Si parte de tu infancia o adolescencia también transcurrió en los locos años 90, entonces probablemente recuerdas Línea Directa: un juego de mesa único en su tipo, que consistía en recibir llamadas de chicos para descubrir quién era nuestro admirador secreto. Un juego de mesa cursi y heteronormado que a muchas niñas nos enseñó a ser detectives… de nuestra propia vida amorosa.
El Electronic Dream Phone, conocido en Hispanoamérica como Línea Directa, fue un juego muy popular en su época. Hoy en día conozco a varias mujeres adultas que también jugaron con él y algunas incluso conservan ese antiguo teléfono rosa en las profundidades de la casa de sus papás.
Pero, ¿en qué consistía realmente? ¿Quién ganaba en ese juego del amor?
Se supone que uno de 24 chicos realmente guapos (para los estándares de belleza heterosexuales de los 90) estaba muy enamorado de ti. La cosa es que no tenías idea de quién era. Para descubrirlo, debías llamar al número de una de las tarjetas desde el icónico teléfono rosa. En esa llamada podías escuchar pistas sobre ellos: sus comidas favoritas, sus deportes preferidos o incluso su forma de vestir.
Las llamadas eran privadas: solo aquella que hiciera la llamada podía escuchar las pistas. Sin embargo, de vez en cuando podías usar una tarjeta de Altavoz con la que todas podían escuchar las pistas, o una con la que podías compartir la pista con alguien más.
¿Quién ganaba el juego? La primera en descubrir quién era su admirador secreto, obviamente.
A casi tres décadas de que este juego fuera un éxito de Milton Bradley, en una época en la que somos más conscientes de que los juguetes basados en estereotipos de género no son la mejor opción para niños y niñas, un juego como Línea Directa es un reflejo de su era.
Su valor ya no radica en su dinámica, sino en que se siente como una reliquia noventera, sobre todo porque hablar por teléfono es una actividad que poco a poco va quedando en el pasado. Incluso en sitios como Mercado Libre se vende a precios que rondan los 2,500 pesos mexicanos.
El juego no envejeció bien, pero tampoco se puede negar que ese teléfono rosa nos trae recuerdos de épocas en las que hacíamos pijamadas con nuestras amigas… y nuestra única preocupación era averiguar qué inteligencia artificial primitiva tenía un crush con nosotras.