Ganadora de un Ariel y una Diosa de Plata, la actriz Maya Zapata asegura sentirse más cerca del movimiento feminista tras la pandemia que previo a esta catástrofe mundial. ¿La razón? Afirma que éste es un momento en el que es posible poner en cuestión al feminismo blanco o hegemónico para colocar sobre la mesa que hay distintas formas de ser mujeres y que aquel movimiento que excluye identidades vulneradas no es feminismo.
En entrevista con Cultura Colectiva, Maya habla de los vínculos entre machismo, racismo y la forma en que estos se manifiestan en el cine y la televisión, una industria en la que ella se ha forjado desde los seis años, por lo que no duda en criticar las narrativas simples y estigmatizantes en contra de mujeres y personas racializadas que perduran en México incluso hoy, a pesar de la llegada de plataformas de streaming como Netflix, HBO Max y Amazon Prime, entre otras.
En un llamado a la empatía y a no dejar de reflexionar en torno a la forma en que se lucha contra las desigualdades y violencias del patriarcado, Maya subraya la importancia de cuestionar nuestros privilegios para entender que las violencias nos atraviesan a todas… y sí, también a todos.
¿Qué significa para ti el 8M?
Siempre ha sido una fecha inevitablemente de reflexión, es un corte de caja, ver qué cosas hemos logrado, qué hemos conseguido, con qué tipos de feminismos estamos resonando, con cuáles no.
Es curioso porque antes de la pandemia yo no resonaba con el #8M como resueno ahora, porque siento que hoy se está hablando ya de un tema que es importante y que, sin duda, atraviesa al patriarcado de una manera mucho más contundente que es el racismo. Esta lucha antirracista te hace mirar cuáles son tus privilegios y cómo los pones al servicio de una manera más asertiva porque este cuestionamiento implica mirarte, mirar de qué cosas sí te puedes quejar, de qué cosas no, y tienes que abrir espacios para que a otras personas a las que les atraviesan otros dolores y otras opresiones hablen de ese tema.
Yo sentí durante los últimos 10 años que ese feminismo también se convirtió en un solo grito, un grito hegemónico, homogéneo, por lo menos el que sonaba más fuerte, que era precisamente el de las mujeres privilegiadas, por eso nos tardamos un rato en ponerle nombre al feminismo blanco, y hoy que ya tiene nombre me siento más tranquila de decir no hay una sola forma de ser mujeres, hay que entender las distintas formas de ser mujeres; lo que no está padre dentro de estos feminismos son los que excluyen, esos feminismos para mí yo les quitaría definitivamente la palabra, porque el feminismo lucha por antonomasia por los derechos humanos, cualquier feminismo que excluya no es feminismo simplemente.
¿Cómo vives las desigualdades en el ámbito de la actuación?
Las vivo por ser mujer, porque los personajes a los que puedo acceder, incluso aunque fuera completamente blanca, igual son súper limitados, estereotipados, van cambiando la narrativa de una forma muy torpe, porque nuestra tradición por las telenovelas y esta necedad de las plataformas de seguir apostando por historias simples no nos la pone muy fácil. Hay un montón de cosas que se me dificultan en ese sentido, pero no sólo a mí sino a todas las mujeres.
A mí específicamente, tengo un carácter muy particular, doy pocas concesiones, llevo muchos años en esta industria, empecé a los seis años, amo mucho lo que hago, respeto mucho al pueblo mexicano, y si bien hay un sector al que le gusta esa narrativa simple porque es su manera de salir del mundo complejo en el que vivimos diario, lo que no me parece es que sea la única opción; si ésa es tu única opción, hay algo qué observar porque probablemente haya una necesidad de idiotizar al pueblo, cuando sólo hay un tipo de narrativas al que puede acceder un grupo de gente.
¿A qué se debe que nos enfoquemos en una sola narrativa y cómo podríamos diversificarnos?
Las nuevas generaciones tienen muchas más oportunidades de cambiar esas narrativas porque cuestionan más. Hoy existen porque nuestra generación simplemente no cuestionábamos esas narrativas, las asumíamos como eso es lo que era, y las pocas personas que se los cuestionaban han sido motores de cambio a lo largo de la historia. Creo que en México están tan arraigados tantos vicios, que cuesta mucho, a la gente no le parece tan importante lo que sucede en sus televisiones.
Hubo generaciones enteras y hoy hay generaciones enteras que se van a educar también a través de una pantalla (otro tipo de pantallas, pero al final detrás de una pantalla); nosotros nos educamos con la televisión y toda esa información que estaba ahí se inoculó en algún lugar de nuestro entendimiento, la manera en que traducimos el mundo y creímos que eso era lo normal. Cuando un ser humano tiene establecido qué es lo normal, se siente seguro aunque no viva bien, pero esa falsa seguridad es muy difícil de erradicar, por eso creo que las generaciones de hoy tienen muchas más posibilidades de cambiar estas narrativas, de contar eventualmente estas historias, de hacer de este mundo el mundo por el que muchas personas hemos trabajado y hacerlo un poquito mejor.
¿Qué opinas de la corriente separatista del feminismo y la idea de que los hombres no pueden formar parte de la lucha?
Es una visión sesgada a la que le hace falta una parte, en este mundo vivimos todos, si bien es muy importante mirar y reflexionar con respecto a las diferencias que existen entre todos, hay que entender que son sistemas, incluso el racismo afecta de otra manera a las personas blancas (las favorece). Por ejemplo a las personas blancas en la industria, la mayoría de las historias que se cuentan son de whitexicans, son historias de personas blancas con cuestionamientos muchas veces estúpidos, retratados de manera caricaturizada, sin profundida, frívolos, no necesariamente creo que sea una buena forma de retratar personas, las personas somos mucho más complejas que eso, independientemente de nuestro color.
En el caso de las mujeres y los hombres es una cosa muy particular, porque lo que hay encima es una cosa que se llama patriarcado. Afecta por supuesto a las mujeres, les ha cerrado, ha imposibilitado el camino de las mujeres sistemática e históricamente, pero también ha afectado a los hombres, también de una forma mucho más clara. Los feminicidios son una cosa importantísima de observar así como entender cuáles son las razones, por qué se mata a una mujer en razón de su género y por qué sucede a manos de un hombre, pero también es importante observar estos otros homicidios.
Si vemos que la peor expresión de una opresión es la muerte, no podemos menospreciar a los asesinatos de hombres, incluso aunque sean perpetuados por otros hombres. Lo que tenemos que hacer es preguntarnos por qué, quiénes son, de qué color, cuál es su contexto, de qué depende que se estén matando, no es normal que el 90% de los homicidios en este país sean de un hombre a otro hombre.
Urge revisar también cómo nosotras perpetuamos esas violencias patriarcales en contra de otras mujeres y también dentro de nuestros propios sistemas, así como los hombres son los principales de otros hombres y de otras mujeres, también las madres son las principales asesinas de sus hijos, y eso es una cosa importante de observar; el feminismo hegemónico no permitía hacer estas preguntas, porque en seguida se te echaban encima. Si bien hay cosas que no están sujetas a discusión (como si existe el racismo o el patriarcado), pero las formas de desestructurar estos sistemas sí están a debate y sí son perfeccionables, tenemos que estar en una reflexión constante sobre todo las personas que tenemos los privilegios para tener esa reflexión, es casi que una responsabilidad con los demás.
¿Cuál es la agenda más urgente para combatir la desigualdad que enfrentamos las mujeres en México?
La pobreza extrema de este país, el problema de la desigualdad es muy importante. Para ello no hay que centrarse sólo en las personas pobres, sino sobre todo en las personas ricas: ¿por qué tienen tanto dinero unos y otros casi no tienen nada? Hay que mirar hacia el poder no para beneficiarlo como sistemáticamente ha sucedido en este país, sino para hacerle rendirle cuentas, para que pongan esas ganancias al servicio del país o de los lugares de donde las obtuvieron.
Es importante que los impuestos no son para hacerte menos rico, sino para que no exista esa desigualdad; para eso tiene que haber un gobierno que esté libre de prácticas corruptas, por supuesto creo que esos cambios se pueden hacer. Ya se acabó esa época en que las personas ricas tienen carta amplia para hacer lo que quieran, hoy es el mejor momento de que empiece por ellos, que no tuviéramos que obligarlos todos los demás, pero si es necesario, habrá qué hacerlo. Es importante pedirle a los que tienen más que se hagan cargo de esa gran responsabilidad, no es porque fueron buenos, el problema es que el piso no es parejo para todos.
¿Qué mensaje compartirías con las mujeres jóvenes que hoy se están acercando al feminismo?
Que hoy la lucha es interseccional, hoy hay que poner en la balanza las opresiones versus los privilegios, hay que poner los privilegios al servicio de la desestructura de esas opresiones; hay que entender que está bueno ocupar espacios, pero también hay que buscar la manera de abrir más espacio para otros; hay que cuestionar, reflexionar, ser autrocríticos, no se puede tener una idea y quedarse ahí y ya, esto no para, una vez que uno está decidido a construir un lugar mejor para todos, eso es un trabajo diario. Eso no implica que no se pueda hacer desde la felicidad, es fundamental hacerlo desde un espacio de gozo, pero sin quitar el dedo del renglón; es fundamental que sepamos que si nosotros no hablamos de las cosas que no están bien, se enquistan en la sociedad y después es muy difícil cambiarlas.
Escuchar a otras mujeres, sería muy lindo escuchar a esas otras mujeres, sobre todo a aquellas que opinan distinto a nosotros, creo que es un buen momento para enfrentar aquello que te incomoda de la otra, sobre todo hablando de las luchas, y entender qué es lo que nos dice detrás de eso desde un lugar de la empatía y recordar que las mujeres sabemos luchar de muchas maneras y la manera en que luche una mujer está bien. Pero recordar que hay una parte de los símbolos construidos alrededor de la feminidad que no necesariamente están mal, que tienen que ver con el amor y la empatía, eso es una energía, una forma de lucha, a observar, a rescatar y a poner al servicio de desestructurar las formas violentas de lucha. No hay que cuidar las formas, jamás voy a defender que se cuiden las formas versus el fondo, pero creo importante la energía del amor como el mejor bálsamo para continuar luchando porque la rabia cansa y se necesita mucha fuerza para seguir luchando y el amor es esa fuerza.