Texto escrito por Urzula Lazcano
A mi peor enemigo.
Dicen que uno no debe de odiar, que debemos ser humildes y perdonar, pero, ¿cómo hacerlo con quien se ha convertido en mi peor enemigo? Llegaste a mi vida una tarde de marzo del 2003, recuerdo que ese día sostenía el teléfono sin terminar de entender lo que escuchaba, sentía la boca seca, el cuerpo tieso, me sentía confundida, no podía creerlo. Esa tarde lloré poco, creo que fue porque tenía la esperanza de que todo sería una equivocación.
Después de un mes de idas y venidas y de pasar por dolorosas consultas, me confirmaron que ahí estabas. Me negaba a aceptarlo, consulté distintos expertos más hasta que fue inevitable: habías llegado para quedarte.
A partir de ese día, un fin de semana al mes, durante 13 meses, hiciste que me llenara de rabia, de impotencia, de tristeza. Era terrible aparentar fortaleza y tranquilidad, fingir que todo estaba bien cuando en realidad estaba llena de angustia y me desmoronaba por dentro. Por tu culpa pasaba noches sin dormir, lloraba en silencio y me preguntaba: ¿por qué?
Pasaron los días y los meses y se logró detener tu avance, pero con la advertencia de no poderme deshacer de ti jamás.
En 2004, 2005 y 2006 diste un poco de tregua, pero fue sólo para agarrar fuerzas, ya que en 2007 lanzaste un nuevo ataque y más fuerte. Siete días de pesadilla bajo un calor seco infernal son los que pasé con tu contraataque. Siete días de fuerte pelea sólo para escuchar que habíamos regresado a como todo inició en el 2003. Ese fue un golpe bajo y sólo un cobarde como tú podía hacer algo así.
Estamos como en el principio, un fin de semana al mes, pero ahora por 10 meses, cada día que pasaba te odiaba y te maldecía más. Y como era de esperarse, no hay contrincante que aguante tanto, pero no iba a bajar la guardia, no importaba que tanto lo deterioraras y desgastaras, seguía firme con la pelea. El veneno con el que te combatía era muy fuerte, pero muy necesario; era de esperarse que conforme te atacaba a ti, también lo hacía con lo demás, así que había que pensar en una nueva estrategia.
Aunque ésta no fuera tan fuerte como la anterior, pero había que pensar en no desgastar más lo que se tenía, para poder seguir peleando; sin embargo, con la defensa débil en 2010 volviste a tirar a matar, sin lograrlo, pero esta vez afectando más.
Te odiaba tanto que para mí eras lo peor que jamás pude haber imaginado; hay veces en las que pensaba que mi odio te alimentaba y te daba más fuerza, pero cómo no hacerlo si fuiste quien tanto daño causaste, un enemigo incansable, quien acababa con mi tranquilidad.
Esta batalla incansable fue debilitando las fuerzas y en enero del 2013 se hizo muy notorio, ya era mucho el daño, era irreversible. A pesar de la maravillosa actitud y de las ganas de seguir luchando. el cuerpo ya estaba cansado, así que lo lograste: el 15 de junio del 2013 ganaste.
Se vuelve a cumplir un año más en el que me arrebataste a uno de mis grandes amores y no encuentro la forma de perdonarte o entenderte. Te odio y mil veces maldigo el día en el que llegaste a la vida de mi padre. Te odio por no haberle permitido conocer a su nieto… ¡te odio! Y creo que esto no se puede sentir por nadie mas que por tu peor enemigo.
Dedicado al linfoma (cáncer linfático) que atacó a mi padre durante 10 años.
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Superar la pérdida de un ser querido es de las cosas más difíciles, por eso, te decimos cómo superar los distintos tipos de duelo si estás atravesando por esto. Además, esto es lo que puedes aprender después de aceptar la ridícula idea de no volver a ver a una persona.
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Las fotografías que acompañan al texto pertenecen a Silvia Grav.