¿En qué se parecen los analistas políticos y Doctor Strange? Parece el principio de un chiste que te contaría un niño medio geek, pero la particular habilidad de visitar futuros que posee el hechicero del MCU no es del todo diferente al ejercicio interpretativo de los comunicadores y los académicos. En la Era del Meme, las herramientas digitales han permitido a nuestro mexicano interior jugar con los mensajes del mainstream como nunca antes: lo mismo llora EPN porque nadie quiere ser su amigo, que Lozano y Chicharito aparecen en posters de Star Wars y monografías de los Insurgentes. Desde luego, esto va acompañado de cantidades masivas de información falsa y ataques sin sustento a cualquier personalidad pública, pero en el fondo se manifiesta la creatividad satírica que nos caracteriza.
Por su parte, los comunicadores y académicos no pueden darse el lujo de la “espontaneidad memética”, al menos no de manera oficial. Si en el pasado la investigación de asuntos políticos requería escarbar por los rincones para encontrar información mínima e irla ensamblando, ahora se ha agregado la gran tarea de discriminar datos en masa —al parecer, la censura la producimos nosotros mismos al reproducir bits sin pensarlo dos veces. El esfuerzo que esto exige a los analistas los conduce naturalmente a organizar secuencias más amplias que las contenidas en un meme y empiezan a desarrollar la facultad de predecir futuros posibles para la trama.
No vayamos muy lejos, como recordarán, antes del tercer debate presidencial se decía en varios medios que una estrategia plausible contra AMLO sería la alianza de sus contrincantes. En una entrevista, el Dr. Alfredo Jalife comentaba con Emmanuel Sibila que este último encuentro entre los candidatos determinaría la recta final de sus campañas. Y así fue, aunque no vimos una alianza, las encuestas y todos esos tormentos del político contemporáneo se mantuvieron más o menos igual hasta los resultados finales. Quizá no se dio la alianza, pero existió en el imaginario colectivo por algunos días. Los internautas publicaron clips animados donde los adversarios se fusionaban como Gokú y Vegeta en Dragon Ball y los expertos consideraron sus consecuencias: de qué manera afectaría a las campañas.
Cuando no sucedió, la primicia informativa nos obligó a redireccionar la mirada. Y lectores de todos los rincones reclamaron: “¡ah!, ¿no que el Jalife es acá bien *ergas?, si ni se aliaron ni nada”. Es cierto, así también muchos queríamos que Dumbledore reviviera como homenaje a Gandalf, pero no siempre se puede complacer a los fans. Además, la cosa es muy distinta en política e historia, el devenir se determina por un objeto ultra voluble y caprichoso: la sociedad. No podemos reclamarle a Jalife una predicción errónea como lo hacen los activistas de cualquier fandom. La cosa es diferente en la ficción y en el acontecer social, incluso cuando nuestros tiempos nos difuminen los límites entre los discursos de la historia y de la novela. No es lo mismo que Rowling se haya resistido a revivir a Dumbledore para esconder que un tal Tolkien influyó en su escritura a que un catedrático de geopolítica cuente una historia que después no suceda. Aunque, de pasadita, debemos notar que Jalife sí le ha dado al clavo en más de una ocasión.
En fin, lo interesante del asunto es que todas esas predicciones sin realizar no se pierden en un abismo, sino que se quedan flotando en las mentes, en Internet, a veces en los archivos temporales de nuestros dispositivos. Como estos pequeños relatos no se volvieron historia, pasan definitivamente al mundo de la ficción, a la tierra de las hipótesis, al laboratorio social con el que trabajaba la literatura naturalista. Podemos llamar a esta frontera: “el mundo que se parece a las visiones de Dr. Strange”. A juzgar por la cantidad de memes al respecto, una de las escenas de la última entrega de los Avengers que más marcó a las audiencias este año fue cuando el personaje se asoma hacia los futuros posibles para anticipar los resultados del conflicto que los envuelve. Entonces Iron Man le pregunta si van a ganar o no, y Strange le contesta que tienen sólo una posibilidad entre 14 millones y tantas. La escena debe haber causado tal impresión porque resulta compleja, especialmente considerando que un futuro estará inserto dentro de otro en el que se deberá viajar al pasado.
Así también es la predicción política. A estas alturas de la historia, la democracia tiene tantos apellidos que cada acto en campaña fue significativo y desembocó en la mente de cada analista hacia un México distinto: populista, liberal, ultraneoliberal, re-partidocrático, electrocumbia, etcétera. Hay múltiples variables que sólo algunos saben manejar con precisión —y por eso cobran bastante bien a las aseguradoras—, a ellas se agrega la impredecibilidad del caos y la donna e mobile de los humanos. De ahí que, si el analista hace una predicción acertada, su mente sea comparable con la de Doctor Strange, pues tiene por oficio visitar múltiples universos en cuestión de segundos e interpretar la probabilidad de que sucedan. El resto de los mortales podemos esforzarnos por tomar las piezas, ir más allá del meme, y ensamblarlas para comprender una historia todavía en construcción.
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El texto anterior fue escrito por Héctor Sapiña.
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