Amar en México es suficiente motivo para ser llamado un “desviado”, un “pecador”, una “enferma”, una “dañada” o, tajantemente, no entrar en ninguna denominación que convenga a lo humano. Es imposible recurrir a las generalidades sin rayar en lo absurdo o en la equivocación; sin embargo, muchos mexicanos son responsables de que el amor sea considerado una vergüenza o una imposibilidad. Si no creemos que sea así, basta con ver la cantidad de comentarios despectivos que caen uno tras otro al observar a dos personas del mismo sexo dándose un beso, acariciando sus manos, luchando por sus derechos para formar un hogar o abrazando la posibilidad de vivir por el resto de sus días junto a la persona que más aman en el mundo. ¿Alguna vez nos imaginamos que sería una prohibición el querer a alguien?
“Quizá las personas que se expresan así del amor gay y sus consecuencias (matrimonio y adopción) no sean del todo detestables; probablemente sólo se han expuesto a los argumentos incorrectos”
Y Si no, lo estamos viviendo. No hay prisa. En México –aunque no es un caso aislado en el mundo, pero sí el que más nos atañe en estas líneas– una relación gay es constantemente catalogada como puro “sexo”, una amistad o incluso una enfermedad. Se entiende al vínculo entre dos hombres o mujeres —sólo por mencionar el género binario al que nos tiene acostumbrado el tradicionalismo— como una urgencia que se basa en la contranaturalidad, en lo extraoficial o en el libertinaje.
“El rechazo a la diversidad sexual no es más que eso: dominación y enojo”.
Quizá las personas que se expresan así del amor gay y sus consecuencias (matrimonio y adopción) no sean del todo detestables; probablemente sólo se han expuesto a los argumentos incorrectos o a las impresiones equivocadas de una sociedad conservadora. Pero, ¿hace falta expresarse con tanto odio de lo que no se llega a comprender? ¿Es necesario el desatar tanta opresión y furia en contra de una minoría que no hace tanto tiempo pudo volverse a visibilizar? Porque en suma, el rechazo a la diversidad sexual no es más que eso: dominación y enojo.
A pesar de ese disfraz ramplón que algunas objeciones han adoptado en el debate, queriendo dar la impresión de no ser homofóbico o intolerante, no podemos perder de vista que sus juicios carecen de solidez y estallan de aversión malsana. Si queremos hablar de problemas, entonces expongamos la crítica detractora de los gays y la vida digna que les corresponde. Esos comentarios que intentan quebrar todo apoyo al matrimonio y a las adopciones homosexuales en nuestro país; pensamientos que no aceptan la existencia de otros tipos de amor y se han vuelto tan comunes en las redes sociales o la plática desinformada, sólo para exponer la miseria de nuestro razonamiento.
A ellos les decimos:
No se necesita proteger al matrimonio
Esto sugiere que las personas gays son inherentemente tóxicas. De igual forma, implica que existe un movimiento gay que busca arruinar el matrimonio para las parejas heterosexuales. Dicho plan malévolo no existe, lamentamos informar; la lucha por un reconocimiento institucional como pareja va más allá de eso. Esto no es juego de rivalidades.
El matrimonio no es sólo entre hombres y mujeres
Para muestra, el mundo entero y la historia detrás de nosotros. Los matrimonios legalmente constituidos por parejas gay en Canadá, España, Portugal, Argentina, Dinamarca, Noruega, Islandia, Bélgica, Holanda y Sudáfrica, los 48 países donde en la actualidad se practica la poligamia y los casos históricos de la homosexualidad en la antigua China y Roma, son sólo algunos ejemplos.
No hay matrimonios tradicionales
Si con eso nos referimos a una unión hombre-mujer. Dado que el matrimonio siempre ha cambiado para adaptarse a la cultura de cada tiempo y lugar, no hay una línea fija para éste. Si el matrimonio fuera realmente así, las parejas interraciales no lo tuvieran permitido, alguien podría casarse con un menor de edad, los matrimonios sería arreglados por los padres para asegurar la riqueza, entre otros casos.
Una familia homoparental no confunde a nadie
Aunque se suele decir con respecto a las adopciones gay “¿Cómo explicarle a los niños lo que está sucediendo?” o “Los confundirán durante su infancia”, en realidad no hay tanto problema para explicarlo. Hay dos hombres o dos mujeres que se aman y decidieron formar un hogar; así de simple. Los homosexuales no se encuentran confundidos acerca de su género y su sexualidad, entonces, ¿por qué los demás sí? ¿Para qué seguirse centrando en los genitales de una persona en vez de su humanidad?
No hay un femenino y un masculino en el matrimonio gay
Lo explicaremos lentamente, por si acaso. Los hombres casados se refieren a sí mismo como esposos, las mujeres como esposas; si deciden tener hijo, en el primer caso son padres y en el segundo madres. Nadie tiene por qué seguir un orden de género heterosexual en el que en realidad no cabe. La familia y el amor no se basan en la conjunción de un pene y una vagina.
Y por último, dos personas homosexuales que se aman y quieren una familia, como personas que tienen derecho a elegir en esta vida, nunca considerarían algo como lo siguiente. Lo cual no necesita explicación, por cierto.
El amor es un sentimiento, no es una alternativa ni un privilegio; su culminación más grande –si es que algunas parejas así lo desean– debería ser una unión formal o una casa llena de alegrías. Igual que lo es para el resto. ¿Por qué? Porque cualquier relación es tan amorosa y válida como las heterosexuales, pero nuestras leyes de matrimonio en la actualidad sugieren que esto no es así, por completo, en el territorio nacional. Y se requiere un avance en ello. Sólo porque somos humanos y necesitamos una ley que nos trate con equidad.
No se está pidiendo aprobación ni permiso, se está llamando a la consideración de lo natural, porque lo natural somos todos.