque ella era parte de mi vida, aunque aún no lo supiese. Qué desgracia.
En fin, de aquella anécdota han pasado cinco años y aquel hábito lo dejé atrás aunque me han salido otros que debo eliminar. Como sufro de mala memoria, me dispongo esta noche a escribir cada uno de mis errores que asesinaron el amor que tenía —o podía tener— con una mujer. Disculpen si algunas situaciones parecen absurdas, pero es que así soy yo.
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Decir “te amo” como premio
Mi relación con Mariana inició como todas las demás, pero dio un giro al adoptar la maña de realizar juegos estúpidos para ver quién amaba más. Era una absurda competencia de amor. Al poco tiempo ya estábamos en la lógica de reto o castigo, como aparece en la cinta “Jeux d’enfants”. Mi problema fue que comencé a decirle “te amo” las veces que ganaba algún desafío. Ya que conseguía la corona, para consolarla, expresaba la famosa frase.
La segunda vez que lo hice me dio una cachetada, me quitó las llaves del departamento, arrojó mis cosas por la ventana y nunca más me dirigió la palabra.
Mariana, si me estás leyendo en este momento, por favor, te faltó lanzarme mi cepillo de dientes.
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Decir “te amo” para obtener sexo
No sé por qué, pero me atraen las mujeres cristianas. Tal vez sea su gesto virginal que hacen cuando se arrodillan a rezar. Ya saben, bajan la mirada, juntan las dos manos para la plegaria y empiezan a balbucear de una manera mística. Bueno, un día por fin se me hizo sentir un cuerpo santo. Todo iba bien, incluso de verdad comencé a amarla, pero parecía que tenía un cinturón de castidad porque por más que mis manos bajaban por su vientre, un intenso pellizco se arremolinaba en mi pierna. Así cortaba de tajo mi tensión sexual.
Un día por fin llegó el gran momento: me dijo “te amo”. Yo también lo hacía, pero ya necesitaba un poco de candor en mi cuerpo, así que me negué a contestarle. Cuando me preguntó si yo no la amaba, le contesté que no le respondería hasta que me dejara jugar con su santo grial.
Otra vez una cachetada y el adiós. No pasa nada, Gloria. Sé que volverás.
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Decir “te amo” en el momento equivocado
Otro día me encontré con Laura. Trabajaba fuera del metro Revolución de 9 de la noche a las 5 de la mañana. A veces se iba temprano si encontraba un buen cliente. De ella extraño su habilidad para no escurrir ni una gota de saliva cuando practicábamos el típico juego de “garganta profunda”.
Con ella todo iba bien, pero un día cuando llegué a recogerla para celebrar nuestro primer no aniversario se encontraba su chulo. Me dijo: “Quibas mi Rey, esta noche Laura se va conmigo”. A lo que contesté: “Si tú nada más llegas a quitarle el dinero, aunque sea déjamela hasta las tres”, pero obviamente él estaba en sus terrenos.
En fin, como se negó, yo me aferré e hice un teatrito a media avenida. Cuando le girte: “Laura, yo te amo, vente conmigo”, el tal Raúl me soltó un golpe que casi me arranca la cabeza, subió a mi Dulcinea a un taxi y se la llevó lejos. Nunca más la volví a ver y todo por decir que amaba a una cortesana.
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Decir “te amo” después de estar con otra persona
Cada año acostumbro hacer una grandiosa fiesta con todos mis amigos. El chiste es pasárnosla bien, así que las drogas están permitidas en mi casa. Un día, mi novia en turno —Daniela— invitó a la celebración a su prima —Pamela—. No puedo negarlo, ella superaba por mucho mis expectativas y me era imposible atenderla a detalle como buen anfitrión.
Ya pasada la noche, y con un montón de cosas encima, me la encontré en la fila del baño y comenzamos a platicar. A los tres minutos mi mano estaba bajo su falda explorando el terreno familiar. Cuando escuché la voz de Daniela subiendo las escaleras me separé y me acomodé un poco el cabello. El problema fue que Pamela quedó como en un trance hipnótico y sexual. Sus piernas seguían abiertas y su cara en un orgasmo perpetuo.
Mi Daniela se dio cuenta. Me hizo una cara como de demonio y yo sólo le dije: “Te amo”. Me soltó una patada en mi parte blanda, le dio otra a la pobre Pamela y se fue. En el piso, herido y con el corazón roto, terminé de conocer a la prima y continué con la fiesta.
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Espero que mis experiencias les sirvan de algo porque esto de andar sufriendo por amor no se lo deseo a nadie. Desde ahora sabemos que a veces es mejor guardar silencio, porque cuando realmente se ama, hay hasta 69 formas para demostrarlo sin usar palabras.