“Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!…”. Con esa frase introduce César Vallejo a “los heraldos negros”. Y es que nadie te prepara para subir tan alto, enamorarte perdidamente y después caer sin más. El shock es total. Enterarte de una infidelidad es uno de los golpes más duros que puede recibir un corazón entregado. Peor aún cuando nadie te lo cuenta ni lo intuyes, sino que lo descubres con tus propios ojos. Tu vida se desmorona en un segundo. Un nudo se apodera de tu pecho, el estómago se revuelve y las manos, sudorosas y hormigueantes, tiemblan ante tal revelación.
En el sitio Reddit, usuarios compartieron sus experiencias acerca de esos momentos en que atravesaron los círculos del infierno y después de pasar terribles momentos en los que parecía que no había esperanza de sonreír de nuevo, volvieron a ser felices, incluso más que antes. Estas son algunas de sus más intensas experiencias:
“En una ocasión tuve que regresar a la casa de mi novia por mi cargador de teléfono que dejé ahí la noche anterior. Entré al departamento sin hacer ruido pues supuse que estaba durmiendo, abrí lentamente la puerta para darle un beso, tomar el cargador y volver al trabajo. En realidad, estaba teniendo sexo con otro chico del que me dijo que ‘no debía de preocuparme porque no significaba nada’. Instantes después me llené de ira, pero decidí calmarme y temblando, con un vacío en el pecho, fui a casa. Actualmente disfruto de mi soltería, sigo molesto, pero no triste ni enamorado. Me enteré de que salieron durante un tiempo hasta que él la engañó. Recientemente, ella me buscó para salir y que las cosas ‘volvieran a ser como cuando éramos felices’. La bloqueé y no he vuelto a saber de ella”.
Esta chica vivió otra experiencia más dura y traumática, sin embargo, aprendió que para obtener un resultado distinto, debía actuar de otro modo y rompió con el círculo vicioso que dominaba su relación: “Una noche, mi novio me dijo súbitamente que debíamos separarnos. Entonces hablamos de ello, yo no quería pues pensaba que teníamos una gran relación y un futuro, teníamos tres meses viviendo juntos. Me preguntó si podíamos tener una relación abierta, pero insistí en que no, entonces me dijo claramente que necesitaba un poco de espacio para que las cosas fluyeran ‘naturalmente’. Acepté, de tal forma que durante todo el tiempo que estuvimos alejados traté de ‘corregir’ todas las conductas que dijo que debería cambiar. A pesar de compartir el mismo techo, actuábamos como dos desconocidos y sufrí esa pesadilla durante un mes.
Un fin de semana, se marchó con nuestro auto (un auto que compartíamos y que compré antes de vivir juntos). Entonces entré en pánico, tuve un ataque de ansiedad y llamé hasta quedarme dormida intentando contactarlo sin éxito. Al día siguiente, el volvió muy molesto, alegando que había arruinado su fin de semana. Me disculpé y acepté mi culpa. Me fui a casa de una amiga esperando que las cosas mejoraran y al día siguiente fui a buscarlo para hablar con él. Entonces me dijo la verdad: me había engañado cinco veces. Eso fue lo último que nos dijimos.
Creí que lo suyo era una relación pasajera, pero empezó a salir con otra chica mientras seguíamos viviendo juntos. Ese mes fue la muerte. Lo peor era escucharlo hablar por teléfono con su nueva novia. Una noche, cuando creyó que yo ya estaba dormida, hizo una videollamada con ella mostrándole su casa. Se detuvo en la alacena y dijo ‘esta es nuestra vajilla, no puedo esperar a que estemos juntos y compartamos todas estas cosas’. Eso terminó por quebrarme. Lo mismo me decía antes de que nos mudáramos. Terminar con él definitivamente fue de lo más difícil y la relación se volvió un vicio. Tiempo después se mudó con su nueva novia y al poco rato me llamó, admitiendo que había cometido un tremendo error, que no sabía lo que hacía. Con todo el dolor de mi corazón, tomé la decisión más dura y le dije que era imposible volver a tener algo de nuevo. Me arrepentí al instante, pero hoy sé que mantenerme en mi postura fue lo mejor que pude hacer. Lo hice muchas veces mal, pero al final aprendí”.
La historia de este hombre va por el mismo sentido. Él experimentó los peores momentos, la rabia y el coraje lo invadieron, pero recapacitó a tiempo, evitando alguna tragedia mayor y decidió seguir su vida sin aquella persona que traicionó su confianza:
“En una ocasión especial en que mi jefe se ausentaba y debía cubrirlo durante la noche, salí a comer una hora antes y decidí que tenía tiempo suficiente para ir a casa. Uno de nosotros casi siempre se encontraba ahí. Abrí la puerta y estaban en el sillón, la ropa tirada por todo el suelo y apenados intentaron cubrirse con lo que pudieron. Mi cabeza empezó a arder, al punto en que estaba lleno de ira y dispuesto a cometer cualquier locura. Sabía que si no me iba rápidamente algo muy malo iba a pasar, así que subí al auto, puse los seguros, apagué mi teléfono celular y manejé lentamente hasta el trabajo, aparentando que nada pasó. No volví a casa. Esa noche la pasé en el auto. No dormí ni un minuto, me quedé inmóvil, pensando. Volví a casa el siguiente día simplemente para tomar mis cosas. Me preguntó si podíamos tener una relación libre, le dije que no y nos divorciamos”.
“Durante la preparatoria, tuve una novia un año mayor que yo. Estuvimos juntos durante un par de años hasta que sucedió esto: un viernes como cualquier otro, salí de la escuela y la llamé para ver qué haría por la noche, me contestó que debía trabajar en el turno vespertino, entonces quedamos en vernos el sábado. Con la noche libre, decidí ver a un amigo en el centro comercial donde él trabajaba alrededor de las 9 de la noche. Mientras lo esperaba en una de las entradas, vi venir a mi novia, vestida con su mejor atuendo, lo más sensual posible, de la mano de otro hombre. Entraron a una tienda de discos y decidí seguirlos descaradamente. Ninguno de los dos se percató de mi presencia hasta que me paré frente al mostrador donde estaba ella, mientras él se distraía escuchando un disco: ‘¿Qué carajo está pasando aquí?’, le pregunté en voz alta y ella lamentó haberme visto: ‘¿Podemos hablar sobre esto en otra ocasión?’, respondió con todo cinismo, a lo que grité: ‘¡No! ¿Qué carajo haces aquí de la mano de ese cabrón?’. Lo último que le dije es que pasaría al día siguiente a primera hora por algunas cosas que había dejado en su casa.
Eso tiene cerca de 20 años e ignoro completamente qué pasó con ella. Ahora estoy casado y tengo un hijo, vivo felizmente muy lejos de aquel lugar, en realidad no me importa lo que haya pasado con ella, sólo tengo curiosidad de saber qué fue de su vida”.
¿Qué intentan decir estas historias? Son la muestra más clara de que una infidelidad es la manera más dura, pero también la más certera de abrir los ojos definitivamente y dejar ir a esa relación nociva que no hace ningún bien. Una vez que se toca fondo, no queda más que ir hacia arriba. El camino es largo y tortuoso, sin embargo, es la única forma de renacer.
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