Josué y Mayra desaparecieron la semana pasada. Esto tristemente es cada vez más frecuente en nuestro país. Todos nos enteramos porque los muros virtuales y físicos están llenos de fotografías de ambos chicos y sus generales. Pero esta historia, afortunadamente, es de las que cuentan buenas noticias. Josué y Mayra aparecieron. Alguna irresponsabilidad propia de la edad, podría decirse. La mala parte de la notica es que hay una desatención y apatía generalizada que puede tenga consecuencias aún incomprendidas.
Estudios recientes alegan que para el año 2020 la depresión y la ansiedad serán las principales causas de discapacidad en el país. Como todos sabemos, ambas enfermedades son aún nuevas y por tanto incomprendidas para muchos especialistas en el área. Lo único que se sabe es su progresivo avance y cómo son cada vez más las personas que las padecen.
Estudios en conjunto de prestigiadas universidades en Estados Unidos e Inglaterra refieren que si bien hay una predisposición genética que hace al paciente víctima de depresión, un factor determinante es el medio. Una paradoja planteada en el articulo que difunde los estudios realizados habla de la ciudad de Nueva York, una de las ciudades con los índices más altos de felicidad y justamente con los índices también más altos en cuanto a depresión. Simple: el estilo de vida y percepciones de éxito de algunos puede resultar desastroso para muchos otros, por lo que hace parecer que tu vida es miserable aunque no lo sea.
En el sentido inverso, una sociedad bombardeada de violencia y malas noticias puede quitarnos de las manos la voluntad de sobrevivir emocionalmente. Sin saberlo, somos responsables de las salud mental propia y del vecino. Y es tiempo de poner atención a lo que esto significa. Depresión, estrés y ansiedad tienen detonantes sociales poderosos.
Retomando el hipotético caso de Josué y Mayra, hubo sujetos que tal vez con la franca intención de que volvieran a casa, compartieron la imagen, sin saber que al otro día o días más tarde, serían encontrados sanos y salvos. El problema de subir esto a redes y la forma en que ahora estamos contados es la gestación posterior de una psicosis colectiva; ciento de ideas fatalistas que nacen, tal vez ya sin justificación, y con ella la paranoia del medio. Una publicación rezagada puede quitarle un buen día a más de uno.
Si los chicos aparecieron, en este caso con un final feliz, el resto es gratuito. Si no bajamos esa foto, esa imagen es detonante de angustia generalmente innecesario. Esto podría no significar mucho, pero si tomamos en cuenta la frecuencia y el alcance, son alarmantes las consecuencias que esto puede traer. Entonces, sería importante promover una cultura tan sana en su conclusión como la naturaleza de estar hermanados para que alguien aparezca. El hábito de compartir, rastrear y eliminar puede salvar vidas.
Comparte
Es importante compartir la fotografía de una persona desaparecida; cientos de casos exitosos lo dicen. Pero, por increíble que parezca, hay que tener, en medida de lo posible, la cabeza fría. Todavía son frecuentes los casos de chicos que son escondidos por los padres, están con un familiar o tienen un arranque juvenil. Más que desaparecidos, están huyendo de algo. Una vez corroborada la información, es importante compartir, preferentemente de una fuente oficial para evitar difundir datos falsos que entorpezcan el caso.
Rastrea
Si queremos una civilización cada vez más responsable, verdaderamente responsable, debemos superar el altruismo de sofá, aquel en el que aparentemente hacemos pero no hacemos nada. No sólo se trata de compartir, aunque esté muy bien que cada vez más personas se interesen por el otro. Hay que estar al pendiente de la resolución del caso, la evolución e información nueva que nos ayude a no dejar que la desinformación prolifere, que estos males sociales avancen. Poseer esta información nos ayudará a sanear no sólo los procesos, sino nuestra mente y de quienes nos rodean.
Eliminar
Sea cual sea la resolución del caso, con luz o sombra, es importante localizar su publicación y eliminar todo en cuanto al caso se refiera. Lo que viene después es gratis: las angustias, los miedos, las fantasías excesivas, el pánico y la intranquilidad. Como último, y tratando de sumar al saneo de las emociones colectivas, evitemos también compartir fotografías de víctimas, fotografías de mal gusto que en nada ayudan y, peor aún, alimentan el morbo, dejando para luego el ejercicio de consciencia real.
Por supuesto, la idea no es desmotivar a quienes, con la buena de ayuda, comparten. Y es responsabilidad presionar para que las instituciones funcionen y que cada vez sean menos las personas desaparecidas en el país, pero los rastros de estas luchas pueden ocasionar secuelas emocionales que también es importante atender. Un concepto interesante en cuanto a trabajo social dice que no basta con hacer las cosas para tener un entorno mejor, sino que hay que hacerlas cada vez mejor. Hemos avanzado, pero es necesario revisar y rectificar cada uno de nuestros protocolos, en este caso con el pretexto de la salud mental.
***
Múltiples historias y anécdotas se presentan a diario en el metro, un lugar de folclore, violencia y color que retrata el México moderno. Un ejemplo de ello esa la rata gigante que supuestamente habita ahí.
