Las madrugadas en vela son para aquellos que tienen el corazón roto, quienes saben qué se siente tocar fondo pero no pueden hacer otra cosa que reconocer el vacío que les consume el alma y el profundo dolor que esto significa; para mí esta noche es así, de trova. Para llorar hasta que se sequen mis lágrimas.
La muerte ha vuelto a atacar: soy oficialmente huérfana, depresiva y solitaria. Vivo en pareja pero afronto mi tristeza sola, porque de otro modo “dañaría su estabilidad”, descarrilaría sus planes y sería la culpable de que no resolviera sus propios problemas, pues lo obligaría a dar prioridad a los míos.
Como esta noche que le he llamado para decirle que no puedo más y en seco ha respondido que ya tuvo suficiente de mis depresiones. Debo ser una tirana por todavía sentir dolor, después de todo mi madre murió hace ya dos meses; siempre he sido así, la novia depresiva que nadie desea.
Soy una mala novia pero una buena amiga, hace poco le obsequié a una antigua compañera un ratón de peluche para su hija. Uno que ella había buscado por toda la ciudad y resultó estar todo este tiempo sobre los cojines que decoran mi cama; lo había comprado dos días después de decir adiós a mamá. Ilusamente pensaba que los muñecos de peluche que siempre me habían reconfortado podrían llenar el espacio que dejó mi madre; no lo logró, pedí demasiado a un pequeño ratón, era apenas justo dejarlo iluminar la sonrisa de una pequeña hermosa.
Supongo que también con esa esperanza papá me regaló un peluche tiempo antes de morir, para darme un amigo de felpa que siempre estuviera conmigo; aún sigue aquí, aunque el amor de mi vida lo destrozó frente a mis ojos, como tantas veces hizo lo mismo con mi corazón. Sé que no he dicho más que cosas malas de él, lo cual debería ser señal clara de que no era el indicado para mí; entonces ¿por qué no puedo dejar a mi pareja? La verdad es que nunca tuve suficiente, siempre volví por más, como un adicto busca satisfacer su ansiedad.
El 4 de julio del 2017, cuando debía estar celebrando el cumpleaños de mi madre, lo pasé en Urgencias porque mi novio me golpeó; sufrí una contusión, un esguince obligó a que me inmovilizaran el cuello; sin mencionar la violencia psicológica y una pérdida total de la dignidad, que finalmente era lo que más me hería. Aún recuerdo la mirada de mamá cuando por fin la dejaron pasar a verme; elegí el peor regalo, mostrarle destrozado al ser que más amaba.
En el hospital lloramos juntas, yo por él y ella por mí. Me dieron de alta no mucho después y renuncié a mi independencia para volver a casa; juré que sería el final definitivo. Me dije que no habría continuación, aunque separarme de él me dejaba tumbada en cama deseando no vivir más, no sin él, aunque sabía que tampoco podría vivir con él. Quería, en mi infinita necedad, a aquella persona que fingía ser cuando estábamos bien, el hombre tan cercano a la perfección que no podía soportar mis errores humanos.
A final, todo mi esfuerzo resultó inútil. Mamá se fue, él volvió. Una vez más, mi alma descompuesta me lleva a gozar el tormento que yo misma provoco.
No está mamá para abrazarme, sólo me queda la frustración de saber que le fallé una vez más; que nunca dejaré de ser la ingenua que confía y le ruega por amor a quien siempre me ha defraudado.
Ahora que sabes que no estás sólo si te preguntas ¿por qué no puedo dejar a mi pareja?, también podría interesarte:
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