Ya son muchos de tus amigos que te mencionan que se han vuelto intolerantes a la lactosa, sin embargo tú, a pesar de estar en el rango de la misma edad, sigues siendo consumidor de lácteos como en tu infancia y, siendo sinceros, disfrutas de ese gran privilegio que la vida te permitió tener. Lo que no sabes es que tu tolerancia se debe a la evolución por una mutación genética que te permita que sigas ingiriendo lácteos, por lo que sí, sí estás más evolucionado que el resto.
La leche es el primer alimento del ser humano, sin embargo, después del periodo de lactancia, tu cuerpo ya no la necesita más porque los nutrientes los obtienes por otros alimentos, aunque, por supuesto, la sigues haciendo parte de tu dieta porque disfrutas de ésta.
Cuando atraviesas por el final del periodo de lactancia, tu cuerpo deja de recibir la lactosa de la leche materna y, por lo tanto, deja de producir lactasa, proteína encargada de procesar la lactosa. La lactasa se produce por las células encargadas de cubrir a tu intestino delgado. Entonces, cuando tu cuerpo deja de recibir la leche, tu intestino atraviesa por un cambio que lo convierte en el causante de la intolerancia; lo que conlleva a que, los bajos niveles de lactasa, te provoquen inflamación, gases, cólicos, diarrea o estreñimiento.
Los expertos han estimado que el 80 por ciento de la población a nivel mundial no toleran la lactosa, sin embargo, sí pueden ingerir productos deslactosados o alimentos que no requieran del mismo proceso que la leche. Mientras que, el 20 por ciento sobrante, sí tolera la lactosa durante su adultez gracias a su mutación genética.
¿Tu don o tu maldición? Disfruta de este regalo de la vida y sigue saboreando de los lácteos como si la intolerancia no existiera. Créelo, muchos desearían estar en tu lugar.
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