Razones por las que dejar de creer en el destino te hará más feliz

Razones por las que dejar de creer en el destino te hará más feliz

Razones por las que dejar de creer en el destino te hará más feliz

Es sorprendente que todo el tiempo estamos eligiendo. Hay un pasaje bíblico que dice que Dios nos hizo a su imagen y semejanza, que nos dio el libre albedrío —qué gran poder y qué gran responsabilidad. Cuando nos ponemos a pensar en las miles de elecciones que hacemos al día, nos damos cuenta de que la mayoría las hacemos de manera iconsciente, pues ni siquiera nos detenemos a pensar en los pros y contras, recompensas y posibles dolores de cabeza.

Generalmente nadie nos dice que nacemos con ese gran poder de elegir, vamos por la vida con la sensación de que las cosas pasan sin que nosotros tengamos nada que ver con lo que está aconteciendo. Es frustrante sentir que estamos a merced de un destino o de un no sé qué, que nos hace sentir fuera de la posibilidad de manejar nuestra realidad como queramos. Aunque no ocurre con toda la población, muchos sí nacemos con ese privilegio de poder elegir lo que queremos, ¿pero nos damos cuenta de la gran responsabilidad que eso conlleva?

A veces es más fácil creer en el destino, porque el poder —y la responsabilidad— de elegir te quita el derecho a quejarte o justificarte. ¿Por qué quejarte de tu pareja si fue la que tú elegiste? ¿Por qué quejarte de tu trabajo si fue el que tú escogiste? Antes de aceptar el empleo fuiste a una entrevista y te dijeron tus obligaciones, tus derechos y tu sueldo; aceptaste y ahora resulta que tu remuneración económica no te alcanza, que no te gusta lo que estás haciendo. Es cierto que las cosas en tu lugar de trabajo pueden cambiar o no ser lo que esperabas en un principio, pero también tienes el poder de elegir si te aclimatas o buscas otras opciones.

Tenemos el poder de elegir una torta o una ensalada, elegir ir a la universidad siguiendo tu pasión o elegir la carrera que te imponen tus padres, elegir leer un libro o ver la serie en Netflix. Todo el tiempo estamos eligiendo, desde cosas tan banales como tomar el café con o sin azúcar, o más complejas como casarte o vivir en unión libre, ser empleado o emprender, tener hijos o no. Pero a veces es más sencillo dejar que alguien o algo decida por nosotros. Creer que tenemos un destino o un camino predeterminado nos libera del enorme peso de elegir.

De hecho, podemos hasta elegir nuestra percepción de nosotros mismos y de las circunstancias en las que estamos. Hay personas que están atravesando por una enfermedad y ven su situación como un reto. Todo el tiempo estamos eligiendo, es un trabajo que nunca acabará, así que cuando estés en una situación —por más dura que sea— recuerda que tenemos la posibilidad de elegir. Pero si te aferras a pensar en un destino mágico para ti, te sentirás atrapado y sin libertad. Y, a la larga, esto te provocará infelicidad. Sí, tomar decisiones es difícil, pero es más difícil una vida en la que no te sientes libre.

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