Historia escrita por: Claudia Martínez.
¿Cuándo comencé a notar mi gusto por las mujeres?
Quizá no la edad exacta pero recuerdo a la perfección que fue desde muy pequeña, tal vez entre los 5 o 6 años por algunas acciones que empezaba a tener; pero a esa edad qué me iba a preocupar o pensar en eso…
Cuando cumplí 8 años esos gustos, emociones, sentimientos y hasta pensamientos fueron intensificándose más, pero el miedo que sentía de decirle a mi mamá me ganaba de sobre manera por el fuerte lazo que tenía con ella.
Mi mamá nunca ha sido ese tipo de persona con la que se puede hablar de un tema delicado, se enoja o se preocupa de más, ahora imagínense decirle que su hija está sintiendo una atracción hacia las niñas idéntica a la que sientes cuando te gusta un niño. No tenía idea qué hacer. Decidí, nuevamente, ignorar esos sentimientos.
Un día mientras iba al parque en bicicleta una niña comenzó a seguirme, comencé a asustarme y me detuve, al ponerme frente a ella me dijo su nombre y dijo que quería ser mi amiga, no le encontré nada de malo y comenzamos jugar hasta que llegó su hermana, Arena; ahí reafirmé que me gustaban las niñas. Ahora no recuerdo mucho su cara pero jamás olvidaré sus ojos. Todos hemos tenido un amor inocente de niños ¿no? bueno, pues el mío fue Arena. A partir de ese momento las iba a buscar todos los días a su casa solo para volver a ver a Arena, esa niña que llamó tanto mi atención.
Tuve un enorme miedo por lo que sentía por esa niña, porque, aunque me seguían gustando los niños, este “nuevo” sentimiento era diferente. Mi amor inocente por Arena acabó cuando se cambiaron de casa. Me puse triste pero pasó rápido; sin embargo, durante mucho tiempo me pregunté si algo estaba mal conmigo, si era alguna clase de enfermedad o quizá solo estaba confundiendo mis sentimientos. No tenía con quién hablarlo.
Conforme pasaron los años me di cuenta que para mi mamá alguien que perteneciera a la comunidad LGBTQ+ era una total aberración, algo en contra de todo lo natural. Sentí pánico al darme cuenta que ella no toleraba a alguien que fuese gay, lesbiana, transexual. No dije nada por mucho tiempo. Al escucharla pensé que yo tenía un problema y que algo estaba mal conmigo. Así pasaron algunos años, años en los que yo no me aceptaba, ni lo que era ni lo que sentía.
Tuve varios novios y realmente no me disgustaba estar con ellos pero aún sentía que no podía ser yo misma, que aunque no me incomodaba estar con un hombre, aún seguía ocultando una parte de mí.
Cuando entré a la secundaria todo empeoró, mi gusto hacia las mujeres cada vez crecía más. Quería saber cómo era estar con una mujer, tomarnos de las manos, darnos un beso, salir juntas… todo eso se intensificaba igual que mi miedo por creer que no estaba bien sentirlo. Mi primer año fue horrible, seguía ocultando mi esencia. Moría por saber cómo sería estar con una mujer, por no poder hacerlo, terminé en una fuerte depresión.
Todo el tiempo me la pasaba durmiendo y con pensamientos no tan buenos porque creía que lo que sentía estaba mal.
Y entonces la conocí, una chava dos años mayor que yo con “problemas” similares a los míos. Comenzamos a platicar todos los días, a todas horas y mi humor estaba mejorando gracias a ella. Me enamoré. Dejé que todo lo que sentía por ella saliera, ya no quería solo imaginar cómo era estar de novia con una mujer, quería vivirlo y sería con ella.
Tuvimos una relación de un año y durante ese tiempo no se lo pude ocultar a mi mamá, no porque yo se lo dijera, se dio cuenta por una carta y una fotografía que mi novia envió. No recuerdo todo pero nunca olvidaré cómo mi mamá me gritó cosas súper hirientes que me hicieron llorar horrible. En ese momento decidí que jamás le contaría lo que me pasaba porque aunque se había dado cuenta de mi relación, no sabía todo lo que yo sentía y si intentaba compartirlo, sería peor. Ella repetía constantemente que sólo era una etapa, que todo eso me pasaba por la soledad y depresión, no se imaginaba lo que la estaba causando.
Para cuando todo esto pasó yo terminaba la secundaria y entraba a la prepa, estaba peor que nunca porque si ya era difícil ver a mi novia, ahora era más porque mi mamá creía que la había terminado. Me sentía cada vez más deprimida porque aún no me aceptaba, seguía creyendo que estaba mal lo que hacía y finalmente mi relación terminó; así que para sumarle, tenía el corazón roto.
En ese momento vivía en Monterrey y de verdad sentía que en cualquier momento haría una estupidez a causa de mi depresión. Decidí volver a la CDMX. No quiero hacer de esto una gran historia así que de manera resumida en cuanto entré a la prepa, ya en la CDMX, decidí que iba a quitarme los prejuicios e iba a explorar 100% ese lado que había estado negando por tanto tiempo.
Salí con varias chavas, tuve todas las experiencias que pude y aunque nunca estuve en una relación seria, me di cuenta que sí, me gustan las mujeres. Ya estaba en la universidad, el miedo no se iba. Miedo a que me juzgaran, insultaran o no me aceptaran. Comencé a andar con una chava, y este amor era diferente al primero, no quería ocultarlo.
Decidí decírselo a mis amigas, era un tema que no podía manejar sola, necesitaba hacerlo si quería estar bien con mi novia. Jamás olvidaré las palabras de una de ellas: “Nunca debiste tener miedo de decirnos, somos tus amigas y te vamos a querer así porque amar no tiene nada de malo, sea quien sea la persona que ames”, sus palabras me llegaron tanto que en ese momento dije: “A la mierda lo que los demás puedan decir de mí, a la mierda quien quiera aceptarme o no, si estas personas me quieren por lo que soy, no me importa nada más”.
Todo eso me dio el valor de decírselo a mi familia lo tomaran bien o no, ya no importaba porque ya me quería, me aceptaba y sobre todo, estaba y estoy orgullosa de lo que soy. Represento a una comunidad hermosa llena de amor.
También podría interesarte:
13 cosas sobre un encuentro homosexual que siempre temiste preguntar
¿Es natural la diversidad sexual y de género?
10 consejos de parejas homosexuales para que los heterosexuales tengan mejores orgasmos