Este artículo fue originalmente publicado por Diana Garrido el 24 de marzo del 2017.
Hace poco más de un año, una chica de 24 años recibió su título de Psicóloga, ese día hubo una ceremonia en donde entregaron diplomas y llenaron de aplausos a los recién egresados. Cuando mencionaron su nombre nadie se levantó a recibirlo; los compañeros se miraban entre sí y la buscaban a su alrededor. Cuando su mejor amiga le preguntó por qué no había asistido a la entrega, lo único que ella pudo decir fue “no lo merezco”.
Ella siempre se había sentido incapaz de llegar a tal escalón, así que cuando por fin lo conquistó simplemente no lo podía creer. En sus redes sociales escribía: “Listo, terminé la licenciatura. ¿Ahora qué? Creo que no soy lo suficientemente buena como para ayudar a otras personas. Si ni yo me entiendo, ¿cómo entenderé a los demás?”.
Evidentemente ella merecía todo eso, mientras estudiaba ayudó a algunas personas y sus profesores la recordaban por siempre argumentar sus respuestas con bases sólidas. Tiempo después se dispuso a buscar trabajo y de hecho, lo encontró rápidamente. Una vez más su cabeza la hacía pensar que sólo la habían contratado por lástima, así que cada vez se presionaba más para hacer mejor y más rápido sus deberes. Con el paso del tiempo, sus pacientes se convirtieron en los que mejores resultados obtenían y eso le valió un aumento de sueldo; mismo que ella juraba no merecer.
¿Qué sucedía para que ella no se sintiera capaz ni merecedora de nada, a pesar de los increíbles resultados que obtenía? Padecía el “síndrome de la impostora”. Este desorden se refiere a la falta de autoestima para desempeñar un puesto en espacios principalmente masculinos; quien lo sufre se siente obligada a esforzarse mucho más de lo habitual.
La exigencia excesiva a si mismo y la falta de autoestima son los factores principales para desarrollar esta patología. Por otro lado, el “síndrome de la impostora” es una concepción social equivocada que exacerba las “diferencias” entre géneros, mismas que hacen sentir a las mujeres inferiores respecto a los hombres. Por esa razón, este padecimiento se da principalmente en el ámbito laboral y las chicas que lo sufren buscan compensar su “falta de capacidades” con un mayor esfuerzo y horas extras de trabajo para sentirse “mejor”. Sin embargo, cuando el trabajo culmina en el objetivo deseado, lo atribuyen a su suerte y no a sus habilidades.
La sociedad ha difundido y adoptado la idea de que las necesidades femeninas son menos importantes que las masculinas, por ello algunas mujeres se sienten obligadas a exigir menos, o nada, pero siempre dar más. Esta “desdicha” no aparece de la noche a la mañana, es el resultado de una serie de acontecimientos que la concepción femenina arraiga poco a poco; el “síndrome de la impostora” es parte de una construcción social.
Desde las primeras etapas de enseñanza se debe inculcar a las niñas el respeto y amor propio. Ellas deben aprender a reconocer y celebrar sus éxitos, sólo así obtendrán la confianza necesaria para perseguir sus sueños y al alcanzarlos, sentirse merecedoras de cada logro. Las mujeres que sufren este síndrome también manifiestan su angustiante vacío a través de otros padecimientos como desórdenes alimenticios, jaquecas, tensión y dolor muscular, ansiedad, entre otros.
Para evitar el “síndrome de la impostora” la psicóloga española Cristina Callao sugiere algunos consejos:
1. “Evalúate y compara tu opinión con la de otras personas en tu entorno”. En ocasiones, necesitas escuchar lo valiosa que eres para poder entenderlo y aceptarlo. No es una cuestión egocéntrica, sino un impulso para poder creer en ti misma.
2. “Compite y arriésgate”. Nunca des por perdido lo que ni siquiera has intentado; todos tenemos la capacidad suficiente para realizar ciertas actividades, pero nunca sabrás cuáles son tus áreas de oportunidad si no experimentas.
3. “Compartir los temores, ya que al hacerlo pierden intensidad”. Callar todos tus miedos es uno de los peores errores que puedes cometer. ¿Cómo sabrás si alguien puede o no ayudarte si nunca expones tu problema?
4. “Acepta elogios y felicitaciones”. Si alguien te adula es porque lo mereces; antes de desechar el comentario, analízalo y úsalo a tu favor. Créete merecedora de halagos porque tú misma has construido lo que los demás perciben de ti.
Luego de un año complicado, la chica entendió que sus éxitos son parte de sus capacidades y resultado de su esfuerzo. Exigirse de más sólo por satisfacer las necesidades equivocadas es desgastante y absurdo. Tal cual lo aseguró Claire Cohen, periodista del impreso “Telegraph”: “Una delgada línea separa la autoinfravaloración de la autodestrucción”. Así, ante esta desventaja cultural y social que sabotea a las mujeres, una de las tareas más importantes es aprender a reconocer lo que somos.
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