A media luz, con una copa de vino en la mano, te recuerdo y me siento desahuciado. Estoy clavado en el sentimental mood con el que un día John Coltrane se emborrachó y lloró por la ausencia de un amor al que perdió por dejarse llevar por el swing o el seco sabor de la ginebra. Ahora soy esa persona que oculta sus lágrimas en las tinieblas, aquél que se reprocha por no pelear a muerte por la victoria y el último beso que salvaría al reino de la catástrofe y la hambruna. ¿Por qué tengo que vivir en un mundo donde no existimos? La respuesta está en mis decisiones, en ese desdén de medianoche que me recuerda todo lo que no hice para tenerte y, claro, todo lo que sí hice para perderte.
Fue una tarde de otoño cuando te vi por primera vez y de manera instantánea me enamoré. Cuando te llega el amor tan de golpe sólo puedes cerrar los ojos y lanzarte al vacío, esperando que aquella persona se apiade de ti y detenga tu caída. Eso fue lo que hice y por fortuna tú me extendiste una mano. Del vértigo pasé al deseo y me entregué por completo a tu ojos; sin embargo, tú estabas luchando con tus propios demonios y dividías tu tiempo en dos. Las mañanas eran para mí –eso te lo agradezco tanto– y los noches eran para él, aquel hombre que alguna vez te hizo feliz.
En ese momento no entendí que el abrir y cerrar ciclos es un arte que requiere de tiempo. Como un niño engolosinado quería todo a pesar de no merecerlo; por eso comencé a presionarte, a querer acelerar el curso ordinario de las cosas. Perder la calma significó perder la razón y perderte a ti. No te culpo, yo también hubiera brincado hacia atrás si alguien comenzara a presionarme como yo lo hice contigo. En lugar de apoyarte para que culminaras tu historia de amor, fui la piedra que impidió que el libro se cerrara. Entonces me quedé sin ti; me quedé sin la persona que más amo en este mundo.
Lo que hice después es la razón de todos mis males: renuncié a ti y me abandoné a infantiles caprichos que me condujeron a un laberinto de decisiones con un final mediocre. Me vencí a un segundo amor; a unos brazos sustitutos que hasta la fecha siguen sin colmar la llama que arde por ti. Asumo las trágicas consecuencias de buscar una segunda opción y hoy sólo puedo emborracharme con el ya casi extinto perfume de tu cuerpo. A tantos kilómetros de distancia, tan lejos de ti como de tu recuerdo, puedo enlistar los puntos que me hacen sentir la náusea de no tenerte y no sujetarme al amor verdadero.
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No respetar los sentimientos es no respetarse a sí mismo
Es un traición a sí mismo no luchar por lo que uno quiere en realidad. Si amas a alguien, ¿por qué deberías estar con otra persona? Quedarse con la segunda opción sólo demuestra la ausencia de respeto personal, que no se tienen principios o convicción. Por otro lado, muestra una endeble personalidad, falta de carácter e imposibilidad de cumplir objetivos.
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Buscar un consuelo sólo aumenta la sensación de vacío
Es un error pensar que se puede ser feliz en los brazos de una persona a la que no se ama; es tan absurdo como querer tapar el sol con un dedo. Quizás al inicio se tenga una descanso, pero con el tiempo la realidad se hace presente y cada beso y cada caricia sólo provocan un ardor en el cuerpo. Hoy es lo que siento cuando beso a la mujer que no amo.
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Fingir es un doble engaño
Si la mentira por sí misma es un pueril acto, el hecho de involucrar los sentimientos de otra persona convierte la vida en una tragicomedia sin final feliz. El otro merece experimentar un amor verdadero y tú sólo estás dándole las sobras. Este engaño en algún momento explotará y sólo dejará destrucción a su paso.
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Nunca se experimenta un amor genuino
No importa cuánto te aferres a él o cuanto empeño tengas en hacer que funcione, tu corazón nunca experimentará un amor verdadero. Con el tiempo sentirás desgaste y hartazgo, conocerás el lado mediocre del amor e irremediablemente sentirás que el corazón se marchita.
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Siempre serás un conformista
¿Por qué conformarte con el segundo lugar si tienes todo el derecho de estar en el primero? ¿Por qué elegir cobre cuando se puede el oro? Todas estas comparaciones sólo demuestran el conformismo que padecerás. ¿Te imaginas si eres así en el amor, cómo serás en los otros aspectos de la vida?
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Hay que decirle adiós a la felicidad
Si tenías la oportunidad de ser feliz una vez en tu vida, al quedarte con la segunda, renuncias a ella. Todos los puntos anteriores te explicaron las razones, esto sólo es para reafirmar la estocada final.
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Con este listado se demuestra que no siempre estamos caminando por la mejor vía para encontrar pareja, que cometemos actos impulsivos que cambian de manera negativa nuestra vida y que estar con alguien para evitar estar solo es una irresponsabilidad emocional. Si quieres estar acompañado, primero aprende a disfrutar de la soledad.