Más allá de ser un impulso individual que nos conecta con nuestro entorno, la necesidad de comunicarnos y relacionarnos forma parte de nuestro material genético. Durante miles de años nuestra especie ha evolucionado gracias a las redes sociales que se tejen a través del lenguaje y el intercambio de información. La composición de la humanidad se da gracias a la comunicación en dos niveles fundamentales: el primero es una escala macro, en la que la comunicación nos permite construir grupos humanos; el segundo es un nivel individual en el que la comunicación nos da las herramientas para desarrollarnos como personas, con características y habilidades peculiares.
Las relaciones básicamente constituyen el por qué somos como somos. Por suerte vivimos en un mundo en el que a diario interactuamos, conocemos y aprendemos un poco más de otros mundos. Las relaciones humanas y las decisiones que nos llevan a relacionarnos o no con ciertas personas impulsan nuestra vida hacia adelante, hacia nuevas puertas o —en el peor de los casos— hacia el vacío. Y es que es inevitable: aunque no queramos comunicarnos, incluso nuestros intentos por evadir una plática o el aislarnos de nuestro entorno dice algo.
La forma en la que actúan, hablan y piensan las personas siempre va a comunicarnos algo. En su teoría de la comunicación humana, Paul Watzlawick menciona que “es imposible no comunicarse”. Es decir todo, absolutamente todo lo que vemos y no vemos del ser humano comunica algo. Es en estos fragmentos de información y en las particulares combinaciones de los signos lingüísticos que nos conforman donde se gestan y nacen las diferencias entre un ser y otro. Es allí donde se conoce, afianza y mantiene una relación. No comunicarnos sería como vivir en una isla o, peor aún, vivir en la nada.
En algunas ocasiones tenemos esa tendencia a ser muy selectivos en la forma en la que nos relacionamos. Muchas veces nos dejamos guiar por nuestros prejuicios al escoger con quiénes podríamos compartir algo de nuestras historia. Todos tenemos mucho de qué hablar y siempre hay algo nuevo en nosotros para relatar e inspirar a quien nos escucha. Y viceversa: siempre que escuchamos hablar a alguien, elegimos qué hay en ese discurso que podríamos aplicar a nuestra vida para mejorarla y mejorarnos como personas. Pero claro, no todo lo que llega a ti es para que lo tomes tal cual como se te muestra.
Las relaciones que establecemos son las que hacen que nuestro día a día sea más interesante, más dinámico y entretenido; y que, por supuesto, podamos nutrirnos de nuestro entorno social. No sólo necesitamos tener a alguien a tu lado para sentirnos bien, necesitamos tener a alguien a nuestro lado para entender qué somos gracias a ellos. No se trata de relaciones de dependencia, sino de poder construir vidas genuinas a partir de lo que con nuestros sentidos experimentamos. Si hablamos de relaciones, la mejor relación que puedes tener es la que llegas a tener contigo mismo; pero sólo puedes construir una relación sólida y genuina con tu Yo en la medida en la que conozcas al Otro. Sí, las personas que saben comunicarse construyen mejores relaciones, y al final del día esas relaciones son las que nos permiten alcanzar nuestros objetivos.
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La revista Psychological Science publicó cuatro pasos para ser feliz según la neurociencia, síguelos y comienza hoy mismo a aplicarlos en tu vida cotidiana. ¿Crees que requieres de la aceptación, una pareja perfecta, fama y fortuna para vivir plenamente? Piénsalo dos veces después de leer las cosas que no necesitas para ser feliz.