Desde muy pequeño mis padres me enseñaron el valor de la amabilidad, el valor de respetar a los demás y tratarlos como a mí me gustaría ser tratado o, en caso de las mujeres, como me gustaría que trataran a mi madre, hermana, hija, novia, amiga. Además de que me gusta serlo, ésa es la razón por la que doy la mano al saludar, doy los buenos días, buenas tardes o buenas noches, dejo pasar primero a las mujeres antes de que yo lo haga, no las dejo a la orilla de la banqueta, me ofrezco a ayudarles con algo que traigan cargando, etcétera.
Estas acciones se han considerado como micromachismos, pero mi intención no es ofender a ninguna, mucho menos hacerlas sentir inferior a mí porque no es así. Sólo es amabilidad, una característica mía. Asimismo, con el tiempo, algunas chicas se han confundido bastante con estos comportamientos, al grado de pensar que yo quiero entablar una relación con ellas. Y no, no lo estoy inventado ni malinterpretando, ellas me lo han dicho.
Cuando me comporto amable con una chica, después de un tiempo su manera de ser empieza a cambiar hasta que me dice lo que ella piensa: que mis comportamientos son señales de que quiero con ella. Y no. No es así. Entiendo que muchos hombres son “amables” sólo por conveniencia, sólo para conseguir lo que sea que quieran de una mujer. Y no, eso no está bien.
Si llego al trabajo y te veo triste, por que me preocupas y soy amable, iré a preguntarte qué es lo que tienes y decirte que si necesitas algo, estaré para ti. Pero no, eso no quiere decir que quiera ser tu novio. Se trata de que las personas debemos ser más atentas y tener empatía; el problema es que los seres humanos estamos tan acostumbrados a ser tratados con hostilidad que, cuando llega alguien que es cálido o, por lo menos más atento, creemos que tiene otro tipo de interés hacia nosotros. No siempre es así.
Son valores que debemos conservar, la amabilidad se aprende, se adopta y se aplica. Y todos deberíamos ser así. Sin embargo, por desgracia, esto no pasa, los humanos somos tan déspotas unos con los otros que cuando hay una excepción, la situación se confunde.
Si todos fuéramos amables, estaríamos acostumbrados a ese trato y no confundiríamos el interés amoroso o sexual, con la empatía. Y si yo soy amable contigo, es porque creo que tú, como todas y todos, se lo merecen.
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