Lo he intentado todo: llamar, mensajes, publicaciones en redes sociales e incluso visitas inesperadas. Ya no es lo mismo de antes. Ya no eres la misma de antes. Me cansé. Es hora de ponerle punto final a este aferramiento por querer que nuestra relación vuelva a ser como antes. No sé qué pasó, no sé qué hice, no sé por qué actúas así pero no, ya no voy a rogar amistad.
Estás ocupada, estás ‘viviendo tu vida’, ahora tienes un esposo y casa que atender. 24 horas, 7 días de la semana y no hay unos minutos donde tengas tiempo que dedicar. A veces nos conformamos con menos de lo que merecemos, con menos de lo que nosotros damos, incluso a veces nos preguntamos si somos lo suficiente para que la gente llegue a nuestra vida, esté y se mantenga como estamos dispuestos a hacerlo. Pero entonces llega el momento en el que te das cuenta que solo estás estorbando y es momento de poner terminar.
La vida tiene muchas etapas donde nos cruzamos con otras personas. Desde el kinder, primaria, equipos de deportes, vecinos y luego compañeros de trabajo, entre muchos otros; la convivencia se hace más amena cuando encuentras a alguien con quien ‘haces click’, el nuestro fue casi instantáneo. Nos vimos en el salón de clases, me preguntaste dónde había comprado los plumones vibrantes que usaba en mis apuntes y de ahí nunca nos soltamos.
Hiciste mi preparatoria más amena, una experiencia inolvidable. Cuando pasamos a la universidad creí que nuestra amistad acabaría, imaginé que sería de esas relaciones de momento para mi sorpresa ¡no fue así! a pesar de estudiar carreras distintas nos seguíamos reuniendo para ver películas, platicar, llorar y salir de fiesta. Eras mi cómplice, mi mano derecha, mi hermana.
Pero esos días se han quedado atrás. Fuimos creciendo y nuestros caminos tomaron rumbos separados. Tú tenías nuevos amigos, yo hice unos cuantos pero nadie podía tocar tu lugar.
Me invitabas a las reuniones de tu familia, iba con gusto porque todos me hacían sentir en casa. Te invitaba a las mías y siempre ponías un pretexto para no ir. Llegaba tu cumpleaños, era un día muy especial en mi calendario. Preparaba todo: pastel, regalo, publicación, llamada… ¡todo! para que pasaras un día hermoso; llegaba el mío y apenas y te acordabas mandándome un mensaje por WhatsApp a las 6 de la tarde. Algo estaba mal. Te lo dije. Un día pedí hablar contigo y nos sentamos en tu casa (porque tú nunca ibas a la mía) a charlar. ‘Tienes razón’, dijiste. ‘Verás que pondré mucho más de mí para que esta relación mejore’. Te creí.
Llegó diciembre, el aniversario de bodas de mis papás y mi graduación, un evento muy importante para mi familia, una ceremonia en grande. Quería compartirlo con toda mi familia y solo tres de mis amigos más cercanos, por supuesto tú eras uno de ellos. Estaba segura que llegarías porque yo fui a tu graduación y me habías prometido que tomarías en cuenta mi sentir, además de ser un momento muy especial en mi vida. Me dejaste plantada.
Duele, claro que duele. A veces amamos a personas que no nos corresponden. Te disculpaste, sí, pero por supuesto que de mi cabeza no se quitaba el ‘¿qué hago insistiéndole?’. No hay nada peor que la amistad no correspondida.
Y entonces me di cuenta. Supe que tenía un aferramiento por pertenecer a tu vida, a tu círculo de amigos. Fui capaz de hacer de todo y aguantar por intentar que todo fuera como antes. Tú ya me habías arrancado de tu vida y yo no me había dado cuenta. No tenía sentido seguir y puse punto final.
Sé que valgo mucho como persona y como amiga. No voy a dejar que alguien me pisotee cuando yo solo le demuestro cariño. Es agotador. Me siento orgullosa por lo que soy, de lo que he logrado y lo que puedo ofrecer en una amistad, a alguien que me mire como una auténtica amiga.
Ya no voy a perder el tiempo, no vale la pena. Ya no voy a mandar mensajes que no reciben una respuesta. No desperdiciaré minutos, días e incluso meses en quererle agradar a una persona que hace tiempo se alejó. Ya pusiste punto final, llegó el momento de poner el mío. Me despido agradeciendo los momentos buenos y malos porque de ellos también aprendí a valorar y darme cuenta de las personas que sí me corresponden. Este es el último texto que te dedico, las últimas palabras que escuchas de mí, porque no, ya no, yo ya no estoy dispuesta a rogar tu amistad.
También podría interesarte:
La amistad según grandes escritores
Cómo saber que tu amistad de años ha terminado
La amistad vale más que el dinero y la familia