Tal como en el cuento clásico infantil del Dr. Seuss, en esta temporada de fin de año aparecen muchos Grinch que se quejan del giro “poco tradicional” y “no mexicano” que se adopta en las celebraciones y tradiciones navideñas; ¿pero qué tanto hay de lo mexicano en estas fiestas?
La realidad es que la relación entre la Navidad y las creencias católicas no es mexicana. Tradiciones como el nacimiento, la posada o los Reyes Magos son completamente extranjeras. Los españoles trajeron consigo creencias religiosas romanas que a su vez tienen origen en el Medio Oriente; y que, por supuesto, son mucho más antiguas que Hernán Cortés y la Conquista de América. Por otro lado, la idílica imagen navideña del hombre de barba blanca y traje rojo que reparte regalos en su trineo jalado por renos mágicos tampoco es mexicana. El antiguo e igualmente europeo Papá Noel pasó a vestir de verde a un rojo intenso antes de llegar a México.
Entonces es claro que ni el atrevido Santa —que mágicamente invade propiedad privada entrando por las chimeneas que, por cierto, casi ningún mexicano tiene—, ni el nacimiento en el pesebre construido con los restos de las pirámides de los dioses “paganos” precolombinos son en absoluto mexicanos. ¿Pero entonces qué fiesta —o qué elementos de estas celebraciones— es mexicana?
México no son los restos de las tradiciones de los pueblos aztecas, porque literalmente nuestro país no era llamado México antes de la Colonia; pero México tampoco es la idiosincrasia y reglas impuestas por los reyes europeos. ¿Entonces, México son las balas de Villa que aún se escuchan a lo lejos en el aire? ¿Las garnachas fritas con aceite refinado que nos convenció de consumir en cantidades excesivas nuestro vecino del norte hace un par de décadas? ¿O México es el mole de jamaica y los tacos de chicharrón de avena que por su sabor innovador y bandera saludable llenan de likes el Instagram de muchos influencers hoy? México es eso y más.
México es todo lo anterior; es una mezcla de contrastes indescifrables como lo relata el premio Nobel Octavio Paz en su Laberinto de la soledad. México es un país que evoluciona y su cultura está viva, crece, se enriquece y aprende. ¿Quién diría que la rosca de reyes, las calaveritas de azúcar, la carne al pastor, la lotería, las piñatas y la horchata no son mexicanas? En su origen no lo son, pero su forma y sentido se adoptaron y se mezclaron con lo local; y ahora, sin duda alguna, forman parte de esta riquísima cultura, una cultura de colores vivos y aromas románticos que forma un rompecabezas interminable.
Quizá la próxima vez que reflexionemos sobre el origen cultural de las calabazas de Halloween, pensemos también en respetar las creencias y tradiciones de nuestros vecinos y en cambiar aquellos elementos que mermen nuestra identidad nacional dejando de reforzarlos.
“Tenemos que aprender a mirar cara a cara la realidad. Inventar, si es preciso, palabras nuevas e ideas nuevas para estas nuevas y extrañas realidades que nos han salido al paso. Pensar es el primer deber de la ‘inteligencia’. Y en ciertos casos, el único”.
El laberinto de la soledad, Octavio Paz.
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No cabe duda que la Navidad está llena de tradiciones y costumbres únicas, como estas cosas que sólo los mexicanos hacen en la época decembrina. Pero recuerda que festejar no es sinónimo de dejar de pensar en el medio ambiente, así que te compartimos estos 5 consejos para celebrar la Navidad siendo amigable con el planeta.