Dejemos de lado todo lo que ya sabemos de los tatuajes y su estigmatización social; contar con uno ya es tan común como aquél que decide casarse o no, que elija tener una familia o renuncie a ello. Afortunadamente, no vivimos más en el mundo que vio y formó a nuestros abuelos. Es claro que todavía guardamos algunos prejuicios o conceptos equivocados alrededor de bastantes prácticas; sin embargo, ya no son una constante o una condición generalizada en la sociedad.
Superando concepciones arcaicas, ya no se tienen enfrente acusaciones sin sentido del tipo “los tatuajes son sólo para vándalos” o “los tatuajes se ven mal en un trabajo”; por el contrario, la aceptación de la gente ha sido tal que su curiosidad, al parecer, no ha conocido límites de un tiempo para acá. Sobrepasando la simpatía, hay personas que en ese afán por sentirse muy progresistas y demostrar su apertura a las prácticas contemporáneas de la cultura global, alcanzan niveles de incomodidad que probablemente no advierten.
Para quienes tenemos tatuajes en el cuerpo, dicha incomodidad radica, sobre todo, en una serie de preguntas que usualmente alguien sin diseños sobre la piel gusta hacer. Entendemos que su asombro o intriga sean muy grandes en ciertas ocasiones, que su necesidad por extraer la información suficiente como para generar una imagen completa en su cerebro y comprender el panorama total de tatuarse, sea urgente, pero hay cuestionamientos realmente molestas e innecesarios.
Por favor, evitemos este tipo de asedio. Las siguientes interrogaciones son aquellas más comunes y que obviamente nunca se responderán con una mala cara o desdén (la mayor de las veces), pero en el fondo ocasionan irritación y sorpresa. A su vez, están acompañadas de algunas contestaciones provisionales, las cuales intentan extender un escenario habitual para los sujetos de piel tatuada.
¿Qué significa?
No necesariamente debe significar algo en específico. El hecho de contar con un tatuaje no requiere un trasfondo trascendental en todo momento.
¿No es muy grande?
El tamaño no debe preocuparle a nadie. Si al que lo porta no le incomodó la idea, ¿por qué a los demás sí?
¿Por qué lo hiciste?
Porque se tenían las ganas y los medios. No hay explicaciones sobrenaturales ni nada por el estilo.
¿Por qué de esos colores?
Porque eran y son los colores exactos para el dibujo. Tampoco se puede escribir una novela con cada rasgo o toma de decisión en el proceso del tatuaje.
¿Puedo tocarlo?
Claro. Es extraño que lo pidas, pero se siente exactamente igual a cualquier otro pedazo de piel. Salvo algunas cicatrizaciones.
¿Dolió?
Obviamente. Pero no duele por siempre.
¿Cuánto crees que me cueste uno?
No lo sé. No me dedico a ello. Pero puedes buscar a tatuadores muy buenos en la red y preguntarles.
¿Cuánto tiempo tardaron en hacértelo?
No lo recuerdo… ¿De verdad requieres esa información?
¿Cómo vas a conseguir un trabajo ahora?
Mandando mi currículum, atendiendo a la entrevista y demostrando mis capacidades profesionales. Justo como cualquier otra persona.
Eres muy salvaje, ¿no?
Uy, sí… Sólo que lloro con películas realmente emotivas y me enternecen demasiado los cachorros por accidente.
¿Cómo te vas a ver cuando seas viejo?
No lo sé. Y probablemente tú tampoco.
Lamento desilusionar a una o varias personas, pero tener un tatuaje o estar pensando constantemente cómo completar una colección de ellos en nuestro propio cuerpo no se debe a razones profundas todo el tiempo. La mayoría de las veces es porque amamos algo en específico, supongamos que son los árboles en este ejemplo, admiramos el trabajo de cierto tatuador, nos gusta la idea de modificar la piel con dicha imagen y allí está. Árboles hechos tatuaje. Sin más. Por el simple gusto de contar con él.
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