Esto es para ti: aquella que no puede disfrutar nada sin obsesionarse con ello, la que sólo tiene que probar algo para necesitarlo y la que siempre se termina enamorando de alguien miserable.
Así como los narcisistas sólo son capaces de “amarse” a sí mismos y los codependientes únicamente se aceptan cuando alguien más los ama, a quienes poseen una personalidad adictiva sólo les importa aquello por lo que han desarrollado una obsesión. Ciertas actividades, sustancias, comportamientos y/u otra persona, se convierten en el centro de su identidad adictiva. Esta problemática surge de una combinación de factores sociales, psicológicos y fisiológicos que llevan a alguien a actuar, sentir y pensar de forma compulsiva.
Identificar esta personalidad en alguien más o en uno mismo no es tan complicado; el estilo de vida y las características temperamentales de alguien adictivo son claras:
Haces compromisos que desde un principio sabes que no puedes cumplir.
Tus proyectos terminan siendo muy complejos de llevar a cabo y se te complica terminar lo que has iniciado.
Te cuesta asumir normas y respetar figuras de autoridad.
Dices mentiras para justificar tus actos.
Desplazas a tu familia, amigos o pareja por actividades que consideras más importantes o porque te generan mayor placer (trabajo, fiesta, Internet, pereza, juegos, deportes, sexo, etc.)
Tienes sentimientos de superioridad o inferioridad respecto a los demás.
Justificas tus actos a través del dinero que puedes aportar o te excusas por ser una figura de poder e influencia en tu medio.
La mayoría del tiempo eres negativo con el pretexto de ser previsivo.
Te aburres fácilmente si tienes una rutina.
Consideras que mereces más de lo que tienes, pero que te han faltado oportunidades para conseguirlo.
Logras ser más empático y social cuando consumes drogas, interactuas por Internet, bebes alcohol o tienes sexo.
La crítica negativa te molesta y te alejas de quienes lo hacen aunque solo te quieran ayudar.
Gastas dinero en banalidades que tú mismo consideras excesivas (compras, fiesta, drogas, sexo, comida, etc.).
Constantemente rompes las reglas establecidas en tu hogar o trabajo, ya que éstas se interponen a tus prioridades y deseos.
Tomas dinero prestado sin autorización y a veces no lo devuelves.
Cuando bebes o consumes drogas te excedes hasta que tu comportamiento se transforma.
Te escondes en ideologias que consideras válidas, pero en realidad no sabes en qué consisten.
Provienes de un hogar disfuncional o alguno de tus padres lo tuvo.
Cambias muy seguido de trabajo por temor a “estancarte”.
Tus relaciones de pareja han sido conflictivas, destructivas yo infieles.
Siempre necesitas tener la razón y odias que otros cambien el rumbo de tus planes de manera repentina.
Has abandonado responsabilidades como trabajo o estudio por un ataque de ira, lapsos de tristeza, episodios de pereza o desconcentración.
Pasas la mayor parte de tu tiempo trabajando, incluso en horarios no adecuados.
Tienes inconvenientes con tu alimentación (excesos, hábitos poco saludables o negación a comer).
Pasas la mayor parte del día en el celular o la computador y necesitas estar conectado a Internet todo el tiempo.
Culpas a los demás por los fracasos que has tenido hasta ahora.
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¿Cómo se relaciona la personalidad adictiva al hecho de enamorarte de alguien miserable?
Para alguien que no sabe diferenciar entre una elección libre y una dependencia, es prácticamente imposible llegar a formar un lazo real. La incapacidad de controlar sus impulsos lo aleja de sentir y construir una relación basada en un sentimiento verdadero. Como una barrera, la adicción ciega a quien la padece y lo confunde para hacerle creer que se ha enamorado. Cuando esto sucede, las posibilidades de que la otra persona también posea una personalidad adictiva es muy alta; entonces, ambas partes traspasan su necesidad de sexo, alcohol, apuestas etc. a la dependencia de otro ser humano.
Es decir, la personalidad adictiva jamás ama sinceramente, solo suple una obsesión con otra. Por esa razón, este sujeto acepta cualquier trato con tal de un poco de compañía, atención y “afecto”. Así como una droga destruye el organismo, las relaciones que crean este tipo de personas son igual de dañinas.
Enamorarte de alguien miserable no es cuestión de mala suerte, es parte de ese abismo de obsesión, compulsión y dependencia del que no has podido salir porque sólo intentas superar una adicción involucrándote en otra; en este caso, una pareja que te lastima, engaña, subestima y que obviamente, no te ama: alguien miserable.
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Fuentes:
Karen Langebeck – Terapia Emocional