Con la primera campanada del Año Nuevo, llevas la primera uva a tu boca y dices “este año sí voy a bajar de peso”, “este año sí voy acabar la tesis”, “este año sí me voy a cambiar de trabajo” y cuando te das cuenta ya es Navidad y no ocurrió ninguna de las cosas anteriores o de las otras que te propusiste.
Antes de tomar una actitud negativa respecto a hacer propósitos quizá quieras reflexionar acerca del por qué hacemos propósitos cuando inicia un año y así poder hacerlos de forma más consciente pero sobre todo, realista.
Se atribuye a los romanos el hecho de hacer propósitos al inicio de un ciclo. Cuando iniciaba un año, los romanos veneraban al dios Janus, que es la deidad de los comienzos y los finales, puertas y umbrales. Era representado con una figura que miraba hacia atrás, al pasado y al frente, el futuro. Esto les llevaba a reflexionar sobre lo que habían hecho y los errores que habían cometido y lo nuevo por hacer, con el aprendizaje adquirido.
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Los altos funcionarios de Roma juraban lealtad a la república y al emperador el día primero del año. Era una ceremonia donde había desfiles y las personas se hacían regalos. Ahí expresaban bendiciones para el nuevo año y se renovaba el lazo entre los ciudadanos, el estado y los dioses.
Y con el paso del tiempo, mucha de estas costumbres se fueron diluyendo pero su esencia permanece en las que ahora tenemos. Por esta razón hacemos propósitos al inicio de cada año pero también de cada ciclo que iniciamos en nuestra: los escolares, los emocionales, los laborales. Tenemos expectativas ante lo nuevo y es parte de la naturaleza humana tenerlas. Lo importante es ser realistas y establecer propósitos que sí sean alcanzables.
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Tener objetivos en la vida es lo que le da buena parte del sentido a nuestra existencia y no tanto en el sentido aspiracional sino en un saber qué hacer. Tampoco es en un sentido consumista, se trata de procurar el bienestar físico y mental que nos hará estar más contentos con nuestra vida diaria.
Más allá de doce uvas, doce campanadas y doce deseos, se trata de pensar en cómo quieres empezar tu nuevo ciclo y que quieres hacer en el nuevo año. Bien dicen que la rutina es mala consejera, pero más que un mal consejo, es algo que no permite que tu creatividad y tus pasiones fluyan.
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