Te extrañé todos los días y todas las noches, te extrañé en el cine y en el café; te extrañé en tu canción favorita y también en tu película, en el parque donde solíamos caminar y en los libros. Te extrañé en las lágrimas y en las risas, te extrañé el lunes y el domingo, te extrañé con el alma, tanto que sentía que tu ausencia hacía más ruido que cualquier otro caos. El problema no era ése, el problema no era extrañarte tanto, el problema era que tú no pensabas en mí. El problema era que tú no me extrañabas como yo a ti y eso, cariño, duele más que cualquier otra cosa.
No podía obligarte a que te quedaras, no me atrevería; el amor no se fuerza, el amor no se manipula ni se controla. Y está bien. Pero no te voy a negar, un amor no correspondido duele más que como si me hubieras amado y después te hubieras ido. Aunque sí, el que no te hayas enamorado de mí es la más poderosa razón por la que me tenía que ir, te tenías que ir, nos teníamos que ir.
Me dolía el corazón saber que mientras yo te recordaba, mi nombre ni siquiera pasaba por tu mente. Me dolía que después de todo, que después del tiempo y todo lo que yo te di, ni siquiera te atrevieras a dedicarme un recuerdo, un suspiro, unos minutos para dejar que mi esencia estuviera en ti. Que no dejaras que mi aroma llegara a tu mente de vez en cuando, que no dejaras que mi cariño te sacudiera de repente, que mis abrazos te visitaran por las noches. Que no pensaras ni un minuto en mí.
Fue mucho tiempo que estuvimos juntos pero sin estarlo en realidad, más bien fue tiempo que yo buscaba que tú me quisieras. Tiempo que me conformé con tu desamor, con tu falta de interés, con tu poca atención. Pensé que ése era el amor que me merecía. Pensé que estaba bien que yo te diera todo y tú sólo a medias, menos de la mitad, de hecho.
Sí, extrañarte sin que tú pensaras en mí ha sido de las peores sensaciones, pero fue más doloroso estar contigo. Y hoy, aunque no haya sido fácil, prefiero el dolor que conlleva estar lejos de ti porque sé que va a desaparecer, que el de estar cerca. Sí, extrañar a alguien que no piensa en ti duele, quema y te derrumba, pero no te tira, no lo hace porque es peor extrañar a alguien sin antes tú mismo pensar en ti. Y hoy, pienso en mí antes que en ti.
VER MÁS:
Cómo asegurar tu futuro con menos de 10 mil pesos.
¡Ahora puedes convertirte en socio de Cultura Colectiva!